Image: Venecia reconstruye su Fenice

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Música

Venecia reconstruye su Fenice

La reapertura del teatro italiano marca la temporada lírica

11 diciembre, 2003 01:00

Vista de La Fenice tras su reconstrucción

El 14 de diciembre, con Riccardo Muti al frente, las fuerzas del Teatro de la Fenice de Venecia reinauguran uno de los coliseos más famosos, destruido por las llamas. El Cultural analiza la trascendencia de centro italiano y explica las dificultades que ha vivido en su reconstrucción.

Pocos teatros con la historia y la importancia de la Fenice de Venecia y pocas ciudades como la Serenissima tan ricas en acontecimientos operísticos y tan abundosas en teatros donde desarrollarlos. Es ilustrativo seguir, aunque sea a vista de pájaro, la línea creciente de manifestaciones líricas y el ritmo paralelo de las construcciones. Se tiene como la primera representación de ópera realizada en la ciudad la que tuvo lugar en el Palazzo Mocenigo Dandolo -convertido más tarde en el famoso Hotel Danieli- de la obra de Monteverdi Proserpina rapita. Fue en 1630. El primer teatro público del mundo destinado específicamente a la ópera se abrió probablemente en Venecia, en 1637: el Teatro San Cassiano. Se inauguró con Andromeda de Mannelli. Poco a poco empezaron a abrirse otras salas, necesarias para dar salida a la multitud de nuevas creaciones: la inspiración de los primeros autores del género era imparable. Fueron apareciendo sucesivamente los Teatros San Giovanni e San Paolo (1639), San Moisè (1640), Novissimo (1641), Santi Apostoli (1649), San Apollinaire (1651), San Samuele (1655), San Salvatore, hoy todavía en pie y conocido como Goldoni (1661), Sant’Angelo (1676), San Giovanni Gristosomo (1678), San Fantino (1699), San Benedetto (1755)... En algunos diccionarios de ópera aún se citan varios más.

El último de los teatros citados, San Benedetto, se quemó en 1774 y se reabrió en 1784 como Teatro Venier. La Nobile Società, propietaria del coliseo, decidió entonces construir uno nuevo, que sería La Fenice. En 1789 se hizo pública la convocatoria. Salió ganador el proyecto del arquitecto Gian Antonio Selva, que realizó una obra, según un cronista de la época, "con todos los requisitos que son necesarios al efecto; claridad de colores, armonías, solidez y ligereza, cosas difíciles de combinarse entre sí y que, milagrosamente, se reúnen en este trabajo". Parece que Selva no se hizo muy popular, pese a lo dicho. Los venecianos, siempre ingeniosos, formaron un acróstico con las letras de la palabra Societas, que figuraba en la fachada: Sin Orden, Con Irregularidades, Erigió Teatro Antonius Selva. La función de apertura, el 16 de mayo de 1792, fue para la ópera I Giochi d"’grigento de Paisiello.

Aluvión de estrenos
A partir de entonces, el nuevo teatro sería un auténtico centro de la más pura y potente creación. Un aluvión de estrenos se produjo en los años sucesivos. Recordemos entre ellos Saffo (1794) y Lodoiska (1796) de Mayr y Gli Orazi ed Curiazi (1796) de Cimarosa; junto a títulos de Zingarelli, Paisiello, Pavesi, Coccia o Basili. 1813 es el año en el que se presenta Rossini en el Teatro, con Tancredi, seguida al año siguiente por Sigismondo y, en 1823, por Semiramide. En 1824 Meyerbeer estrenaría Il crociato in Egitto.

Morlacchi, Vaccai o Mercadante fueron compositores que contribuyeron a engrosar, en los años sucesivos, la lista de estrenos. Lo mismo que Bellini, quien escribió para La Fenice I Capuleti e i Montecchi (1830) y Beatrice di Tenda (1833) y Donizetti, Belisario (1836) y Pia de’ Tolomei, aunque esta obra hubo de ver la luz, en 1837, en el Teatro Apollo, que se convirtió durante algún tiempo en sede provisional a consecuencia de un incendio. La restauración, llevada a cabo por Medunas, que respetó los planteamientos arquitectónicos de Selva, se realizó en unos pocos meses y la reinauguración tuvo lugar a finales de ese año con Rosmunda in Ravenna de Giuseppe Lillo. Otros estrenos relevantes posteriores fueron Il duca d’Alba de Giovanni Pacini (1842) y L’ebreo de Giuseppe Apolloni (1855).

Muchas de esas novedades tuvieron como protagonista e impulsor al empresario Alessandro Lanari, que estuvo en el Teatro en distintos períodos: 1830, 1832-33, 1837-39 y 1845-46. Luego vino la gran etapa de Verdi, que estrenó en ese escenario nada menos que cinco partituras: Ernani (1844, con un homónimo del arquitecto constructor, el bajo Antonio Selva, en el papel de Silva), Attila (1846), Rigoletto (1851), La traviata (1853) y Simon Boccanegra (1857). Más tarde sobrevendría una época oscura y difícil. En 1849 la región del Veneto hubo de pasar a Austria después del tratado de Villafranca. Se cerró el teatro hasta que las cosas cambiaran. La reapertura, una vez que el Veneto integró de nuevo en la unidad italiana, se produjo en octubre de 1866.

Retoques y mejoras
A lo largo de todo ese tiempo, se habían venido realizando en el teatro periódicos retoques, pequeñas restauraciones y mejoras de mobiliario y decoración, y una obra mayor tras el comentado incendio de 1837. En 1892 se introdujo la iluminación eléctrica. En 1938 se realizó una importante ampliación y modernización del escenario y el Teatro pasó a ser ente autónomo. Como se sabe, el 29 de enero de 1996, La Fenice fue de nuevo pasto de las llamas y quedó prácticamente destruido.

Venecia, a través de La Fenice, tardó tiempo en aceptar la música de Wagner, que recordemos murió precisamente a la orilla de los canales. La primera producción wagneriana de La Fenice, Tristán e Isolda, no se hizo hasta 1909; aunque el estreno italiano de la Tetralogía, en 1883, había tenido lugar allí por la compañía ambulante de Angelo Neumann. Vieron también la primera luz capitales partituras del siglo XX, como La carrera del libertino de Stravinski (1951), La vuelta del tuerca de Britten (1954) e Intolleranza de Nono (1961). Dallapiccola, Malipiero o Rota han sido otros compositores cuyos nombres han estado presentes en las últimas décadas.

Desde luego, la reinauguración va a ser sonada por la cantidad y la calidad de los actos musicales programados a partir del día 14 de este mes, con directores de la talla de Muti, Thielemann, Chung, Viotti, Jansons y Temirkanov y orquestas como la del propio Teatro, la Philharmonia, la de Santa Cecilia de Roma, Filarmónica de Viena y Filarmónica de San Petersburgo. Está previsto asimismo un recital de Elton John.


Siete años después
El alcalde de Venecia se enorgullece de haber levantado el teatro de La Fenice en apenas 600 jornadas de trabajo, pero se abstiene de comentar el retraso de las obras, la parálisis administrativa, el ajetreo de los tribunales, incluso las condenas a prisión que han envenenado el proceso de reconstrucción. Conclusión: la culpa del incendio la tuvieron dos electricistas que prendieron fuego al templo porque no estaban en condiciones de entregar a tiempo una serie de obras menores ni podían responder a las sanciones. Uno, Enrico Carella, fue condenado a siete años de cárcel y permanece en paradero desconocido. Otro, Massimiliano Marchetti, expía seis años de prisión en el nombre de la piromanía melófoba.

El resto de los acusados, incluido el ex alcalde Cacciari, han evitado la condena, pero no pueden sustraerse a la cascada de incompetencias ni a la esclerosis burocrática que planea en la resurrección veneciana. De hecho, las obras tenían que haber finalizado hacia el año 1998 si hubiera prosperado el proyecto ganador de Gae Aulenti. Ganador hasta que una empresa soliviantada por las reglas del concurso, la Holzmann, impugnó la decisión y se adjudicó finalmente (¿?) el derecho a levantar el Teatro de La Fenice "en un periodo breve".

Mentira. Las obras permanecieron prácticamente paralizadas desde el día del incendio (29 de enero de 1996, en la imagen) hasta octubre de 2001. Esta vez porque la propia Holzmann interpretaba nuevamente que debían revisarse los plazos de entrega y los presupuestos originales.

El nuevo alcalde de Venecia rescindió el contrato con la empresa, mantuvo el proyecto del arquitecto Aldo Rossi ("donde estaba, como era") y se comprometió a fijar una fecha definitiva de reapertura. ¿El precio? Siete años de espera y 85 millones de euros. El único problema es que se trata de una reinauguración virtual. La sala y el escenario están listos, pero todavía debe reconstruirse la caja escénica. La primera ópera tendrá que esperar. Rubén AMóN