La locura de Wozzeck llega al Real
El coliseo estrena la ópera de Berg en montaje de Bieito
11 enero, 2007 01:00Wozzeck en la producción de Calixto Bieito. Foto: Antoni Bofill
El Teatro Real estrena en los próximos días las dos óperas compuestas a partir del Woyzeck de Georg Böchner. La primera y más célebre, el Wozzeck de Alban Berg, obra fundamental del siglo XX, llega mañana en una nueva coproducción con el Liceo firmada por Calixto Bieito. Josep Pons se pondrá al frente de un reparto de calidad donde destacan las voces de Angela Denoke, Johann Tilli y Jon Villars. La segunda, casi desconocida y debida a Manfred Gurlitt, se escuchará los días 21 y 23 de este mes.
Médico y literato
Georg Böchner (Darmstadt, 1813 -Zörich, 1837), médico y literato, prematuramente fallecido a los 23 años, conoció el caso en su infancia y tuvo, posteriormente, oportunidad de leer el informe clínico del Dr. Claros, publicado el año de la ejecución, 1824. Böchner, que a los 15 años ya lideraba la estudiantil "Sociedad de los Derechos Humanos" de Darmstadt, marchó a Estrasburgo y a Giessen para especializarse en medicina, tarea que compaginó con densas lecturas sobre la revolución francesa y la defensa de las clases más necesitadas, cada vez más vinculado a asociaciones políticas radicales, para las que escribió un opúsculo en el que instaba al campesinado a derrocar al Gran Duque de Hesse, lo que le llevó a ser perseguido. Completada la carrera, obtuvo la plaza de profesor de anatomía en la Universidad de Zörich, ciudad donde comenzó a redactar su drama social Woyzeck, que quedó inconcluso a su muerte, producida por una infección tifoidea en febrero de 1837.
Böchner, padre de una obra forzosamente concisa -todos sus textos apenas suman las 250 páginas-, ha ejercido, empero, una influencia progresiva tras su muerte. La música, además, ha hallado en sus textos vivero creativo incesante: Woyzeck, desde La muerte de Dantón -musicado por Gottfried von Einem-, hasta su relato corto Lenz -base de la ópera de cámara de Wolfgang Rihm Jacob Lenz-. Woyzeck, por su parte, describe la bajada a los infiernos de un "hombre pobre"; el Woyzeck de Böchner no ha dejado el ejército, sino que subsiste como soldado raso, objeto de las manías del capitán y de los experimentos del médico, unido físicamente a Marie, prostituta con la que ha tenido un hijo y que trata de escapar de la miseria que los circunda en una aventura con el Tambor Mayor del batallón del protagonista. La de Böchner se erige así en la primera gran obra germana en donde los protagonistas son proletarios, y en la que el mundo se divide en dos grupos antagónicos, explotadores y explotados.
Böchner dejó un total de 27 escenas para Woyzeck, pero no ultimó la obra en su integridad. Un tercer personaje iba a resultar fundamental en esta saga, el literato -novelista y editor- alemán de origen sefardita Karl Emil Franzos (1848-1904), primer responsable de una edición crítica de las obras de Böchner, publicada en 1879. Franzos descifró la escritura de Böchner -el texto de Woyzeck había quedado en manuscrito-, pero además completó algunas de las escenas y hasta reescribió otras. Pero Franzos interpretó erróneamente la grafía del nombre del protagonista y lo llamó Wozzeck. Con ese título, la versión de Franzos llegó a la escena en 1913.
Obra inacabada
Fue entonces cuando un joven músico, Alban Maria Johannes Berg (Viena, 1885-Viena, 1935) descubrió la que estaba llamada ser la obra de su vida. En los años inmediatos, Wozzeck se representó en diversos teatros alemanes, y también atrajo la atención de otro músico en Bremen, el compositor y director de orquesta Manfred Gurlitt. Sólo en 1922, una nueva edición de las obras de Böchner, debida a Fritz Bergemann, devolvía la ortografía del título al Woyzeck original; aunque Berg llegó a conocer esa edición, su versión operística de la obra estaba casi acabada, y prefirió no alterar la grafía del nombre ni modificar las enmiendas de Franzos.
De hecho, Berg había completado en 1921 una partitura iniciada en 1914, poco después de haber presenciado, el 14 de mayo, en la Residenzböhne, la primera representación en Viena de la pieza. La Gran Guerra había interrumpido el trabajo --Berg fue llamado a filas y sirvió temporalmente en el frente de Hungría, pero su resquebrajada salud obligó a devolverle a Viena, concretamente al Ministerio de la Guerra dentro de los servicios auxiliares-, y sólo pudo retomar la tarea compositiva en 1918.
En 1922, el año de la nueva versión revisada de las obras de Böchner, Berg pudo publicar la partitura de su obra, costeada la edición por Alma Mahler, la viuda del compositor, a quien la ópera está dedicada. El inmediato calvario fue conseguir que un teatro de ópera se interesara por representar una obra que, ya antes de haberse escuchado una nota de la misma, se empezaba a tildar de "inejecutable". El director de orquesta Hermann Scherchen sugirió al compositor la redacción de una suerte de suite sinfónica de la obra, que pudiera ir abriendo horizontes a la ópera: fue este artista quien presentó en Frankfurt, el 14 de mayo de 1924, las Tres escenas de Wozzeck para soprano y orquesta, que tuvieron un éxito inmediato. Erich Kleiber, manifestó su interés por dar a conocer la obra en la Staatsoper de Berlín, y con un plan riguroso de trabajo -que incluía 100 (!) ensayos- presentó la composición el 14 de diciembre de 1925 con Leo Scötzendorf y Sigrid Johanson.
Asombro de Berg
El éxito, incluso ante el asombro del propio compositor, fue enorme, y Wozzeck cambió la vida de Berg, que adquirió en meses un renombre internacional y dedicó buena parte de los años siguientes a recorrer Europa supervisando las representaciones de su ópera. Wozzeck llegó a Praga en 1926, a Leningrado en 1927, a Oldenburg en 1929, y Berg pudo presenciar la obra otras 25 veces durante lo que quedaba de vida (la incomprensible extirpación casera de un forúnculo, a cargo de su esposa Heléne, degeneró en una septicemia que lo llevó a la muerte el 23 de diciembre de 1935).
De las 27 escenas redactadas por Böchner, Berg seleccionó 15, en una estructura de tres actos que agrupaba cinco escenas en cada uno, dentro de un perfil global de forma Sonata; en él, cada acto incorporaba, a su vez, formas musicales más pequeñas: cinco "piezas de carácter" en el primero, una "sinfonía en cinco movimientos" en el segundo y seis "invenciones" (contando el famoso, sobrecogedor Interludio) en el tercero. Y es que con Wozzeck cambió, para siempre, la historia de la ópera.
El otro Wozzeck
"Langsam, Wozzeck, langsam". "Despacio, Wozzeck, despacio". Quienes escuchen por vez primera el Wozzeck de Manfred Gurlitt pueden asombrarse de que las dos óperas, ésta y la de Berg, empiecen igual, pero, una más entre las muchas coincidencias, los dos autores, responsables ambos de la adaptación del texto fragmentario de Böchner -15 escenas en Berg, 19 en Gurlitt-, optaron por abrir sus óperas con la secuencia en que el mísero soldado afeita al neurótico capitán… que no es la primera en ninguna de las ediciones del texto.
Extraño sino el de Manfred Gurlitt (Berlín, 1890-Tokio, 1973), cinco años más joven que Berg, al que sobrevivió 38, músico progresista denunciado por los nazis como "Bolchevique de la cultura", que vivió en Japón desde 1939 hasta su muerte, y que empezó a componer su Wozzeck en 1920 sin tener noticia de que Berg andaba inmerso en el mismo proyecto. Gurlitt acabó su obra en 1925 y pactó su estreno en la ópera de Bremen, de la que era director musical, para abril del 26; el músico se quedó perplejo cuando supo que en diciembre de ese 1925 se estrenaba en Berlín "otro" Wozzeck, pero no canceló las representaciones de su obra, que fue recibida con éxito… ensombrecido enseguida por la repercusión, ya a escala internacional, que obtuvo la obra de Berg.