Música

Minkowski

El polémico director afronta la gran Misa de Bach

22 marzo, 2007 01:00

El director de orquesta Marc Minkowski con Les musiciens du Louvre

Tenemos de nuevo en España al ubicuo director francés Marc Minkowski, uno de los fenómenos mediático-musicales más asombrosos de los últimos tiempos. Un músico de gran solvencia a quien le salieron los dientes tocando el fagot en conjuntos de tanta alcurnia como Les Arts Florissants, la Chapelle Royal, el Clemencic Consort o la Grand Ecurie et la Chambre du Roy. Estudió dirección Charles Bruck y de seguir enseñanzas en centros como el de Dirección de Orquesta Pierre Monteux de Hancock, Maine.

Todo ello le ha ido formando y sirviendo como base de actuaciones y de lanzamiento, que se produjo relativamente pronto, en 1982, cuando nuestro músico contaba tan sólo 20 añitos. En ese momento fundó, obsesionado como estaba por los instrumentos originales, el grupo al frente del cual ha ganado una bien justificada fama: Le Musiciens du Louvre, formado por instrumentistas de un nivel extraordinario, con el que se metió de hoz y coz en el repertorio barroco y clásico: mucho Marais, Charpentier, Lully y Rameau, no poco Haendel y bastante Gluck. óperas tan poco frecuentadas del primero, como Teseo, Amadigi, Riccardo I y Ariodante o del segundo, como Armide, junto a otros títulos más habituales, fueron haciendo su repertorio, que no ha dejado de crecer y que empezó a buscar nuevos territorios en 1997, cuando Minkowski y sus huestes se trasladaron a Grenoble en donde se produjo una fusión con la Orquesta de Cámara de esa ciudad. Enseguida el director hizo su primera aparición en el festival de Salzburgo con El rapto en el serrallo.

Se abría así el camino para zascandilear a lo largo y ancho de Europa y para ampliar aún más el radio de acción geográfico, estético y estilístico. Ha visitado ya nuestro país en varias ocasiones y ha actuado en diversas plazas, en las que ha dejado constancia de su rigor, su mando espartano, su sonoridad, algo cruda, y por un sentido rítmico fustigante y a veces discutiblemente demoledor, que no está reñido con la delicadeza de tratamiento de las frases líricas o con un cuidado tratamiento del factor tímbrico. Su curiosidad no conoce límites y está recorriendo casi todas las esquinas del repertorio, desde el siglo XVII a nuestros días, con su orquesta y otros conjuntos, antiguos y modernos.

Interpretación a lo grande.
Pero tiene dos creadores a los que admira particularmente por su respectiva perfección, Monteverdi y Bach. Uno de sus más recientes proyectos tiene que ver con el Cantor de Santo Tomás, cuya música tocó -cantatas, pasiones, suites- en los comienzos de su carrera y al que siempre deseó volver. Lo hace ahora a lo grande en algunas ciudades de Francia y en España con la Misa en si menor, esa magna obra construida con fragmentos un tanto heterogéneos provenientes de distintas épocas pero que posee una grandeza espiritual excepcional; y que Minkowski quiere resaltar aplicando en su interpretación un criterio muy restrictivo. En efecto, el director parisino parte de un orgánico en el que el coro queda reducido a una parte por voz, siguiendo en este aspecto los criterios del musicólogo Joshua Rifkin. Con ello se pretende recuperar la pureza de líneas, la aireación polifónica originales, la limpidez de texturas que procuran ese sentimiento elevado y claro que se supone era el que emanaba de aquellas primigenias interpretaciones en la iglesia de Leipzig en las que Bach tenía que arreglarse con lo que tenía; y lo que tenía era, efectivamente, por lo común, un coro de niños -a veces uno por parte-, casi nunca bien afinado. Este acercamiento es, sin duda, discutible, porque siempre cabe preguntarse qué habría hecho Bach si hubiera podido elegir entre ese desmedrado coro y uno mayor y bien conjuntado.

En todo caso, habrá que estar ojo y oído avizor ante esta propuesta, que lleva consigo, como es lógico, el empleo de un grupo orquestal en proporción. Los solistas vocales -que cantarán las arias y harán las partes del coro, por tanto- son Joanne Lunn, y Blandine Staskiewicz, sopranos, Philippe Jaroussky, contratenor soprano, Nathalie Stutzmann, contralto, Emiliano González Toro (ginebrino de padres chilenos) y Markus Bruts el director-, que unas gotas de cinismo à la Altman no hubieran sino jugado en contra del sentimiento nostálgico que recorre la propuesta (y que, contra todo pronóstico, funciona a la perfección).