Cristóbal Soler.

El Teatro de la Zarzuela compite esta Navidad con el concierto de Año Nuevo vienés. Su director musical, Cristóbal Soler, acompaña el martes a la Orquesta de la Comunidad de Madrid en un surtido de valses, pasodobles y polcas populares de zarzuela. La cita pretende convertirse en una tradición anual y en reclamo para nuevos públicos.

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  • El Teatro de la Zarzuela se mete de lleno en las fiestas de esta época del año con una nueva propuesta: un concierto extraordinario de Navidad el próximo martes en el que, según el director y responsable musical de la institución, Cristóbal Soler, se busca la interpretación de números inéditos de zarzuela y al tiempo se enriquece el espectáculo con elementos teatrales. Aprovechando la corrala de Los sobrinos del Capitán Grant, que permanecerá en cartel hasta el 8 de enero, se intercalan gags entre los números musicales. "Paco Mir, que es el director de escena de este título, consigue imprimir al conjunto un carácter desenfadado, divertido, simpático, propio del ambiente navideño, intentando con ello romper el convencionalismo de un concierto sinfónico y ofrecer una nueva imagen", cuenta Soler a El Cultural. Naturalmente, ha habido que realizar una importante labor de investigación para dar con algunas rarezas musicales, pues se trata "no sólo de recuperar, sino de seleccionar las verdaderas joyas de nuestro patrimonio artístico-cultural, dándoles vida mediante su interpretación y presentación al público de nuestros días".



    El programa resultante, que combina lo nuevo con lo viejo, lo inusual con lo conocido, es extremadamente atractivo. Lo componen piezas archifamosas pertenecientes a obras populares, como El tambor de granaderos de Ruperto Chapí, La Gran Vía, El año pasado por agua, Agua, azucarillos y aguardiente, La alegría de la huerta y El chaleco blanco de Federico Chueca (las dos primeras en colaboración con Joaquín Valverde), La corte de Faraón de Vicente Lleó y El niño judío de Pablo Luna, junto a otras extraídas de títulos menos frecuentados, como Las mujeres de Gerónimo Giménez, Los cocineros de Gonzalo Valverde y Tomás López Torregrosa, El niño de Francisco Asenjo Barbieri y Los arrastraos de Chueca.



    Se trata de una selección de valses, pasodobles y polcas, ritmos de danza que en algún caso son asimismo protagonistas de los célebres conciertos vieneses de Año Nuevo, de los que el madrileño, como otros que empiezan a poblar poco a poco nuestro paisaje musical navideño, es una suerte de remedo; pero con sus propias características, por supuesto.



    En cierto modo, nos pone en antecedentes de la política que va a impulsar las actividades de la nueva etapa del Teatro de la Zarzuela durante el gobierno de su recientemente nombrado director, el veneciano Paolo Pinamonti, y a las que se pliega el parecer de Soler, que sabe ya mucha gramática parda y que lleva moviéndose hace años en estos procelosos mundos a lo largo de una provechosa carrera conectada con las tablas, tanto de la ópera como del género lírico español.



    Una de las líneas fundamentales de actuación del gestor italiano es la de recorrer el repertorio en pos de nuevos títulos, desde el siglo XVII al XX, en esa senda ya iniciada en el concierto navideño y en la que se pretende contar con nombres importantes de la dirección de orquesta, como Rafael Frühbeck de Burgos, Juanjo Mena, Miguel Ángel Gómez Martínez o el prometedor Guillermo García Calvo. Aportaciones que Soler ve con agrado: "Lo mejor que le puede pasar a nuestro género lírico es que sea interpretado por maestros de relieve. Personalmente, como director musical del Teatro, me siento muy honrado en compartir la programación de la temporada con ellos".



    Son pasos tras la deseada reivindicación del género, que ha de discurrir por caminos menos trillados y que necesita de iniciativas como la de la proyectada Academia de Interpretación, de la que podrán salir, ya fogueadas, nuevas figuras del canto, especializadas en este ámbito. "Hay voces jóvenes que podrían llegar a dar la campanada, pero el secreto está en la confianza, en el trabajo y en el empeño. Somos un país de verdaderos talentos vocales, pero tam- bién los primeros que no confiamos en nosotros mismos. Creo que podríamos mejorar aún más aprovechando cantantes con experiencia en el mundo pedagógico; es un error separar la experiencia de la enseñanza. Para ello estamos diseñando también un plan de audiciones. En lo poco que va de temporada ya hemos hecho tres sesiones y quedan otras pendientes". A este respecto quizá sea necesario marcar la debida separación técnica y estética entre la zarzuela, géneros afines y la ópera propiamente dicha, aunque ha de tenerse en cuenta que unos y otros "se fundamentan en las mismas bases técnicas vocales de impostación, proyección y articulación".



    Es cierto, sin embargo, que las características no son del todo coincidentes. "La zarzuela tiene su estilo y por ello cualquier cantante no la puede cantar bien, requiere de una preparación, de una adecuación. Cuando el intérprete canta salen a relucir sus virtudes canoras, pero cuando declama debe mostrar sus aptitudes escénicas para que quede al descubierto su talento actoral. Por eso es imprescindible que el cantante de zarzuela sea además buen actor".



    Nuevas vías de estudio

    Tiene muy claras las ideas este músico, nacido en la localidad valenciana de Alcácer en 1967. Para él la zarzuela contiene en sí misma "una enorme riqueza de subgéneros y estilos que aportan multitud de matices y abren nuevas vías de estudio que nada tienen que envidiar e incluso no son comparables, por ejemplo, a lo que podemos considerar opereta europea, la de compositores como Franz Lehár o Jacques Offenbach, sin ir más lejos".



    Para Soler la llamada grande es perfectamente parangonable a muchos títulos de ópera italiana. Se cuentan no pocas obras maestras, aunque también existen numerosos productos menores. "En nuestro profuso repertorio español, en gran parte por rescatar, nos encontraremos igualmente con verdaderas obras maestras. Por supuesto, es necesario practicar una selección. La gran diferencia es que en Europa llevan décadas por delante en esta cuestión de recuperación, defensa y difusión de su patrimonio musical".



    Otra cosa es la permeabilidad entre la ópera italiana o francesa y la zarzuela. Las influencias foráneas no restan personalidad ni rasgos propios a nuestro género. "Ante un lenguaje universal como la música, y admitiendo que desde principios del XVIII existió una clara influencia italiana, las características propias del folklore español, con la tonadilla como ejemplo, la riqueza de danzas como el fandango, las seguidillas, las seguidillas boleras, los tanguillos, las jotas..., así como los giros melódicos orientales, son, entre otras razones, lo que hace inconfundibles nuestras obras en relación con las del repertorio foráneo. Tenemos, no debemos dudarlo, nuestro propio y auténtico, verdaderamente autóctono género lírico nacional. Más allá de que puedan darse conexiones o similitudes".