Image: Internet se cuela en la ópera

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Música

Internet se cuela en la ópera

Nico Muhly prepara la partitura del primer drama lírico inspirado en el universo web

28 mayo, 2010 02:00

El compositor norteamericano Nico Muhly.

Philip Glass lo dio a conocer y él se abrió paso a golpe de éxitos en un sello independiente. Ahora el Met y la English National Opera han encargado a Nico Muhly su primera ópera, Two Boys, cuyo argumento narra un suceso criminal vía internet.

Un día La Fura dels Baus convierte Los troyanos de Berlioz en un drama informático y todos entienden que internet tiene cabida en la ópera. Suena a perogrullo, pero lo cierto es que pocos se han atrevido a dar el salto a esta "tercera dimensión" argumental que ofrecen las nuevas tecnologías, y desde luego ninguno tan decidida y temerariamente como Nico Muhly (Vermont, 1981). Hace unas semanas que el Metropolitan de Nueva York y la English National Opera (ENO) de Londres le han encargado una ópera, que se estrenará la temporada que viene. Titulada provisionalmente Two Boys, recoge los testimonios de una historia real que se desarrolla en el ciberespacio pero que no escatima en artillería de thriller. "Los crímenes en internet me resultan fascinantes porque son específicos de mi generación", dijo el compositor, de 28 años, durante la presentación del proyecto, cuyo libreto ha sido encargado al guionista y dramaturgo Craig Lucas. El argumento en cuestión describe el escabroso episodio de un niño de 14 años que en 2004 consiguió hacerse pasar por espía para, vía chat, inducir al asesinato a un compañero de colegio. "Recuerdo haber leído la noticia en la BBC online. Nadie daba crédito a lo sucedido porque la gente sigue sin entender que la red es sinónimo de mentiras pero también de infinitas posibilidades".

Estilo politeísta
De mirada tímida y gestos atropellados, Nico Muhly podría parecer sacado de una comedia británica si no fuera porque ni es británico ni responde al perfil de "tipo corriente sin demasiadas pretensio- nes". Sólo hace falta echar un vistazo a su palmarés académico (Columbia, Julliard), visitar su myspace o leer los últimos posts de su blog para entender que encarna más multitudes que el mismísimo Walt Whitman. Protegido de Philip Glass y estrecho colaborador de Björk y Anthony and the Johnsons, Muhly se inició en la música como corista en varias agrupaciones de Rhode Island, Brooklyn y Manhattan. Se dice fanático de la música sacra del siglo XVI (John Taverner, Thomas Weelkes, William Byrd) pero su estilo es politeísta: del minimalismo de Cage a la electrónica de Noto sin desdeñar los arreglos indies con los que se abre paso en toda suerte de festivales. Su ejecutoria ha llegado hasta Hollywood, donde ha trabajado en las bandas sonoras de Las horas, Diario de un escándalo o El ilusionista, y, ya emancipado de Glass, como autor de la música de The reader. Cuesta encasillarle y por eso John Berry, director artístico de la ENO, le augura un futuro prometedor como compositor de ópera.

A dos teclados
Se ha mantenido inflexible el norteamericano a las ofertas de las grandes casas discográficas y ha encontrado un remanso de creatividad en los términos contractuales del sello independiente Bedroom Community. Un gran interrogante se cierne sobre Two Boys y una partitura llena de posibilidades. Con una mano en cada teclado (en la izquierda, el piano, y en la derecha, el ordenador) Muhly puede sacar mucho jugo al dilema analógico-digital que se desprende del libreto. Él mismo se define como un híbrido, un nostálgico de los casetes que consulta el correo cada minuto y conoce bien los peligros de la hiperrealidad. "En la red todo es engañoso. Nunca sabes realmente con quién hablas o compartes información. En ese sentido, Internet es como el baile de máscaras de Don Giovanni, donde los campesinos se confunden con los nobles". Lejos del tibio conservadurismo de Prima Donna, el reciente debut operístico de su colega Rufus Wainwright, todo apunta a que Two Boys será tan sugestiva en su resultado como original ha sido su planteamiento. Habrá que esperar al estreno, las críticas en los tabloides y, claro, los comentarios en Twitter.