Image: De los Ángeles, la voz privilegiada

Image: De los Ángeles, la voz privilegiada

Música

De los Ángeles, la voz privilegiada

Repaso a su carrera y a su amplio legado fonográfico

27 enero, 2005 01:00

De Los Ángeles en el estreno de La Atlantida de Falla, en 1961

Con la muerte de Victoria de los ángeles desaparece una de las más importantes sopranos españolas de la segunda mitad del XX. El Cultural le rinde homenaje con un repaso a su carrera y a su amplio legado fonográfico.

Siempre es difícil describir con palabras un sonido. Si ese sonido es, como en este luctuoso caso sucede, el de una voz de la pasta, de la carne, de la densidad de la de Victoria de Los ángeles el intento puede ser vano. No obstante estamos aquí para procurar ofrecer al lector una imagen mental de cómo era en verdad ese instrumento privilegiado y cómo lo empleaba su poseedora; con qué arte y de acuerdo con qué estilo. Decía en cierta ocasión Joaquín Calvo Sotelo que la de Victoria era una "voz químicamente pura". Desde luego, el timbre era muy característico, tenía un terciopelo y una satinada suavidad -conceptos que hemos de tomar prestados de objetos físicos concretos; cualidades que no se suelen aplicar a sonidos-. Esa sonoridad aparecía envuelta en una muy matizada, pero clara y diáfana luz emanada de una garganta preparada prácticamente desde el nacimiento, con una impostación natural y una línea de canto extrañamente madura. El timbre, de soprano de cierta anchura, luminoso, aunque con claroscuros muy excitantes, era cremoso y acariciador, terso, de evidente sensualidad, homogéneo, con fácil soldadura de registros, de purísimo esmalte. Pocas cantantes han gozado de una voz tan mórbida, de tan blandas inflexiones. El canto en ella era de aplastante espontaneidad. Victoria cantaba como hablaba, sin apreciable esfuerzo; era un acto reflejo, como el de respirar. Lo que hacía pensar en una sorprendente técnica, que sin duda, como hemos dicho, provenía de la propia cuna y que los buenos oficios de su profesora en el Conservatorio de Barcelona, Dolores Frau, contribuyeron a ampliar.

Se comprobó ya en sus primera actuaciones, aún en las aulas, que allí había una artista excepcional, de una ductilidad, de una expresividad emotiva singulares. Un recital en el Palau de la Música precedió a su début en el Liceo, el 13 de enero de 1945, en el papel de Condesa de Las bodas de Fígaro de Mozart. Era en esa época, en efecto, una cantante nacida para los pentagramas del salzburgués. Aunque abarcaría pronto otros géneros y estilos y tocaría incluso partes más propias de las mezzos: una delicada Charlotte, una Carmen curiosamente poética e introspectiva, una Santuzza de raro patetismo… Aunque su reino era el de la soprano lírica, que llegaría hasta la Elisabeth de Tannhäuser (ahí está su grabación de 1961 con Sawallisch).

Arte exquisito
Con el tiempo surgieron ciertos manierismos, cuando el timbre había perdido ya algo de frescura y el aliento no poseía la firmeza inicial. Entonces Victoria dibujaba volutas y acentos que podían llegar a rozar la afectación; lo que no impedía, por supuesto, que siguiéramos reconociendo su arte exquisito y que no nos importaran en absoluto algunas desigualdades en el apoyo y una proverbial incomodidad en las notas más agudas. La categoría de nuestra cantante se extendió también al mundo del lied y de la canción española, en el que su supremo legato y su sensibilidad poética hacían maravillas; aunque en las páginas más populares de nuestro repertorio algunos pudieran preferir el estilo un tanto bronco y desgarrado de Conchita Supervía.

Hoy, al llorar la desaparición de Victoria de Los ángeles, hemos de consolarnos con la existencia de una buena serie de grabaciones. En junio de 2003 recogíamos una discografía bastante amplia. Como colofón de estas notas, nos limitaremos a recomendar unos cuantos e imprescindibles registros. El primero es un recital, aparecido no hace mucho en la colección Lebendige Vergangenheit del sello austriaco Preiser, que incluye diversas arias de Mozart, Wagner, Gounod, Massenet, Falla, Granados, algunos lieder y una versión exquisita de las 7 Canciones españolas de Falla. Grabaciones de 1948, 49 y 51. En el marco de la música vocal no operística, es preciso referirse a su estupenda intervención en el Requiem de Fauré de Cluytens junto a Dieskau (EMI 566894-2, 1962); a sus refinadas Nuits d’étè de Berlioz con Munch (RCA GD60681, 1955, más Romeo y Julieta). Las bodas de Fígaro del Met (ARLA68-A70, 1952) es otro ejemplo indiscutible, donde La Condesa de Victoria posee toda la limpidez requerida.