José Ramón Encinar dirige un ensayo de la ORCAM. Foto: Carlos Miralles.

¿Qué tienen en común Adriano Banchieri, Richard Strauss y José Manuel López López? Según José Ramón Encinar, la mesa y el mantel. Lo demuestra el lunes en una velada gastronómica junto a la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.

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  • Haydn compuso para banquetes reales, Rossini renunció a la ópera por la cocina y hay alusiones a la rica trucha en El oro del Rin de Wagner. La relación entre la música y la gastronomía es tan antigua que el primer instrumento que se conoce, una flauta de 35.000 años, fue tallado en uno de los restos óseos de una "barbacoa paleolítica". De la misma manera que los hermanos Roca han incluido un menú sinfónico en su carta michelin, Luis de Pablo reconoce que sus tríos son un "diálogo entre el ajoarriero y el pilpil de un bacalao".



    La Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid y su titular, José Ramón Encinar, han tomado nota y el lunes abordarán en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional un programa-menú que indaga en las aportaciones culinarias de tres compositores. "La ORCAM había profundizado en la relación de la música con la naturaleza, la ciencia o la pintura, pero la gastronomía era una disciplina pendiente, y hemos querido plantearla desde tres estéticas bien distintas", sostiene el director.



    A modo de entrante, Encinar servirá Festino nella sera del giovedì grasso avanti cena de Adriano Banchieri (1568-1634), cuyos jugosos versos interpretan figuras de la comedia del arte. "Se trata de una obra puramente vocal, a cinco voces, perteneciente al género madrigal dramático, posible antecedente de la ópera barroca".



    Las copas las llenará José Manuel López López con su obra Vino regalo divino, encargo de la Comunidad de Madrid y de la Región francesa de Borgoña que plantea un diálogo entre el tiempo de la fermentación y la alquimia del timbre instrumental a través del calendario de las cosechas. "La obra arranca con una onomatopeya que imita el descorche de una botella y continúa con referencias a los textos vinícolas de Platón, Galileo, Shakespeare, Baudelaire o Tirso de Molina". A través del uso temático de la lluvia o menciones a los talleres de la vid y a las bodegas, López López nos "adentra en el oficio de la viticultura con una partitura que, además, no embriaga si la tocas muchas veces", bromea.



    En el intermedio del concierto se abrirá la cantina. Dentro de la sala sólo está permitido el consumo de chicles y caramelos para la tos, aunque cada vez son más frecuentes espacios como el Queen Elizabeth Hall de Londres, donde se puede beber una cerveza mientras se escucha a la Orchestra of the Age of Enlightenment. "Todo lo que sirva para ayudar a conectar con los nuevos públicos ha de tenerse en cuenta, pero me cuesta imaginar la música de Debussy o Chopin sonando entre copas...". En su opinión, la música clásica anda sobrada de protocolo en otros muchos aspectos. "Cada vez soy más partidario, por ejemplo, de que la gente aplauda entre movimientos si le apetece y le sale".



    Richard Strauss, autor de Essensmusik (música gastronómica) y de los manjares de El burgués gentilhombre, se ocupa del postre. Schlagobers (que significa nada montada) es un manual de repostería combinado con varias tazas de café y de té. La mala fama de este ballet de 1924 entre el público vienés ha impedido su estreno en España hasta ahora, que llega en una versión de suite orquestal. "La crítica no le perdonó el conservadurismo de El caballero de la rosa, que suponía una ruptura con el avanzado lenguaje de sus dos óperas anteriores, Salomé y Elektra". También se le reprochó la similitud argumental con El cascanueces. "Sin embargo, hoy sabemos que Strauss compuso Schlagobers cinco años antes de que se estrenara en Viena la obra de Tchaikovsky".