Mientras el gigante EMI ha sido engullido por Universal y Sony, Google ha lanzado un órdago a iTunes, Amazon y Spotify. El Cultural ha hablado con varios expertos sobre el futuro de la música clásica, que ya pasa por la autoedición y la distribución a través de internet.

La reciente compra de EMI por Universal y Sony y el lanzamiento de Google Music en Estados Unidos han vuelto a poner en jaque a la industria discográfica. "La irrupción de Google en el negocio de la música en streaming [sin necesidad de descarga] va a cambiar las reglas del juego mucho más de lo que lo hayan podido hacer iTunes o Amazon", vaticina el crítico y musicólogo Norman Lebrecht. "Si yo fuera un virtuoso del violín me preguntaría qué sentido tiene firmar hoy con un sello cuando puedo vender más y mejor con Google como distribuidor".



Tanto es así que para Bob Singleton, ex manager de EMI Classics, "la adquisición de EMI por Universal es parte de una transición hacia la distribución electrónica". Mientras Sony pagaba 1.600 millones de euros por la editorial (EMI Publishing), que controla los derechos editoriales de las canciones, Universal se hacía por 218 millones menos con el archivo fonográfico (EMI Music). "La explicación es sencilla", dilucida Singleton. "En un escenario totalmente digitalizado, se explotan mejor los derechos de autor que los de las grabaciones. De ahí que la fusión ponga en peligro los catálogos de música clásica". Sobre todo si tenemos en cuenta la importancia de las reediciones a cargo de grandes directores, ya desaparecidos, como Otto Klemperer, John Barbirolli, Adrian Boult y Carlo Maria Giulini. "El final de EMI", continúa Lebrecht, "contribuirá a la homogeneización de los gustos y de los precios y acabará con la impronta de una compañía con 120 años de historia".



Yves Riesel, fundador de Abeille Musique, una de las grandes distribuidoras de sellos independientes de clásico, se muestra más optimista. "La disminución de la cifra de negocio mundial del repertorio clásico no afectará a la libertad creativa". Y añade: "Universal tiene muchos artistas que ofrecer, pero hace 25 años que el 70% de las más importantes producciones fonográficas está en manos de los sellos independientes, tanto si se trataba de desempolvar el repertorio barroco como de recuperar el legado de Enescu". Riesel creó en 2007 Qobuz.com, una web de descargas y reproducción en streaming que se ha convertido en el iTunes de la música clásica. La clave está en el B2C (business-to-consumer o negocio del consumidor) y en la capacidad para recrear una experiencia artística. "Como en los años 50 y 60, donde el productor musical era un cazatalentos que no aceptaba cualquier cosa...".



Rentas de Callas y Karajan.

En las últimas décadas, la imagen de EMI remitía a los éxitos de The Beatles y Pink Floyd cuando lo cierto es que la compañía ha vivido también de las rentas de Maria Callas y Herbert von Karajan, quien solía adjudicarse el invento del cedé como una forma de reivindicar el origen de la revolución discográfica en el seno de la música clásica. Empezando por el tamaño y la duración de los cedés, que tuvo que ajustarse a los 74 minutos de la Novena que dirigió Furtwängler en Bayreuth (1951), y siguiendo por los pingües beneficios que las divas y sus maestros generaron durante décadas. La muerte el pasado 23 de abril de Norio Ogha, ex presidente de Sony y verdadero artífice del compact disc, tenía un sentido simbólico. Sin embargo, según el informe SoundScan de la consultora Nielsen, las ventas mundiales de discos físicos de música clásica han aumentado un 13% en el primer semestre de 2011 con respecto al mismo periodo del año anterior. Estos casi cuatro millones extra de ejemplares (el 2,4% del total del mercado) son una bocanada de aire fresco para un sector asfixiado. Pero abren nuevos interrogantes. ¿Cuánta vida útil le queda aún al cedé?



La noticia coincide con el último estudio del Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales, según el cual la tasa de piratería alcanzó el 98,2% en el sector musical, lo que significa que sólo 2 de cada 100 canciones que suenan son legales. Si bien es cierto que la música clásica sufre menos el efecto de las descargas fraudulentas, Peter Phillips, director de The Tallis Scholars, recuerda que todo cambió el día en que a la salida de un concierto le pidieron que firmara un cedé pirata. "Ahora nos pasa constantemente...".



Si el futuro es la autoedición, ¿por qué Daniel Barenboim y Plácido Domingo acaban de firmar sus primeros contratos de exclusividad? "Artistas de la talla de Simon Rattle o Antonio Pappano, hasta ahora en EMI, tendrán una posición privilegiada en Deutsche Grammophon y Decca [núcleo duro de Universal]. El problema lo tienen los intérpretes, directores o compositores de perfil menos millonario, que podrían verse presionados por el proceso de consolidación".



Muchos, como Philippe Herreweghe, Paul McCreesh y Peter Maxwell Davies, ya han optado por crear su propio sello discográfico. Buscan más libertad en los criterios musicológicos y un mayor control de los beneficios. El director, violagambista y productor Jordi Savall empezó en EMI en 1974 pero hace trece años que fundó Alia Vox, y desde entonces ha vendido más de dos millones y medio de discos. "En EMI teníamos un presupuesto cerrado y trabajábamos con un tiempo limitado. Si te quedaban unos ajustes que hacer en el adagio, daba igual porque el técnico apagaba las máquinas y se iba a casa. En ese sentido, el ambiente de trabajo no era muy artístico. Ahora lo controlo todo. Tengo libertad para elegir desde el contenido hasta el último grafismo de la carátula". Y asegura que no hay mejor promoción que una agenda con 160 conciertos al año. "Hemos llegado a vender 500 copias en el intermedio...".



Mientras Lebrecht considera que el background adquirido por EMI con grupos como Blur y Coldplay podría ayudar a una mejor promoción de las sinfonías y conciertos entre un público joven, para Singleton es un error adaptar la música clásica a los canales de explotación del pop y del rock, "convirtiendo el concierto en directo en el efecto y no en la causa". En esa misma línea, Savall opina que "son dos mercados incompatibles en tanto que el consumo de la música ligera es mucho más rápido y efímero".



La compra de EMI pone asimismo de relieve la manera en que el compositor ha copado la agenda de los derechos de autor. "Claro que deben estar protegidos", explica Singleton. "Pero hay grabaciones emblemáticas, como el Concierto para violonchelo de Elgar de Jacqueline du Pré, que deberían estar a salvo de los estragos del libre mercado". Por eso la Federación Internacional de la Industria Discográfica celebra la reciente decisión de la Unión Europea de aumentar de 50 a 70 años los derechos de los intérpretes. El presidente de la IFPI, el tenor Plácido Domingo, reconoce que la medida, que habían firmado más de 38.000 artistas, llega con retraso pero que "otorga a los artistas y a los productores el verdadero trato que merecen". Sobre todo en lo que se refiere al repertorio antiguo. "Hay que tener en cuenta -alega Savall- que cuando tocamos música del Siglo de Oro estamos creando una forma de interpretar que no existía antes. Por eso es importante que la Asociación de Artistas Intérpretes o Ejecutantes vele por nuestros derechos". Aunque para Savall Spotify y Google Music "desvirtúan la experiencia musical", su modelo de negocio, basado en la publicidad y en las suscripciones, podría ser la panacea del sector. "Lo que le ha sucedido a EMI le pasará a Universal algún día", sentencia Singleton. "Entonces su catálogo será engullido por un conglomerado aún más grande de medios de comunicación. De nuevo, las grabaciones estarán en peligro y los grandes perjudicados no serán tanto los artistas como los oyentes".