Música

Mujeres desesperadas, el verismo más duro

16 febrero, 2006 01:00

María del Carmen en la producción del Festival de Wexford de 2003

Solamente 6 años separan las dos óperas que engalanan por estos días los escenarios del Teatro del Liceo barcelonés y del Palacio Euskalduna de Bilbao, María del Carmen de Granados y Madama Butterfly de Puccini. La primera, basada en el drama original de Joseph Feliu y Codina, se estrenó en Madrid, Teatro Parish, el 12 de noviembre de 1898. La segunda, sobre un libreto de Giacosa e Illica, se presentó en La Scala de Milán el 17 del mismo mes de 1904. Pertenecen por derecho propio, pues, ambas obras, a la estética verista, que había puesto en movimiento en 1890 Mascagni con su Cavalleria rusticana. Granados se apuntaba por tanto, con el furor de la cultura del cotello todavía muy fresca, a esos vientos que provenían de Italia y que buscaban el realismo más descarnado, la frase altisonante, la invectiva, los argumentos extraídos de un localismo sombrío y más bien sórdido. El compositor catalán describía la atmósfera de la huerta murciana con crudo naturalismo empleando, como apunta Max Bragado-Darman, autor de la edición crítica, motivos populares con una línea vocal desgarrada, vecina precisamente a la de aquella ópera inaugural y también a la de Payasos de Leoncavallo y a la de la pucciniana Il tabarro.

Potentes preludios
Bragado resalta en la partitura de Granados "la fuerza de sus preludios orquestales, que dan a la obra una estructura compacta, la orquestación colorista, la instrumentación y el uso de los motivos conductores, como si se tratara de una gran narración sinfónica en tres movimientos". No será Bragado quien se sitúe en el podio del Liceo, sino Joseph Caballé-Domenech, en esta versión concertante que se interpretará los días 19, 22 y 25. Las voces elegidas son más que dignas y aparecen encabezadas por la siempre musical y aplicada Ana María Sánchez, el tenor -antes barítono- Alberto Montserrat y el barítono norteamericano David Pittman-Jennings.

La trágica y algo edulcorada historia de la japonesita engañada por un oficial de la marina estadounidense se verá en la temporada de la ABAO de la mano directorial de un músico muy apreciado a la orilla del Nervión: Antonello Allemandi, fácil de gesto y algo rutinario de concepto, que tendrá a sus órdenes a un equipo vocal en el que sobresale la hoy ya famosa y emotiva Fiorenza Cedolins, que hace no mucho se exhibió en el papel de Luisa Miller en Madrid. Voz peculiar, timbrada, bien empleada, de soprano lírica ancha, hábil en los reguladores y en las medias voces. Puede que le falte a la italiana algo de fuerza, de anchura, pero su arte es sutil y convincente. A su lado figuran Mario Malagnini, Juan Jesús Rodríguez y Elena Casina. Alfonso Echeverría, Tío Bonzo, y José Ruiz, una vez más, Goro, ponen la nota entrañable. Son artistas muy veteranos, expertos, fieles servidores de este tipo de papeles. El segundo ha cantado al liante casamentero japonés, con su bien timbrada voz tenoril, en decenas de ocasiones. El coro de la ópera de Bilbao y la Sinfónica de Euskadi completan estas funciones a celebrar los días 18, 21, 24 y 27 de febrero. La producción, de la ópera de Tel-Aviv, lleva la firma de Christopher Alden.