Renée Fleming y Christoph Eschenbach, durante un concierto en el Festival de Ravinia. Foto: Patrick Gipson.

El maestro alemán y la soprano estadounidense desgranarán esta tarde un programa germánico en el Auditorio Nacional. El domingo, Fleming, protagonista del último Capriccio de Decca, ofrecerá un recital en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid.

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  • En los últimos años la soprano estadounidense Renée Fleming se ha convertido en una de las indiscutibles divas del presente firmamento vocal. Ahora, cuando se encuentra en la plenitud de una dorada cincuentena, su arte se ha hecho más maduro, más sólido, es capaz de abordar nuevos repertorios, aunque sus medios vocales ya no posean, como es lógico, la frescura de antaño. Aun así, siempre es un regalo ver y escuchar a dama tan elegante y bella, a cantante tan probada y versátil. También la hemos visto ejercer de presentadora de algunas de las retransmisiones para el cine desde el Metropolitan de Nueva York, su sancta sanctorum.



    La actividad de la soprano es febril. Esta tarde actúa en Madrid y el domingo en Valladolid. A la primera cita, dentro de la serie Arriaga de Ibermúsica en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, está convocada para un concierto muy germánico en el que Christoph Eschenbach dirige a la Orquesta Filarmónica de Londres. Se interpretan la obertura de Tannhäuser de Wagner, la Sinfonía n° 7 de Beethoven y, como eje central, los Cuatro últimos lieder de Richard Strauss, una de las especialidades de la norteamericana, que ya tuvo ocasión de cantarlos en Madrid en 1996 acompañada por James Levine y la Orquesta del Metropolitan.



    Son lieder en los que Fleming ha ido profundizando y alcanzando una notable perfección desde sus propios atributos, tan distintos a los de una Elisabeth Schwarzkopf o una Lisa Della Casa, grandes defensoras en el pasado de esta música. La muestra la tenemos en la grabación discográfica publicada por Decca hace un par de años, en la que junto a ella se sitúan la Orquesta Filarmónica de Múnich y el director Christian Thielemann.



    Se trata de una prueba más del exquisito y ligeramente relamido estilo de la intérprete, sin duda una de las principales recreadoras de la música straussiana. Ha sido y es, por ejemplo, una magnífica Madeleine, la protagonista de Capriccio, última ópera del bávaro. Las bondades de su personificación quedaron demostradas en la reciente producción de abril de este año del Met con Andrew Davis en el foso. La innata musicalidad de la cantante se percibe en su detallista y matizada visión de la dama. Algo que se puede comprobar de nuevo con la contemplación del DVD recién salido de los hornos de Decca. "Después de un crossover como Dark Hope mi voz necesitaba volver a Strauss, recuperar su punto de equilibrio y saborear la calma", cuenta la cantante a El Cultural: "Y Capriccio es como un canto de cisne, toda una sentencia operística en la que Strauss se sincera por última vez con el público".



    El montaje de John Cox del Metropolitan guardaba las esencias de una partitura que plantea el eterno dilema entre la música y la palabra. "Creo que al final es la música la que gana. El último solo de trompa es un homenaje a los músicos, y más concretamente a su padre, Franz Strauss, que fue trompa solista en la Ópera de la Corte de Múnich". Para Fleming el pequeño formato de la partitura y del libreto exige un lugar algo más recogido que el escenario del Met. "Las óperas de cámara se disfrutan mucho mejor en ediciones en DVD que al abrigo de los grandes teatros".



    La aventura verista

    En el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid, la soprano, que prepara una grabación de música francesa del siglo XX, defenderá un recital variado, junto a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León al mando del peruano Miguel Harth-Bedoya. Fleming abordará un programa exigente, con composiciones de Barber, Herrmann, Strauss, Elgar, Mozart, Franck, Verdi, Cilea, Leoncavallo y Puccini. Algunos de estos autores han entrado a formar parte del repertorio de la cantante recientemente, una vez ha visto que su voz, lírica en origen, había evolucionado a lo lírico-spinto. Lo demostraba hace unos meses con Verismo, toda una aventura discográfica. "Si decidí lanzarme al verismo fue porque eché un vistazo a mi repertorio y no encontré apenas títulos. Era algo completamente nuevo para mí ¡después de todos estos años! Y en ese sentido suponía un reto enorme zambullirme por vez primera en la zona más dramática de mi voz, lejos de mis recursos líricos".



    Estilo a prueba de bomba

    No cabe duda de que la inteligencia de Fleming consigue con frecuencia hacernos pasar por el aro de su óptica piezas vocales que piden instrumentos de un metal más dramático y un estilo más desgarrado. Pero ella se lleva el gato al agua ejerciendo sus innegables poderes vocales con flexibilidad y donosura. Es una artista de enorme corrección musical y de admirable aplicación, dotada de una sensibilidad evidente y de un olfato estilístico a prueba de bomba. Variados son sus colores vocales, conseguidos finamente gracias a una técnica respiratoria de primer orden, que la faculta para la realización de exquisitos reguladores de intensidad. Canta con sentido y con verdad; y sacando partido a una voz importante por su satinado brillo, su carnosidad, su extensión, su flexibilidad y su sentido de la frase.



    Son características que han abonado su fama y que le han permitido aproximarse incluso, sin perder su personalidad, al mundo del pop. Todavía se escuchan los ecos del éxito de su disco titulado Dark Hope aparecido la pasada primavera, bautizado por la soprano como "visita a un nuevo universo paralelo que contiene una selección intrépida" de temas muy diversos de Cohen, Mason o Gabriel, entre otros. Artista por tanto de mil caras, que no se arredra ante nada y todo lo supera con profesionalidad y paciente estudio.



    En muchas de sus correrías por las distintas sendas de la música vocal la ha acompañado el mencionado músico alemán Christoph Eschenbach, antiguo pianista y hoy renombrado director. "Me debo a la música desde que con 11 años tuviera una intensa experiencia viendo dirigir a Wilhelm Furtwängler. En ese momento, comprendí lo que era y lo que quería llegar a ser", sostiene el titular de orquestas como la de Filadelfia o la de París, hoy en el podio de la Nacional de Washington y siempre conectado con el Festival de Schleswig-Holstein. Son muy estimulantes sus discos, siempre para Decca, que ofrecen la colaboración entre la soprano y el director. Uno los unía en un programa de lieder de Schubert; otro los encontraba en la interpretación de fragmentos operísticos de Strauss junto a Barbara Bonney y Susan Graham, pero el resultado siempre es igual de satisfactorio.