Image: Nino Rota, la imagen hecha música

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Música

Nino Rota, la imagen hecha música

8 abril, 2004 02:00

El compositor Nino Rota

Decir Nino Rota -del que el 10 de abril se cumple el veinticinco aniversario de su muerte- es decir buena música cinematográfica. No en balde el compositor milanés (1911-1979) fue uno de los más competentes, afanosos, sensibles y relevantes ilustradores cinematográficos. Desde los años treinta, siendo todavía muy joven, había comenzado su actividad en el género, aunque no sería hasta los cincuenta que su labor adquiriría renombre, principalmente gracias a sus colaboraciones con Federico Fellini, con el que se encontró por primera vez en Il delitto di Giovanni Episcopo (1947), de la que éste era co-argumentista, co-guionista y ayudante de dirección. Cuando Fellini se independizó trabajó con Rota, desde El jeque blanco (1952) a Ensayo de orquesta (1978).

Rota había sido realmente precoz como músico: a los 11 años componía un oratorio, La infancia de San Juan Bautista, que él mismo dirigió. Estudió más tarde composición con Ildebrando Pizzetti -que está conociendo un auténtico "revival" en los últimos años- y con Alfredo Casella en el Conservatorio de Santa Cecilia y dirección de orquesta con el húngaro Fritz Reiner en Philadelphia en 1931. En esa época ya escribía profusamente. De 1926 data su primera partitura lírica, una comedia en tres actos, Il principe porcaro.

Producción lírica
Luego vendrían Ariodante (1943), Torquemada, según Víctor Hugo (1943) y su ópera más conocida, Il cappello di paglia di Firenze (El sombrero de paja de Florencia) (1946), no estrenada hasta 1955 en Parma, una farsa sobre la comedia de Marc Michel y Eugène Labiche (1927), y que se convertiría en la obra escénica más conocida y representada del autor; con recientes montajes muy bien acogidos, aunque no fuera del todo bien recibida por la crítica. Como decía Gentilucci, "todo suena inocente en esta obra, desde los tonos de opereta hasta la reivindicación de los duetos y romanzas y los lugares típicos de la ópera bufa hasta las citas textuales de Rossini. Ninguna superestructura crítica se coloca entre el compositor y su tema. Un divertimento de muy hábil factura".

La delicadeza en el trazo, el fácil lirismo, la claridad tímbrica, una graciosa vena melódica y un singular olfato dramático caracterizaban el lenguaje del músico, por supuesto, servidor de la tradición tonal más acrisolada. Como en el caso de Respighi, se observan en sus texturas no pocas influencias del impresionismo o del periodo posraveliano. Elementos que trasladaba al resto de su producción, repartida entre los géneros más diversos: cámara, sacra, instrumental y sinfónica. Lo bueno -y lo malo- de Rota fue hacer música al margen de toda polémica. Su trazo era simétrico, como pudiera serlo el del XVIII; bañada en todo momento por un encanto expresivo muy directo, que se traslucía en sus bien delineadas partitura fílmicas. También compuso varios ballets como Amor di poeta para Maurice Béjart.

Músico humilde
Con Fellini llegó a un alto grado de compenetración. No es raro que el director se manifestara así: "Mi predilección por Rota como músico se basa en que le encuentro muy próximo a mis temas y a mis historias, y en que trabajamos juntos muy bien. No le sugiero los temas musicales porque no soy músico. Me pongo cerca del piano y le digo lo que quiero. De todos los músicos que trabajan en el cine él es, al parecer, el más humilde".

Además de al cine de Fellini, Rota puso pentagramas al de otros muy importantes directores, como Castellani, Visconti, Clément, Monicelli... y Francis Ford Coppola. Sin duda dos de sus partituras más valiosas son las que ilustran las dos primeras partes de El Padrino. Todo el mundo recuerda la hermosa melodía de amor y los numerosos momentos nostálgicos. Es admirable la forma en la que el compositor supo dar el adecuado toque italiano a una historia que transcurría en Estados Unidos.