Helmut Lachenmann.
Este viernes arranca la XV edición de Musicadhoy en el Auditorio Nacional de Madrid. A lo largo de siete jornadas de conciertos, se abordarán algunas de las obras fundamentales de Helmut Lachenmann, compositor clave de la revolución musical del siglo XX.
La música de Helmut Lachenmann (Stuttgart, 1935) sueña más que suena. Como un deseo: siempre dos pasos por delante de quien lo formula. Así funciona la vanguardia que nutre los programas del ciclo Musicadhoy, que esta tarde arranca en el Auditorio Nacional su XV temporada con el monográfico Universo Lachenmann. A lo largo de siete jornadas hasta el 22 de junio, importantes solistas, directores, conjuntos de cámara y orquestas abordarán un catálogo de obras fundamentales del compositor alemán. "Un héroe del siglo XX y un genio del XXI". Así lo describe Xavier Güell, impulsor de Musicadhoy desde sus comienzos y responsable de algunos de los más importantes estrenos de música contemporánea que se han celebrado en Madrid en los últimos años. Morton Feldman, Luigi Nono, Galina Ustvólskaya, Sofia Gubaidulina, Iannis Xenakis o György Ligeti han pasado por sus programas entre asteriscos que anuncian, a pie de página, los "estrenos absolutos".
De Lachenmann, en concreto, se han estrenado varias obras de cámara (Ausklang...) y, hace dos años, su polémica y compleja ópera La cerillera, que mezcla la fábula romántica de Andersen con reflexiones de Leonardo da Vinci hasta convertir a la pequeña vendedora de fósforos en una terrorista suicida de la Baader Meinhof. Su estreno -retrasado varias veces después de que le robaran el coche con las partituras dentro- causó conmoción en Alemania, donde sus feligreses se citaron a las puertas de la Ópera de Hamburgo para protestar por la escasez de entradas disponibles.
También en Madrid Lachenmann cuenta con su propio séquito contemporáneo y varias generaciones de alumnos dicen haber superado la barrera del sonido en sus clases. Según Güell, "Lachenmann debe ser entendido como un viaje a través de paisajes sonoros que nos hace partícipes de un proceso único de transformación". Bajo el paraguas de la música concreta de Pierre Schaeffer, un joven estudiante de la Escuela de Darmstadt de los años sesenta decidió explorar en las más insondables latitudes musicales. Buscaba el sonido de un grifo mal cerrado, el rumor de una cañería a medianoche o el tañido de una pelota de ping-pong sobre un tablero. Luego, se quedaba con la esencia del ruido y eliminaba la fuente que lo había producido. "Al público le resulta extraño escuchar el sonido fuera de su contexto, como parte del lenguaje musical", explica Lachenmann. "Y ésa es precisamente mi intención: tratar de que el arte desconcierte siempre a quien lo percibe". Hoy, cualquier ordenador es capaz de generar, combinar y amplificar toda clase de efectos. Pero en aquella época en la que Lachenmann abrió su laboratorio a la imaginación había que grabar cada ruido en una banda magnética y, con papel y celo, ir montándolos después en una especie de moviola. No en vano se ha dicho que es el Kulesov de la música a propósito de las posibilidades estéticas y, en algún caso, hasta psicotrópicas, de sus collages.
Los paraísos perdidos
El concierto de esta tarde gira en torno a Got lost (2008), su primera obra para voz y piano. La soprano Sarah Maria Sun y el solista Yukiko Sugawara abordarán, además, otras partituras "colin- dantes" de Ravel (Chansons populaires I-IV), Schönberg (Das Buch der Hängenden Gärten) y Manuel Hidalgo (Zwei Lieder), uno de los alumnos aventajados de Lachenmann. Recuerda el compositor malagueño que, con 21 años, escuchó Accanto (1975-76) por la radio. "Me topé, de pronto, con un lenguaje totalmente nuevo que me hizo dejarlo todo para seguir sus pasos por Hannover y Stuttgart". Corrían los años ochenta, y muchos ya habían tachado a Lachenmann de negativo, complicado, adorniano y rojo. "Afirmaciones ridículas, que tienen más que ver con la necesidad periodística de poner nombre a las cosas que con la realidad de las mismas. No hay misterios intelectuales, morales o políticos en mis partituras". Quizá por eso a nadie deja indiferente. Frente a los que ni siquiera lo consideran compositor, Enrique Morente solía decir que era el único contemporáneo inteligible. "Que mi música no se entienda no tiene por qué ser un problema. El público escucha con la memoria y la música se hace música con el tiempo".
El 22 de febrero, José Ramón Encinar dirigirá a la Orquesta de la Comunidad de Madrid durante la segunda cita del monográfico. Interpretarán Notturno (1966-67) y Schreiben (2003), además de la Metamorfosis de Richard Strauss que da nombre al concierto. "Su música -nos explica Encinar- es tan única en su manifestación que se ha visto obligado a redactar un glosario de términos para la ejecución de sus obras. En él se especifica, por ejemplo, la parte de la baqueta con que se debe rozar una zona concreta del timbal o la manera en que hay que friccionar el arpa sobre el violín".
En abril, el Cuarteto Arditti usa a Beethoven y Nono para fondear las aguas de su Grido. Además, en las cuatro sesiones del programa SON, los días 8 y 9, Musicadhoy toma el pulso a los jóvenes compositores y artistas sonoros españoles para los que Lachenmann es hoy el referente que un día fue para César Camarero, José María Sánchez-Verdú, Alberto Posadas, Elena Mendoza o Mauricio Sotelo.
Aprender a pensar
Carlos Bermejo no se siente epígono del que fuera su profesor durante dos años en Stuttgart, pero no olvida ninguna de sus lecciones. "Lachenmann no me enseñó a ser él, sino a pensar y a tener mi propio criterio. Aún recuerdo que, el primer día de clase, me inquirió: ‘Además de ruiditos extraños, ¿podrías hacerme una obra en do menor?". Soonest mended de Bermejo abrirá el 30 de abril una jornada conducida por el Ensemble Recherche, que incluye una obra de otro alumno suyo, Mark André (zum staub sollst du zurückkehren), junto a Streichtrio y Allegro Sostenuto. El 27 de mayo, el pianista Nicholas Hodges se ocupa en solitario de Serynade y dos obras más de Nono (...sofferte onde serene...) y Debussy (Études. Libro I). Y, el 22 de junio, Musicadhoy se despide con un concierto de la Orquesta Sinfónica de Radio Televisión Española en manos de Matthias Hermann con dos obras de gran formato (Double. Grido III y Accanto) y Jeux (Poème dansé) de Debussy. "Un día", recapitula Güell, "Musicadhoy se convirtió, como la música de Lachenmann, en un sueño. Esperemos no despertarnos nunca".
El siglo XX, ruido a ruido - Edgar Varèse, 1910. En Ionisation se escucha una sirena que anuncia el principio de una nueva experiencia sonora.
- Luigi Russolo, 1913. De su Intonarumori, o máquina de ruidos, salieron los grandes himnos del futurismo más visionario.
- ‘Alex' Mosólov, 1926. La fundición de acero es un ostinato político que mezcla instrumentos con ruidos de una fábrica.
- Béla Bartók, 1927. Se considera que el primer pizzicato (o pellizco al violín) se produjo en su Cuarteto de cuerda n° 4.
- John Cage, 1936. Metió tornillos, pinzas y trozos de goma dentro del instrumento hasta "patentar" el piano preparado.
- P. Schaeffer, 1948. Incorporó a la vanguardia los ruidos de trenes y coches, que mezclaba con otros efectos cotidianos.
- Olivier Messiaen, 1952. Le merle noir es una pieza para flauta basada el canto de un mirlo, sonido que desarrollaría más tarde.
- K. Penderecki, 1960. En su Threnody to the Victims of Hiroshima los violines se tocan dietro il ponticello: por detrás del puente.
- Steve Reich, 1993. The Cave, su primera ópera, empleaba grabaciones de entrevistas a personalidades religiosas.
- K. Stockhausen, 1995. Cuarteto para cuerdas y helicóptero es una obra de altura que se estrenó a 700 metros del suelo.