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Bonney & Schwanewilms
Madrid y Valladolid reciben a dos voces de la lírica en alza
13 diciembre, 2007 01:00Las soprano Anne Schwanewilms y Barbara Bonney
Con una carrera ascendente y paralela, llegan a España Anne Schwanewilms y Barbara Bonney. La primera para debutar el lunes en el Ciclo de Lead de la Zarzuela; la segunda, para dar un recital el martes en el Auditorio de Valladolid.
Por su parte, Barbara Bonney (Nueva Jersey, 1957), que ha cantado repetidamente en nuestro país, estudió canto y violonchelo. En el Mozarteum de Salzburgo trabajó la voz con Walter Raninger y debutó en Darmstadt en Las alegres comadres de Windsor de Nicolai. Enseguida comenzó a interpretar partes de "soubrette", bien que su voz prometiera cosas mayores. No fue por tanto raro que abordara muy pronto partes como las de Cherubino, Lucieta en I quattro rusteghi de Wolf-Ferrari o Sophie de Rosenkavalier.
Schwanewilms es una lírico-spinto tendiendo a lírica plena. No es el suyo un timbre dotado de un metal refulgente. No obstante, el color, con un cierto tinte gutural, es grato y la extensión más que suficiente para encarar esas tremebundas partes straussianas. Es musical, sin especiales brillos expresivos y de correcta y nunca desbordante emotividad. Sin duda, el programa elegido para el lunes se adapta bien a su estilo. Incluye pentagramas straussianos: varios lieder de distintos opus, entre ellos los enigmáticos Tres de Ofelia de la op. 67. El concierto, en la Zarzuela, se completa con seis canciones de Das Knaben Wunderhorn de Mahler.
Bonney, una lírico-ligera de muy cálido timbre y de notable frescura en sus comienzos, es ahora una lírica de mayor tonelaje, de más ancho centro y menos fáciles agudos, y que ha perdido buena parte de la tersura inicial. Pero es cantante de recursos y de variado espectro. Su recital en Valladolid el próximo martes servirá para que puedan comprobarse estos extremos. Cierra asimismo con música de don Ricardo: los Cuatro últimos lieder. Antes habrá cantado Grieg, un autor en el que se especializó tras su matrimonio con Hakan Hagegard y siete lieder de Schumann del gozoso año 1840.
Se da la circunstancia, o la casualidad, de que el pianista que acompaña a ambas cantantes es el británico Malcolm Martineau, un excelente instrumentista y resistente a pruebas como ésta.