Nada tienen en común las batutas de Zubin Mehta y Christophe Rousset, que estos días se reparten en Valencia y Barcelona dos óperas de Mozart. Los directores revelan a El Cultural algunos de los "secretos" de su receta.

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  • Coinciden en nuestras carteleras sendas producciones de dos de las óperas más famosas de Mozart: Don Giovanni en el Palau de les Arts de Valencia (a partir del día 27) y Las bodas de Fígaro en el Liceo (desde el 30). Dos muy distintas batutas se sitúan al frente. Zubin Mehta preside un montaje del veterano Jonathan Miller, con el que justamente colaboró en su primer encuentro con la partitura, lo que no deja de tener su interés. El director indio ha grabado precisamente la obra hace dos años, a raíz de unas representaciones realizadas en Tel-Aviv, con un reparto en el que figuraban algunos de los nombres que aparecen en esta nueva recreación. El director indio se inclina por un acercamiento ordenado, claro de texturas, rítmicamente variado, de dinámicas bien reguladas, nada altisonante ni grandilocuente, con fortes proporcionados, con un tempo elástico y moderado. De acuerdo con una larga experiencia atesorada en el servicio a Mozart visto con criterios modernos, para él intemporales. Como explica a El Cultural, "la clave está en la transparencia de la música del clasicismo, en contacto con el fervor compositivo de la época. La relevancia de Don Giovanni radica en su carácter social y aristocrático. No hay que olvidar que se estrenó en 1791, y que Da Ponte y Mozart hacen gritar a uno de sus personajes ‘viva la libertad' seis años antes de la gran revolución".



    En todo caso, se trata de encontrar unos tempi adecuados, a los que pueda plegarse un equipo vocal encabezado por el bajo cantante Nicola Ulivieri, muy ducho en el cometido. A su lado figuran nombres como los de Anna Samuil, Sonia Ganassi o Dmitri Korchak, sopranos y tenor ya muy rodados en sus partes de Doña Anna, Doña Elvira y Don Ottavio. La Orquesta de la Comunidad en el foso es garantía de afinación y soleado espectro sonoro.



    Muy diferente, por supuesto, será la aproximación estilística que practique Christophe Rousset a la segunda partitura, esa maravillosa construcción que es en todos los órdenes Le nozze di Figaro, a la que el clavecinista y director francés se enfrenta por vez primera para su debut en el Liceo. Los recitativos, esenciales siempre en Mozart, alcanzan en esta ópera una importancia desusada. El músico nos cuenta que busca "un sonido ideal: mucha precisión en las notas breves, en el trabajo de los stacatti, que han de ser muy crujientes. Al final, todo consiste en un juego de energías. Porque si el resultado es demasiado espeso perjudica a la expresión. Por eso hemos trabajado mucho el recitativo secco, para abundar en una mayor credibilidad emocional".



    De esta manera se puede conseguir un Mozart ágil, vivo, nítido, que no tiene por qué ser seco ni inexpresivo, sino todo lo contrario. Mimbres tiene en sus manos -que tocarán también el clave en las partes recitadas-, los de la cada vez más disciplinada Orquesta del Liceo y un elenco vocal joven, donde destacan Maite Alberola, Ainhoa Garmendia, Maite Beaumont, Borja Quiza y Joan Martin-Royo. Todos españoles y a mucha honra. Como español es el montaje de Lluis Pasqual (estrenado en 2008 en Barcelona) y que traslada la acción a los años treinta del siglo XX.



    Genios rivales

    Excelente idea la del Liceo de programar en paralelo la espumosa partitura que es Il burbero di buon cuore del rival de Mozart Vicente Martín y Soler. El gran músico que es Jordi Savall empuña la batuta, que tendrá que mutar su habitual seriedad para dar la debida marcha al juego de enredos. En la producción de Irina Brook interviene un adecuado cuadro de cantantes, en algún caso coin- cidentes: Elena de la Merced, David Alegret, el estupendo Carlos Chausson y Véronique Gens, que interpretará dos arias de inserción de Mozart.