Image: El Teatro Colón vuelve a la vida

Image: El Teatro Colón vuelve a la vida

Música

El Teatro Colón vuelve a la vida

Stefano Ranzani dirigirá La Bohème en la gala de apertura

21 mayo, 2010 02:00

Interior de la sala principal restaurada del Teatro Colón de Buenos Aires.

Después de tres años y medio de obras, que han velado por mantener la mejor acústica del mundo, el Teatro Colón de Buenos Aires abre sus puertas al público con una nueva producción de La Bohème.

El Teatro Colón de Buenos Aires es un monumento al realismo mágico. Historias íntimas y hazañas generacionales impregnan sus pasillos hasta llegar al último de sus camerinos, donde un día se instalaron Saint-Saëns, Stravinski, Richard Strauss, Mascagni o Falla. Sus 102 años de vida han dado gloria a Caruso, Gigli, Lauri-Volpi, Callas o Nilsson, que acudían a las funciones en barco y pasaban largas temporadas en la capital porteña. Plácido Domingo o Teresa Berganza son la memoria viva de un coloso cuya perfecta acústica hacía de las buenas noches un agujero en el calendario, pero que también arruinó carreras a cuenta de un falsete.

Tres años y medio después de que se iniciaran las obras, y tras varios retrasos, el Colón reabre sus puertas este lunes con una función de gala de La Bohème de Puccini a cargo del maestro Stefano Ranzani y el regista Hugo de Ana. Complicaciones de todo tipo -injerencias políticas, reajustes presupuestarios y el corralito- han impedido que la reinauguración coincidiera con su centenario, el 25 de mayo de 2008, pero a cambio se celebrará la víspera de los fastos por los 200 años de la independencia argentina. "El Colón es el faro que ilumina la vida cultural de Buenos Aires", cuenta Pedro Pablo García Caffi, director general y artístico del coliseo. Asegura que desde su nombramiento, en febrero de 2009, ha cambiado la lectura por el mono de obra. "He dejado aparcado a Steiner y me he hecho un experto recuperador de bronces. Pero ahora entiendo más la ópera".

La parte contratante
Hacía 40 años que el Colón no recibía una mano de pintura. Una obra general y 60 restauraciones independientes han dado más que para un simple lavado de cara. Recuperación de la fachada, carpintería exterior, aire acondicionado y medidas de seguridad homologadas son sólo algunos capítulos de la "parte contratante de la primera parte", un caos de licitaciones, adjudicatarios, operarios y constructores que han bailado al son de las subvenciones del alcalde de la ciudad, Mauricio Macri. En total, 1.100 trabajadores por día y un presupuesto de 100 millones de dólares, contando los dos años de obras quedan todavía. Hasta entonces, las temporadas serán de siete óperas (2010), nueve (2011) y finalmente 14, su velocidad de crucero.

Transatlánticas serán a partir de 2012 las programaciones porteñas. Porque además de los acuerdos con las casas de ópera de Chile, Brasil y Uruguay, el Teatro Colón comparte una misma vocación hispánica con el Teatro Real. Gérard Mortier va a ceder los decorados de una Aída de Verdi y se ha hablado ya de la posibilidad de coproducir a algún autor del siglo XX. "Nos interesa mucho la música de Mario Perusso y Osvaldo Golijov. Y tenemos en el punto de mira los textos de García Marquez, Borges o Julián Marías".

Los cambios estructurales del teatro afectarán sustancialmente a su cuerpo estable. No sólo porque se haya aprovechado el tercer subsuelo para habilitar el añorado Instituto Superior de Arte y alojar el Centro de Documentación, la Biblioteca y el Museo, de donde un día desapareció un bastón de Puccini. También porque se ha reducido la plantilla de 1.360 empleados a 808. "Hemos querido optimizar la población de trabajadores en busca de un equilibrio entre la calidad y la cantidad de nuestras producciones".

Pero si algo ha quitado el sueño al equipo de arquitectos de esta obra faraónica ha sido la preservación de una acústica que combina ingeniería italiana con acabados franceses, pero que nadie sabe a ciencia cierta a qué obedece. Por eso, cada movimiento de butaca ha ido acompañado de una medición y la recuperación del telón se ha encargado a los artistas Guillermo Kuitca y Julieta Ascar. "Espero que después de todo el esfuerzo -concluye García Caffi- los argentinos aprendamos a cuidar de lo nuestro y el teatro aguante otros cien años más".