Música

Gerard Mortier

“La ópera es una forma de imposibilidad”

1 julio, 2011 02:00

Gerard Mortier. Foto: Javier del Real.

Las 22 toneladas de cúpula que albergará el Madrid Arena desde el 6 de julio para las funciones de la ópera San Francisco de Asís de Olivier Messiaen serán un hito en la historia del Teatro Real. Con seis horas de duración, 21.500 localidades y un plantel de 250 músicos y cantantes, es la gran apuesta de la temporada. Una traca final antes del verano que tiene el sello de su director artístico, Gerard Mortier, con el que hemos hablado.

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  • No lo ha tenido fácil Gerard Mortier (Gante, 1943) desde que asumiera el cargo de director artístico del Teatro Real en enero de 2010. En estos 17 meses ha perdido un 13% de abonados (a cambio de otro 6%), ha sufrido una reducción del 30% del presupuesto público para los tres primeros años (que ha compensado con una importante captación de mecenazgo) y ha sido objeto recientemente de una campaña de acoso y derribo en Facebook bajo el lema "Por la supervivencia de la ópera: Mortier, dimisión". Cualquiera podría pensar que el gestor belga va camino de convertirse en (otro) mártir del dogmatismo musicológico de Madrid si no fuera porque todo parece formar parte de una minuciosa maniobra de "proselitismo lírico" que busca el abucheo más que el aplauso. No ha venido, asegura Mortier, a "ofrecer respuestas complacientes, sino a formular preguntas incómodas". Sabe el ex intendente del Festival de Salzburgo que cada fila de butacas que se vacía durante el descanso es una línea en las crónicas de la prensa internacional, que sigue más de cerca que nunca la actividad del Teatro Real. He aquí la paradoja de un hombre mediático que no usa internet; que viaja en metro y almuerza en el Ritz; que habla con Dios y se cita a escondidas con los nibelungos.

    -¿A qué obedece su devoción por Messiaen?
    -Junto a Berg, Stravinsky y Schönberg, es uno los grandes compositores del siglo XX. Lo admiro no sólo como músico, también como pedagogo. Debo reconocer que lo descubrí bastante tarde. Fue al llegar a Salzburgo que Peter Sellars me animó a recuperar una obra que, por su propia naturaleza, sólo puede darse en circunstancias muy especiales.

    -¿Qué relevancia tiene hoy la figura de San Francisco?
    -Es un personaje de transición, entre la decadencia del catolicismo del Medievo y los nuevos valores. Su figura encaja en el salto del siglo XX al XXI. Fue hijo de comerciantes, pero se dedicó a los leprosos. Hoy estaría buscando soluciones a los indignados. Su religión no es la del pecado y el castigo, sino la de la belleza y la alegría.

    -¿Es usted creyente?
    -Fui educado en la vanguardia intelectual de los jesuitas flamencos. A los 17 años leíamos a Sartre, a Camus, a Nietzsche. Pronto entendí que algo falla en una comunidad tan vinculada a los signos de poder. Ahora soy anticlerical. Me interesan los mundos espirituales de la antroposofía de Steiner, San Francisco y una idea de Dios que tiene que ver con la mirada de las personas.

    -¿Se arrepiente de algún "pecado" en el Teatro Real?
    -Lo que dije sobre las voces españolas fue manipulado. Me refería en realidad a que a menudo se confunde un color oscuro con la fuerza dramática, lo que ha malogrado la carrera de muchos cantantes, que se desgañitan con Puccini, que es un verdadero serial killer de las voces, y desatienden a Mozart.

    -¿Qué quiere transmitir al público con este montaje?
    -Quiero hacer reflexionar sobre la pérdida de valores. La gente está atrapada por el consumismo y el sentimiento de propiedad. Es su reacción contra el miedo. A mis 67 años, todavía no me he comprado una casa ni tengo un coche a mi nombre. Al concierto de la Escuela Reina Sofía de El Pardo fui en bus desde Moncloa. Mi mayor placer es pensar y pasear.

    -Perdida la batalla de Bayreuth, ¿hay razones para creer que Mortier quiere montar su propio festival en Madrid?
    -La ópera es una forma de imposibilidad. Para esta producción se han tenido que dar unas condiciones muy favorables. La cúpula ha sido cedida y la orquesta viene financiada por la radio. No sé si podremos repetir algo así. Y no quisiera que la Arena de Madrid fuera L'Arena de Verona ni Orange. No habría más Toscas [cierre de esta temporada], sino obras de la modernidad, como Die Soldaten de Zimmermann o Moses und Aron de Schönberg.

    -¿Y tiene planes de la envergadura de San Francisco para la Sinfónica de Madrid?
    -La orquesta titular está haciendo un trabajo sensacional. Lo mismo que el coro, que ha necesitado seis meses para este Messiaen. Sólo una orquesta como la SWR de Cambreling, curtida en el repertorio contemporáneo, puede asumir un reto de estas dimensiones. Pero tengo otros planes para la Sinfónica de Madrid. Haremos Schönberg y tengo en mente un Wozzeck. Trabajarán duro.