René Jacobs, durante un ensayo. Foto: Elisabeth Careggio.

El director belga guía el domingo y el martes a la orquesta berlinesa de instrumentos originales por la Sinfonía 104 de Haydn, las dos Romanzas para violín y orquesta y las infrecuentes Criaturas de Prometeo de Beethoven.

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  • René Jacobs (Gante, 1946) es asiduo visitante de nuestro país, donde en tiempos lo escuchamos como contratenor, actividad a la que se dedicó tras sus inicios como escolano y de licenciarse en filología clásica. Años más tarde, llevado de su amplio conocimiento de la música barroca y clásica, se pasó con armas y bagajes a la dirección de orquesta, en la que se ha abierto franco camino. Un estricto respeto al estilo, sin temores de proyectarlo hacia el futuro, y una minuciosa elaboración del material musicológico le permiten estar a la cabeza en las descubiertas más arriesgadas, en las que da muestras de unas incombustibles vitalidad y animación rítmicas, de elocuencia fraseológica, de pulsación vivificante y constante.



    Y eso que su imagen en el podio no es precisamente atractiva. Parece un extraño pájaro a punto de iniciar el vuelo. Sus movimientos, flexiones de piernas e inclinaciones de torso incluidas, son a veces exagerados, aunque sabe mantener el latido de la música gracias a una magnífica concepción del ritmo, que va marcando con rápidos y minuciosos pespuntes de su corta batuta. Ha buceado prácticamente en todas las esquinas del repertorio vocal de la segunda mitad del siglo XVII a principios del XIX. Sus aproximaciones a Mozart arrojan una muy nueva luz.



    El domingo, día 13, y el martes, día 15, podrá verse a Jacobs en el Palau de la Música de Valencia y en el Kursaal de San Sebastián, respectivamente, esta vez con la compañía de la Akademie Für Alte Musik de Berlín, fundada en 1982 como alternativa a las instituciones musicales de financiación estatal de Berlín Este. Toca instrumentos de época, como otros de los conjuntos con los que Jacobs suele colaborar y con los que también nos ha visitado, como es el caso del Concerto Köln o la Orquesta Barroca de Friburgo.



    El interés de esta convocatoria se duplica por la configuración del programa. Junto a la Sinfonía 104 de Haydn, la última del catálogo del compositor, síntesis por tanto de saberes, diáfana estructura y cima de la forma sonatística, elegante y nerviosa, grácil y fluida, y de las dos Romanzas para violín y orquesta de Beethoven, con Bernhard Forck como solista, se sitúa una composición nada frecuente, que se constituye así en lo más atrayente de la función: el ballet Las criaturas de Prometeo, también de Beethoven, del que se suele escuchar únicamente, y de tarde en tarde, la obertura.



    Partitura larga, premiosa a ratos, posee una envergadura indudable y unos valores melódicos y rítmicos de primer orden. Las criaturas de Prometeo nació del encuentro en 1800 del genio de Bonn y el coreógrafo Salvatore Viganò, bailarín y escenógrafo napolitano. El título original era Los hombres de Prometeo, ballet eroico allegorico en el que se contemplaba uno de los temas más queridos a la cultura neoclásica: el de la educación, con largo desfile de musas y el Parnaso al fondo.



    Tempestad orquestal

    Dieciséis números componen la obra, precedidos de la mencionada obertura, originariamente denominada Tempestad, que incluye a poco de empezar un sorprendente acorde de séptima dominante y que contiene un motivo de las maderas, que siguen una línea imitativa y nerviosa, en el contexto de una música tradicional libre de verdaderas sorpresas, algunos instantes de verdadero relieve, como el solo de violonchelo del número 5, la Pastoral del 10, las breves series de variaciones del 14 y el 15.



    Son evidentes las influencias de Gluck -de su ballet Don Juan- y Haydn. La obra, dedicada a Marie Christine Lichnowsky, fue estrenada en el Teatro Imperial de Viena en 1801. Hasta 1864 no se publicó, por Breitkopf & Härtel, la partitura. Uno de los temas principales fue recogido pocos años después por Beethoven en las gigantescas variaciones del finale de su Sinfonía Heroica.