Música

Ángeles Blancas en la piel de Lou Salomé

La soprano se mete en la piel de la escritora rusa en La Fenice

20 enero, 2012 01:00

La soprano Ángeles Blancas protagonizó en 2007 La voz humana de Poulenc en el Liceo. Foto: Antoni Bofill.

La soprano protagoniza desde mañana la ópera sobre la escritora rusa en La Fenice de Venecia. El nuevo montaje de Lou Salomé es un tributo a su compositor, Giuseppe Sinopoli, en el 10° aniversario de su fallecimiento.

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  • Sin miedo a los nuevos retos, la soprano Ángeles Blancas ha ido ampliando su repertorio moviéndose últimamente en el terreno de lo lírico-spinto, aunque haya hollado, generalmente con éxito, territorios fronterizos -Maddalena, Cio-Cio-San, Emilia Marty, Aida, Rachel- y se haya encaramado a lomos de partituras modernas de verdadera dificultad, saliendo con éxito del empeño. Entre ellas, La cabeza del Bautista de Enric Palomar (estrenada en 2009 en el Liceo) y Los estigmatizados de Schreker.

    No teme la cantante los problemas, vocales o escénicos. De ahí que haya aceptado sin pestañear la propuesta de La Fenice de Venecia para incorporar el papel de Lou Andreas Salomé, la escritora, psicoanalista y pensadora ruso-judía, relacionada intelectual y sentimentalmente con hombres de la talla de Rilke, Rée, Freud o Nietzsche en la única ópera de Giuseppe Sinopoli, el conocido director y compositor fallecido hace 10 años.

    La única obra escénica de Sinopoli se estrenó en el Nationaltheater de Múnich el 10 de mayo de 1981 y no se ha vuelto a representar según todas las crónicas. Una estupenda idea la de exhumarla (en este doble aniversario), que permitirá apreciar la calidad de la escritura musical, que ilustra un libreto del que fuera dramaturgo del teatro muniqués Karl Dietrich Gräwe inspirado en un texto autobiográfico de la propia Lou Andreas, Lebensrückblick.

    La partitura ofrece una visión utópica y una incuestionable riqueza tímbrica y melódica y merodea por territorios próximos a un Weill rarefacto, un Mahler pasado por el tamiz de la exquisitez o un Berg de elevado lirismo. Sinopoli emplea procedimientos de un cromatismo exacerbado, con estratégicas disonancias, pasajes rítmicos cautivadores y valses acanallados. La narración parte de un gigantesco flashback por el que van discurriendo los principales acontecimientos y los grandes amores de la escritora.

    Junto a la cantante española estará en las representaciones que se inician mañana y se mantienen hasta el 28 el director Lothar Zagrosek, a quien tan bien se le dan las músicas del siglo XX. La puesta en escena será servida por miembros de la Facultad de Diseño y Artes perteneciente al Instituto Universitario de Venecia, nada menos que con Luca Ronconi y Walter Le Moli al frente. "La fuerza está en el actor", explica la soprano. "Aunque te pongan una peluca del siglo XVII, la fuerza interpretativa será siempre la misma. Da igual si es una tela pintada o un cubo mágico. El estímulo está dentro".

    Es esta hija de cantantes un animal escénico que disfruta y labora, que trabaja hasta la extenuación sus cometidos en clara demostración de honradez profesional. Es verdad que, llevada de su fogosidad, de una creatividad a flor de piel, en ocasiones se deja ir sin que le importe que los sonidos de una voz un tanto desigual no sean puros. Son instantes pasajeros porque lo que busca es "que el instrumento esté al servicio de la interpretación, tanto si es belcanto como música antigua o Verdi. Hay una historia, una potencia detrás que trasciende más que el hecho de estar pendiente de una frase perfecta. Todo está incluido, es como un juego de seducción entre la palabra y la música".