Música

Miquel Poveda

“El flamenco no es una cárcel. Si no te equivocas no avanzas”

21 diciembre, 2006 01:00

Miguel Poveda. Foto: Carles Llull

Viene de triunfar en la última Bienal de Sevilla. El cantaor Miguel Poveda (Barcelona, 1973) presenta el próximo mes en el Auditori de su ciudad su sexto disco, Tierra de Calma, con el que visitará también el XV Festival Flamenco Caja Madrid. En esta entrevista, esta figura clave de la nueva generación flamenca habla del papel actual de este arte.

Sevilla ha descubierto sus secretos a Miguel Poveda -considerado el músico flamenco joven de más clara proyección- y él le ha respondido con Tierra de calma, un disco a dúo con el compositor y guitarrista Juan Carlos Romero. Independiente, dinámico y seductor, sin llegar a ser un iconoclasta, rompe los estereotipos y supera a base de inteligencia las trampas de los lugares comunes. Con seis títulos publicados, Poveda (Barcelona, 1973) ha asumido unos parámetros que lo sitúan al otro lado de la imagen trivial del tópico y es una figura clave en las nuevas generaciones de artistas flamencos.

-¿Es Sevilla esa tierra de calma?
-En esta etapa de mi vida, tanto personal como artísticamente, sí. Aquí he fijado mi residencia y he retomado la actividad discográfica con esta nueva obra que, en realidad, es compartida con Juan Carlos Romero, un músico que me sedujo cuando lo vi trabajar, intentando buscar alternativas musicales a una serie de estilos.

-¿Puede definir Tierra de calma?
-Es un regreso a casa, donde encuentro el reposo después del ajetreo que conlleva esta profesión, sobre todo cuando se participa en proyectos ajenos a mi música de partida, que es el flamenco: actuar con una orquesta de cámara, interpretar la copla con Martirio, colaborar con Santiago Auserón, cantar tangos con Rodolfo Mederos. Después de toda esa vorágine quería volver a la calma de mi música, a una tierra de serenidad, que en este caso es Sevilla.

Por otras músicas
-¿Un cantaor flamenco debe transitar por otras músicas?
-Yo lo paso bien y me veo capaz de asumirlo y de equivocarme, porque si no qué sentido tiene estar vivo y querer avanzar. Si no te equivocas, no avanzas. El flamenco no es una cárcel que me impida aproximarme a otros ámbitos musicales; es mi casa, de la que puedo salir cuando quiera y regresar lleno de experiencias enriquecedoras.

-En la última Bienal de Sevilla, y como final de La puerta abierta, le vimos bailar con Isabel Bayón un castizo y ajustado pasodoble ¿Fue esa una experiencia enriquecedora?
-(Risas) Isabel, que es una bailaora elegante, de la escuela sevillana, me propuso cantar en ese espectáculo, pero con un requisito: tenía que bailar con ella el pasodoble. La verdad es que para mí fue un reto y me provocaba desasosiego, porque estoy acostumbrado a cantar en una silla, y bailar es otra cosa. Bueno, en el fondo te diré que es una frustración, ya que -y esto apenas lo he contado- comencé bailando y mi madre nos llevaba a mis dos hermanas y a mí a una academia de Barcelona.

-Pero cada vez se mueve mejor por el escenario, con más soltura y fascinando al público ¿Cómo se adquiere esa habilidad?
-El escenario es mi hábitat natural, donde más cómodo me siento, aunque todavía tengo muchos nervios porque cada vez adquieres más responsabilidad y compromiso con tu música. Pero a mí me agradan las sensaciones que se producen en un escenario e intento transmitir y establecer una correspondencia con un público de distintas culturas. Los dos o tres primeros minutos que estás ahí arriba es como una batalla que tienes que ganar para que entre el público y el artista no haya ninguna barrera.

-Siempre ha escogido muy bien sus letras, ¿cómo valora la estructura literaria en el flamenco después de haber cantado a los poetas del 27?
-Los poetas son una vía muy importante para poder comunicarme, porque, teniendo en cuenta la actual decadencia en las letras flamencas, necesito esas palabras. El flamenco ha recogido la lírica popular que se refleja en los textos que cantaban los maestros de antaño, con un lenguaje muy llano cargado de poesía. Me parece admirable que en un simple fandango, por ejemplo, se pueda recoger tantísima información. Hay muchos poetas andaluces que han seguido esa tradición y los flamencos no han tenido más remedio que recurrir a ellos para poder expresarse.

Portavoces de la gente
-¿Cuál es la actitud de un cantaor ante los problemas actuales, algunos de ellos sangrientos y dolorosos?
-El hecho de hacer flamenco no significa que estemos aislados. Vivimos en el mundo, y los que tenemos el don de saber cantar debemos usar la música pensando que también somos portavoces de la gente. No me quedo impasible ante lo que ocurre en este planeta. Hay unos versos de Narcís Comadira que dicen: "tenemos la boca seca/ de pedir la justicia y la libertad…". Recuerdo que cuando leí ese poema me había manifestado en Barcelona contra la invasión de Irak, y claro, esa expresión era perfecta porque la gente se desgañitaba gritando paz y, al final, nos obligaron a una guerra que ha tenido unas consecuencias terribles. Hay que estar sensibilizados con lo que ocurre, y comprometerse.

-Siendo un estudioso de las distintas épocas y corrientes estéticas del flamenco, ¿qué periodo le interesa más?
-Todos han sido importantes. En los primeros tiempos, los artistas tenían libertad para crear y se iban formando los estilos, pero sólo unos pocos estaban en condiciones de asumir la profesionalidad y ganarse la vida en los escenarios; la mayoría se veían obligados a cantarle a los señoritos y pasar calamidades. Paradójicamente, componían letras y músicas maravillosas. Luego surge la gran generación de La Niña de los Peines, Tomás Pavón o Caracol, lo que ocurre es que todo esto lo asocias a tiempos oscuros, guerras, hambre, pobreza y franquismo. Con la transición aparecen las nuevas propuestas de Camarón y Morente y la voluntad de llegar al gran público. Es cuando los músicos de otros géneros se acercan al flamenco y unos lo enriquecen y otros no tanto.

El flamenco hoy
-Es un cantaor de nuestro tiempo, ¿cómo ve la situación actual del flamenco?
-Por un lado, el flamenco está de enhorabuena porque nunca como ahora se ha encontrado presente en tantos festivales internacionales, en teatros y programaciones de gran prestigio, con un público fervoroso y entregado. El caso de Japón es increíble, en toda Europa, en Latinoamérica, en Estados Unidos, con un ciclo flamenco en el que se agotan las localidades con meses de antelación. Hemos adquirido una enorme notoriedad, porque el flamenco es una música de culto, de las más grandes en el universo de la expresión artística. Pero, como aficionado, me produce mucho pesar que desaparezcan todas esas grandes figuras que nos están dejando últimamente y que eran nuestras referencias: La Paquera, Valderrama, Chocolate, Fernanda, El Mono, Turronero… Creo que los jóvenes nos vamos quedando huérfanos. Ahora h ay menos personalidad que antes y eso me asusta, pero es necesario luchar para que esto no ocurra, porque aún existen muy buenos artistas.

Cataluña flamenca

La memoria del exilio impregna la realidad social e histórica del grupo de jóvenes músicos flamencos nacidos fuera de la tierra de sus padres, hombres y mujeres andaluces, castellanos, extremeños o murcianos que, entre las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, tuvieron que emigrar en busca de mejor fortuna. Nombres tan significativos como los de las cantaoras Mayte Martín (arriba, en la imagen), Ginesa Ortega o Montse Cortés, el del cantaor Duquende (abajo), o guitarristas de la talla de los hermanos Cañizares, José Luis Montón o Juan Gómez Chicuelo, forman ese brillantísimo conjunto de artistas, la mayoría de ellos venidos al mundo en localidades que forman el cinturón industrial de la capital catalana. Miguel Poveda, natural de Barcelona, de padre murciano y madre manchega, de la localidad de Puertollano, publicó en 2005 Desglaç, un emocionado homenaje a los poetas del territorio que dio cobijo a sus progenitores. En 1993 fue galardonado con el acreditado Primer Premio o Lámpara Minera en el Festival Internacional del Cante de las Minas, una circunstancia especialmente reveladora, que significó el inicio de su vibrante y diversificada carrera profesional. Hizo cine con Bigas Luna, interpretó música contemporánea en la obra para orquesta y voz, con textos de Alberti, Poemas del exilio, fue artista invitado en el montaje de La vida es sueño, de Calderón, presentado por Calixto Bieito, y ha participado en el Festival Flamenco USA, en el de Cultura y las Artes de Ramallah, en el Musicora de París o en el Internacional de Edimburgo.