Música

Bayreuth

Comienza la Tetralogía de Thielemann

20 julio, 2006 02:00

Nina Stemme y Robert Dean Smith en el montaje de este año de "Tristan e Isolda". Foto: Jochen Quast

El Festival de Bayreuth se pone de tiros largos con el estreno de la nueva producción de La Tetralogía de Wagner. En unos días se sabrá quién va a ser el protagonista de esta edición, si el director de orquesta Christian Thielemann o el octogenario Tankred Dorst, debutante en la ópera pese a ser una de las grandes figuras del teatro germano.

Cada vez que en la Colina Sagrada se inaugura una nueva edición de la Tetralogía es un gran año para Bayreuth. Los más entregados a la causa wagneriana aguardaban con fruición la propuesta que se suponía estaba elaborando y madurando el director de cine danés Lars von Trier -el travieso fundador del grupo Dogma-. Una mente y un talento rompedores como los suyos eran en principio idóneos para despertar las conciencias de los dioses y para dar un nuevo giro o vuelta de tuerca a las esencias sacrosantas, violadas, para bien, pese a todo, a finales de los setenta, por otro rupturista como Chereau. Mucho ha llovido desde entonces y la verdad es que la idea materialista del francés, a quien daba la réplica en el foso Boulez, sigue teniendo notable validez. Ese Anillo no ha sido superado probablemente por los Hall y demás recreadores de la saga en el Festspielhaus.
Las posibilidades de que la nueva Tetralogía pueda hacer olvidar lo que de bueno tuvieron las anteriores son una incógnita. Tras la espantada del danés, que no se consideró capaz, según dijo, de meter mano a un asunto tan intrincado y ambicioso como el que se ventila en la obra maestra de don Ricardo, el encargo ha recaído en el dramaturgo y director de escena alemán Tankred Dorst, una de las grandes personalidades del teatro germano que, pese a sus ochenta años cumplidos, nunca se había acercado a la ópera. Pese a todo se supone que estará al tanto de la profusa mitología de la que nace el Anillo y de que sabrá dar a la historia una visión actual y sustanciosa. Las incógnitas se despejarán a partir de finales de este mes, cuando comienza el nuevo Festival.

En buenas manos. La cuestión musical, y ahí radica el verdadero interés y la curiosidad del aficionado melómano, se ha depositado en las manos del alemán Christian Thielemann, un maestro en progresión, todavía falto de depuración en el dominio y control de las dinámicas, pero de planteamientos constructivos muy seguros, en la estela de la más rancia tradición directorial germánica. Frank Philipp Schlüßmann se ocupa de la escenografía y Bernd Skodzig de los figurines.
Falk Struckmann, un barítono de carácter, de instrumento templado y timbre penetrante, será Wotan, que hoy es encarnado por este tipo de voces, de estuche menor y proyección relativa. Algo aplicable al resto de los cantantes que aparecen en esta nueva producción. Siegmund es el lírico Endrik Wottrich, hasta hace nada un destacado David de Maestros. Sieglinde la norteamericana Adrianne Pieczonka, de voz rica pero aún en crecimiento. Siegfried, Stephen Gould, que no mueve tampoco a entusiasmos. Menos todavía la soprano que ha sido elegida para Brönnhilde, la también estadounidense Linda Watson, que no dio la talla, por falta de densidad y cuerpo, de metal y consistencia, años atrás como Ortrud y que tampoco ha entusiasmado que se diga en la Tetralogía parisiense de Eschenbach/Wilson.
Subsisten producciones de años anteriores, como el horrendo, sanguinolento y caprichoso Parsifal de Christoph Schlingensief, que dirige en lo musical el cumplidor Adam Fischer; el sugerente Buque fantasma de Claus Guth, fantasioso e imaginativo, con Marc Albrecht, un maestro firme en el foso, o el Tristán e Isolda de Christoph Marthaler, de ambiciosa simbología y estatismo algo cargante, gobernado ahora por la batuta del práctico Peter Schneider, cuya mejor baza sigue siendo la Isolde de la tierna Nina Stemme, una voz aún muy lírica aunque en crecimiento hacia las alturas.

Quizá lo único que le faltaba al berlinés Christian Thielemann para ascender definitivamente a las estrellas era esta oportunidad de dirigir la Tetralogía. No es un recién llegado a Bayreuth, donde ha puesto ya de manifiesto su talla como coordinador de acontecimientos dramáticos, en donde parece encontrarse más a gusto que en el desvelamiento de estructuras meramente sinfónicas. No es músico refinado y no domina por completo el secreto de las delicadas dinámicas, pero tiene el pulso seguro y una mente clara para ordenar el discurso. Es capaz de plantear tempi y fraseos desde ángulos insólitos.