Image: Barenboim a la memoria de Celibidache

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Música

Barenboim a la memoria de Celibidache

El director y su Staatskapelle de Berlín dedican dos conciertos a Sergiu Celibidache en el año de su centenario.

13 enero, 2012 01:00

Daniel Barenboim durante un concierto en Madrid. Foto: Javier del Real.

Sonarán las sinfonías Tercera y Cuarta de Bruckner en la primera gran cita del año (19 y 20 de enero) de Ibermúsica en el Auditorio Nacional.

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  • Uno de los acontecimientos más importantes y significativos de la temporada musical en curso es la presencia en Madrid, los días 19 y 20 de este mes, de la Staatskapelle de Berlín en los ciclos de Ibermúsica, al mando de su titular Daniel Barenboim, intérprete dotado donde los haya, que a sus 69 años es ya toda una leyenda viviente. Sus múltiples facetas -como director, pianista, pedagogo, organizador, conferenciante y programador, su facilidad para acercarse a cualquier pentagrama camerístico, sinfónico u operístico- han hecho de él una figura rara, impar e indiscutible.

    El artista argentino-israelí ha visitado nuestro país en numerosas ocasiones, usualmente por mediación de Alfonso Aijón y siempre ha sido bien recibido y considerado. Sobre todo en aquellas sesiones en las que, descansado y con tiempo, ha podido prodigar sus habilidades ante el teclado o, al frente en los últimos años de su orquesta berlinesa, se ha recreado en el repertorio que más encaja en sus modos, de Mozart a Beethoven, de Schubert a Brahms, de Schumann a Bruckner. En esta oportunidad Barenboim y la Staatskapelle se enfrentan precisamente a dos sinfonías del gran compositor de Ansfelden, el pío organista de San Florian: la Tercera, conocida como Wagner, y la Cuarta, bautizada como Romántica.

    Se trata sin duda de sus obras más famosas, en las que las cuerdas oscuras y plenas, las maderas tornasoladas y los metales briosos, de sonoridades tan germanas, del conjunto berlinés se encuentran en su salsa y en las que las relativas deficiencias de balance y su relativo virtuosismo pueden pasar hasta cierto punto desapercibidos.

    No hay duda de que a Barenboim se le puede considerar inmerso en la acrisolada tradición y que sirve, por su cultura y manera de ver la música, una forma de hacer heredada de las antiguas y en algún caso pioneras batutas brucknerianas, a las que respeta y sigue desde sus propios presupuestos analíticos e interpretativos. Ligado a la filosofía furtwängleriana, el director circula por caminos de honda penetración, sondeando precipicios y ascendiendo a cumbres arriscadas, imbuido ya de un lenguaje y un modo de proceder respecto a los diversos parámetros que configuran las sinfonías del compositor austriaco. La Tercera, de talante tan heroico, fruto de la admiración que el músico profesaba por Richard Wagner, es un buen campo de actuación. Como lo es la Cuarta, con sus insondables paisajes.

    Estas dos sinfonías han figurado más de una vez en los ciclos de Ibermúsica. Y ambas fueron dirigidas, en años distintos, por un maestro al que Barenboim admiraba sobremanera, Sergiu Celibidache, de tan acendrada estirpe bruckneriana, y a quien los dos conciertos están dedicados, pues este año se cumplen cien de su nacimiento. En la veta místico-abstracta que le gustaba cultivar, conectada con el rotundo toque ciclópeo, el fulgor satánico de Wilhelm Furtwängler, de la casi religiosa mirada de Eugen Jochum o la espiritualidad de Eduard van Beinum, sin alejarse en exceso de la monumentalidad de Otto Klemperer. Es en esta última en la que, salvando distancias y modos, épocas y caracteres, prefiere quedarse nuestro director de hoy, que otorga además a sus exposiciones de una certera visión dramática que anima las estructuras y espolea el fraseo.

    Una vida en el podio

    Tras el primer concierto en el Auditorio Nacional, Daniel Barenboim ofrecerá este jueves una conferencia en la sede madrileña de la Fundación Juan March. Bajo el título Autobiografía intelectual, el pianista y director de orquesta argentino-israelí hablará sobre la música como parte esencial de su vida. Tiene material de sobra el cofundador de la West-Eastern Divan Orches- tra, tal y como demostró hace tres años con la publicación de El sonido es vida, unas memorias de su puño y letra en las que abordaba interesantes cuestiones, siempre en busca de la "sabiduría que deviene comprensible para el oído pensante".