La compositora rusa, durante un ensayo. Foto: Fernando Marcos.

Esta tarde arranca la 27 edición del Festival de Alicante, cuya programación celebra el 80 aniversario de Sofia Gubaidulina y tiene previsto el estreno de 14 obras de encargos. Paralelamente, tendrá lugar el II Encuentro Profesional de Música Contemporánea.

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  • Hoy abre sus puertas el 27 Festival de Música de Alicante, en el que tiene singular importancia el segundo Encuentro Profesional de Música Contemporánea, cuyo objetivo es intensificar la promoción, difusión e interpretación de la música contemporánea española mediante un mayor y mejor contacto entre los profesionales del sector.



    Como siempre, uno de los capítulos básicos lo constituyen los estrenos absolutos, que este año ascienden a diez; siete por encargo específico, que llevan la firma de Jacobo Durán-Loriga, Vicent Berenguer, Jordi Orts, Francisco J. Molina, Eduardo Soutullo, Íñigo Giner y Emilio Calandín. Han de sumarse las obras ganadoras del concurso para jóvenes y los dos adscritos a la creación radiofónica, donde interviene Radio Clásica de RNE y que este año nos trae una obra de Carlos Duque.



    El nivel de los intérpretes es digno de consideración. En lo sinfónico citemos a la Orquesta Nacional, con Nacho de Paz, la Joven Orquesta Nacional, con el prometedor Jordi Bernàcer, y la Orquesta Sinfónica de RTVE, con Arturo Tamayo, en un homenaje a Gerardo Gombau y Gonzalo de Olavide. En el terreno visual son muy atractivas las citas con la ópera de cámara Vanitas de Salvatore Sciarrino, el espectáculo callejero Desordances_3 de Dani Pannullo y la performance concebida por Concha Jerez y José Iges.



    Es importante la celebración del Año Dual España-Rusia 2011, que da pie a la inclusión de partituras creadas por músicos originarios de Rusia o de la extinta Unión Soviética. Se aprovecha este pie para celebrar el octogésimo aniversario de Sofia Gubaidulina (Tatarstán, 1931), compositora de ascendencia tártara de la que podrán escucharse cuatro partituras: la orquestal Fairytale Poem, las camerísticas Concordanza y Detto II y el concierto para acordeón bayán Fachwerk, la más reciente de todas ellas, en la que interviene el instrumentista creador, el noruego Geir Gausvoll.



    Gubaidulina ha construido desde el principio una música humanista, cargada de una expresividad casi religiosa. Su alfabeto está cargado de rasgos sonoros originales que se suelen referir a una idea o programa interno. Para ella no existe la música absoluta. "Incluso en un cuarteto de Haydn o Beethoven -explica a El Cultural- los temas son el programa. La música vocal también tiene programa, que viene determinado por las palabras cantadas. Casi todos los compositores intentan dar a sus obras un título que las relacione con la correspondiente idea compositiva, que, a su vez, puede ser entendida como programa". No cabe duda de que ese "sentido oculto" está muy conectado con el fervor casi religioso que anima los pentagramas de esta singular creadora, para quien ésta es una cuestión delicada, "en tanto que la religión no es parte del mundo terrenal, pero puede estar detrás de la concepción formal de la obra".



    La influencia de Shostakovich, nunca discutida, fue esencial. "Sus palabras me han dado hasta hoy fuerza para vivir y para componer. Supusieron una gran ayuda, una constante en mi existencia y me marcaron el camino de la independencia frente a un posible control del estado, que de alguna manera sigue influyendo, aunque he de decir que no conozco a fondo la actual situación de mi país, pues hace 20 años que vivo fuera".



    Poco ha cambiado en su larga carrera el estilo compositivo de Gubaidulina. "Contrariamente a otro tipo de creadores, como Arvo Pärt, no ha habido en mi obra ninguna apreciable mutación estilística, porque he ignorado por completo el mundo exterior. Para mí, lo principal es mi interior, mi condición mental. Mis esfuerzos se han dirigido siempre a no dejarme influir por el hecho de que mi país se desplomara o por haberme trasladado de Kazán a Moscú para continuar mis estudios, o por fijar mi residencia en una pequeña ciudad alemana. Estas circunstancias pueden haber modificado mi rumbo vital, pero no mi estética. Si miro hacia atrás, compruebo que todavía compongo hoy como solía hacerlo en mis tiempos de conservatorio".