Música

Miscelánea

5 junio, 2008 02:00

John Eliot Gardiner. Foto: Paco Ayala

[Publicado el 5 de junio de 2008]

Gardiner en Juventudes Musicales
En esto de programar es muy importante la dimensión que podríamos denominar fantasiosa: echarle imaginación, buscar cosas nuevas, distintas, de interés musical intrínseco. Y, además, planificar de manera coherente y, si es posible, didáctica, aunque sin pasarse; discretamente. Nos parece que el programa que el concierto que se anuncia para hoy en el ciclo de Juventudes Musicales de Madrid, en el Auditorio Nacional, a las 19,30, es un modelo al respecto, ya que incluye tres obras religiosas o pararreligiosas que componen un tríptico compacto y denso, bien que las líneas y texturas que las constituyen sean por lo general airosas y elegantes. Abre la sesión la singular Misa nº 2 de Bruckner, estrenada en Linz en 1869 bajo la dirección del mismo pío creador. Obra bien estructurada, de planteamientos de cierto arcaísmo, como lo demuestra el hecho de que fue escrita para un coro de ocho voces mixtas y una orquesta formada exclusivamente por vientos: 2 oboes, 2 clarinetes, 2 fagotes, 4 trompas, 2 trompetas y 3 trombones. El espectro tímbrico es así de lo más atractivo, abrupto y despojado, conciso y enjuto; menos espectacular que la más conocida nº 3, esta Misa es, sin embargo, muy intensa y estricta. Dos obras del siglo XX la acompañan. En primer lugar los cuatro Motetes para un tiempo de penitencia de Poulenc, de 1938-39, destinados a un coro mixto a cappella. De ellos, es especialmente importante el tercero, Tenebrae factae sunt, el más trágico y grave. El concierto se cierra con el Réquiem op. 9 de Duruflé, que proviene de la unión de una serie de paráfrasis para órgano. Se conocen tres versiones: una para gran orquesta y órgano, de 1947, otra para órgano solo, y una tercera para conjunto reducido, de 1961. Una partitura de gran refinamiento, en la estela de la de Fauré. Las huestes de John Eliot Gardiner, es decir el Coro Monteverdi y los English Baroque Solists, son los encargados de llevar a buen puerto este magnífico programa. La dulzura de las voces femeninas es muy apta para traducir las gratas armonías de la última composición, de sonoridades a veces tan irreales. Y el mando suave, elegante, de discretos perfiles de la batuta, el idóneo.

Waltraud Meier clausura el Ciclo de Lied
Llega al Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela uno de los ciclones operísticos más avasalladores de las últimas décadas, la mezzosoprano Waltraud Meier (Wurzburgo, 1956), una cantante de rara emotividad, dotada de un poderoso instrumento de tintes dramáticos, de rico metal, de reflejos guturales. Su Isolde es una de las grandes de estos tiempos, aunque a veces se resienta de una cierta cortedad de tesitura, con apuros en la zona alta: quizá nunca debió abandonar la estricta cuerda de mezzo. El fuego que despide su garganta se encuentra algo empequeñecido en recital, en donde no puede expandirse a sus anchas. No obstante hay que estar muy atentos a este concierto del 10 de junio, en el que sin duda su carnoso timbre podrá hacerse oír en lieder de Schubert, entre ellos Erlkünig, y de Strauss, entre ellos Caecilie. El pianista es Josef Breinl, nuevo en la plaza.