La mítica Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam.

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  • Uno de los grandes lujos de la actual temporada de Ibermúsica es la nueva visita de la Royal Concertgebouw Orchestra de Amsterdam, que actuará en Baluarte de Pamplona el próximo día 10 de enero, en el Palau de la Música de Barcelona el día 11, y en el Auditorio Nacional de Madrid el día 12. Hay que descubrirse ante un conjunto de esta solera, de tan larga y rica historia, de sonoridad tan magnífica, cuajada de claroscuros y envuelta en un espectro en el que no se sabe qué admirar más, si el terciopelo de la cuerda, la suavidad legendaria de las maderas o la redondez de los metales. Es una de las orquestas más equilibradas, más homogéneas y más capaces de atender cualquier esquina del repertorio.



    Legendaria fama

    Su mítica calidad ha venido siendo ahormada durante largos años, desde 1888 hasta nuestros días, en virtud sobre todo de haber sido gobernada por un escaso número de maestros, a cual más competente. El primero en importancia fue Wilhelm Mengelberg, que convirtió a la formación en un instrumento mahleriano de primer orden. Mucho tiempo estuvo al frente, hasta que fue sometido a un proceso de desnacificación, que le apartó de la circulación. Vino luego la también extensa era de Eduard van Beinum, nacido en el seno de la propia orquesta, a la que proporcionó un hálito espiritual y una finura expresiva singular. Bernard Haitink, igualmente instrumentista del conjunto, fue el sucesor entrados los sesenta. El sentido de la proporciones, la transparencia de texturas y la naturalidad del fraseo fueron cualidades que el joven director comunicó a la agrupación. De su mano Bruckner fue otro gran caballo de batalla. Pero las grabaciones realizadas en los 60, 70, y 80 pusieron de manifiesto que cualquier música valía para evidenciar las cualidades maravillosas del grupo. Riccardo Chailly tomó el relevo y su eclecticismo mantuvo el pabellón bien alto.



    El testigo le recogió hace pocos años Mariss Jansons, que ha potenciado la orquesta. En esta ocasión viene gobernada por otro de los directores de moda, el ruso Semyon Bychkov, de legendaria técnica de batuta y capaz de vencer todo tipo de dificultades. Shostakovich es una de sus especialidades; y es precisamente la tremebunda Sinfonía n° 11 del compositor, El año 1905, la que figura en los atriles de esta sesión, que se completa con el un tanto dulzarrón pero bello Concierto n° 1 de Bruch, donde habrá de lucirse el violinista norteamericano Joshua Bell.