Música

El triunfo de la música que no se vende

Los servicios de streaming, como Spotify, cambian las reglas del juego del mercado con tarifas que dan acceso a millones de discos

3 febrero, 2012 01:00

Vista del programa Spotify, principal canal de streaming en España.

Mientras los informes de Nielsen, la IFPI y Promusicae confirman el auge del negocio digital, el sector se prepara para una transformación aun más profunda que podría acabar con la piratería. La clave del éxito ya no está en la venta de discos sino en el acceso ilimitado a contenidos. La música clásica (8% del volumen total) no es una excepción pero requiere de sus propias fórmulas. El Cultural consulta a varios expertos y entrevista a Lutz Emmerich, country manager de Spotify.

La música no volverá a ser nunca una cuestión de espacio. "Estamos preparando a la gente para que dé el gran salto: del almacenamiento de música al acceso ilimitado". Lo dice Daniel Ek, gurú de internet y cofundador de Spotify, un modelo de negocio basado en la tecnología streaming que se ha convertido en el último buque insignia de la revolución digital.

El anglicismo en cuestión se traduce como "corriente continua" y quiere decir que el usuario no tiene que descargar ni almacenar nada de lo que escucha a través de internet (ya sea desde un ordenador o un dispositivo móvil) pues la música se reproduce 200 milisegundos después de pulsar el "play", es decir, al instante. Hace años que los navegadores web vienen empleando este protocolo, pero fue en 2008 cuando dos jóvenes empresarios suecos se percataron de su enorme potencial. Fue entonces cuando Daniel Ek y su socio Martin Lorentzon crearon Spotify, un servicio de música a la carta sin descarga (que funciona a base de cuentas gratuitas con publicidad y de pago) cuyo catálogo supera hoy los 15 millones de canciones. En Europa ya es la segunda fuente de ingresos digitales de las discográficas y en Estados Unidos, donde lleva seis meses operando, se reparte el pastel de las suscripciones con Google Music.

El primer iPod que Steve Jobs lanzó al mercado podía almacenar alrededor de 1.300 canciones en el espacio de una cajetilla de tabaco. Diez años después de aquel invento, la batalla por la capacidad de almacenamiento de los reproductores parece haber llegado a su fin con la aparición del streaming, cuya excelente acogida entre consumidores de todo el mundo devuelve la esperanza al tantas veces castigado sector discográfico.

En 2011 las ventas digitales en Estados Unidos superaron por primera vez a las físicas, según el informe anual de la empresa de estudios de mercado Nielsen, que se ocupa de elaborar las listas de éxitos del Billboard norteamericano. Sólo tres décimas separan las descargas online (50'3%) de las ventas de soportes tangibles, lo suficiente como para que los presidentes y directivos de las principales majors discográficas se hayan atrevido a celebrar esta tímida recuperación de un sector devastado por la piratería y los nuevos hábitos de consumo. Sin embargo, el hecho de que el estudio no tenga en cuenta el impacto de los servicios de streaming lo convierte en un vago pronóstico de cara a lo que podría acontecer.

Cambio de chip
Spotify y Google Music no vienen solos. El éxito de modelos como Deezer en Francia, Rhapsody en Estados Unidos, Galaxie en Canadá o Juke en Alemania está cambiando las reglas del juego, "también el chip de los empresarios, de los consumidores y hasta de los artistas", asegura Santiago Ureta, presidente de la Asociación de Música en Internet . Por lo pronto, los tres gigantes del sector (Universal, Warner y Sony-BMG) han invertido ya entre un 15 y un 18% de su capital en Spotify y reducido considerablemente los derechos que cobran por sus servicios digitales. "Apuestan porque saben que es el futuro y no tienen alternativa, pero aún no han conseguido dar con la fórmula de la rentabilidad". Con lo que Spotify recauda de sus dos modalidades de cuentas de pago Unlimited y Premium (4'99 y 9'99 euros al mes, respectivamente), de la venta digital de canciones y de sus tarifas de publicidad tiene que pagar a las sociedades de gestión de derechos de autor, a las agregadoras, a las distribuidoras digitales y a las discográficas. La industria calcula -aunque Spotify no facilita datos- que cada usuario consume una media de 125 minutos al día, lo que generaría a la empresa unos costes de unos 7 euros al mes entre derechos, conectividad y gestión.

La reacción de iTunes, la mayor tienda de música del mundo, no se ha hecho esperar. A finales de 2011 ponía en marcha iCloud, un sistema de pago de almacenamiento en la nube (o espacio virtual) que combina la venta digital de música (a 0'99 euros la canción) con la reproducción en streaming de los contenidos previamente adquiridos. Lo que no deja de ser una contradicción: pagar primero por la canción y después por la reproducción. Es cierto que Apple cuenta con un vasto catálogo (más de 6 millones de canciones) pero a nadie se le escapa que por lo que cuestan diez canciones en iTunes se puede tener acceso ilimitado a Spotify durante un mes.

En España, donde la industria musical facturó 9'4 millones de euros en 2011 por streaming (el 24% de los ingresos digitales, un tercio del total), según datos de Productores de Música de España (Promusicae), Spotify ha sido recibido como una bendición. "Aunque las cifras han caído un 10'7% en el último año -asegura Antonio Guisasola, presidente de la asociación-, seguirá habiendo motivos para el optimismo mientras los avances tecnológicos sigan ofreciendo nuevas posibilidades y una pluralidad de modelos para cada tipo de público, género y artista. La industria tendrá que apostar por el streaming, pero sin olvidar que nadie quiere escuchar a Mahler mientras corre".

Mientras algunos acusan a los canales en streaming de oportunismo en época de crisis, el número de suscripciones de pago a Spotify (más de 3 millones en 12 países) está dejando sin argumentos a los partidarios de la cultura del "todo gratis" y ayudando a atajar el grave problema de la piratería en España (que sigue encabezando las listas negras europeas) y en otros países: la Ley Hadopi en Francia y el cierre de la web de descargas Megaupload en EEUU han disparado el uso del streaming.

La paradoja aquí es que la misma transferencia de datos P2P (peer-to-peer o punto a punto) que emplean algunos programas de descarga ilegal (como los populares eMule y BitTorrent) sirve para abastecer de 20.000 nuevas canciones cada día la nube de Spotify, que en su alianza con Facebook aspira a convertirse en la mayor red social de música del mundo. "Nuestro objetivo es que la gente pueda escuchar lo que quiera, cuando y donde lo desee", celebra Lutz Emmerich, country manager de Spotify en España.

No más ventas
Según el último informe anual de la Federación Internacional de la Industria Discográfica (IFPI), que preside Plácido Domingo, el año pasado las plataformas legales de distribución digital supusieron el 32% de sus ingresos y el número de suscripciones creció un 65%. Está claro que la tendencia hacia la estandarización del streaming obligará tarde o temprano a las discográficas a centrarse más en el acceso ilimitado a sus contenidos musicales que en la venta, digital o física, de sus discos.

Y la música clásica, que representa entre el 5 y el 10% de las grabaciones mundiales (un 8% del volumen de ventas en España, según Promusicae), no es una excepción. Hace diez años era imposible conseguir ciertas grabaciones, que habían sido descatalogadas en las tiendas. Hoy cualquiera que cuente con una conexión a internet en su móvil puede recrearse, mientras espera el autobús, con la famosa Novena de Furtwängler, el legendario Rigoletto de Kubelik o las míticas Sonatas de Beethoven por Kempff.

El sello Naxos es un ejemplo de adaptación al medio. Su presidente, el alemán Klaus Heymann, es dueño de un catálogo de más de 7.000 álbumes que abarca todo el repertorio clásico. El 40% de sus ingresos proviene todavía de las ventas físicas, pero desde 2002 ha reinventado su negocio en la web NaxosMusicLibrary.com, donde sigue ofreciendo precios insuperables, como las primeras Variaciones Goldberg de Glenn Gould a seis euros. "Naxos se convirtió en 1996 en el primer sello de la historia en pasar sus grabaciones a streaming", asegura Heymann. "La idea era que la gente pudiera escuchar fragmentos a 20Kbps antes de comprar el disco completo, pero con el tiempo se ha convertido en uno de los canales más importantes de música clásica que utiliza esta tecnología".

Facturación por track
En Harmonia Mundi, uno de los grandes sellos y distribuidora de música clásica en Europa y Estados Unidos, recelan más del streaming. Se quejan, entre otras cosas, de que la facturación en Spotify se haga por track y no por la duración neta de cada pista, lo que equipara económicamente la hora y media de la Octava de Mahler a las cuatro primeras canciones de un disco de pop. "No creemos que este formato se adapte bien a las necesidades de los consumidores de música clásica", comenta Stéphanie Schmidt, responsable del desarrollo digital de la compañía. "Por eso nuestra nueva web emplea todo tipo de recursos 3.0 para recrear una experiencia, digamos analógica, que sigue apostando por el cuidado del diseño y de los contenidos, pero sobre todo por la calidad. Además de las notas a los discos, las fotos y los textos, utilizamos audio de alta definición en formato de compresión de studio masters, muy superior al del mp3". En 2010 fallecía Bernard Coutaz, fundador de la casa, y un año después la compañía anunciaba el cierre de su tienda en Madrid como parte de una nueva estrategia corporativa decidida a conquistar internet.

Los artistas de Harmonia Mundi no están en Spotify ni en Google Music, pero sí en Qobuz.com, cuyas tarifas son mucho más elevadas (29 euros la cuenta HIFI) pero a cambio ofrece los estándares del formato Free Lossless Audio Codec (a 24 bits), que emplea un tipo de compresión sin pérdidas. "Pase lo que pase, el futuro de la música clásica estará siempre en la calidad", sostiene Yves Riesel, productor y creador de la web.

El triunfo del streaming no significará, en cualquier caso, la muerte definitiva del cedé, ni siquiera de otros formatos nicho más antiguos. Tanto es así que Deutsche Grammophon lanzará en abril su primera grabación clásica en vinilo después de 25 años de abstinencia. Se trata de la Tercera sinfonía 'Escocesa' de Mendelssohn interpretada por la Filarmónica de Viena en manos de Gustavo Dudamel. "Tanto en DG como en Decca creemos firmemente en la coexistencia de formatos", sostiene Costa Pilavachi, vicepresidente de Clásico de Universal. "Nuestro equipo se alegra de poder cubrir las necesidades de un público cada vez más amplio y heterogéneo, ya se trate de registros en cedé, en DVD o en vinilo, bien a través de ventas físicas o digitales. No queremos renunciar a nada".

Las siete ventajas capitales del 'streaming'

1. Calidad. Dependiendo de cada servidor y del tipo de suscripción de cada usuario, ya se puede escuchar música en calidad muy parecida a la de los tradicionales cedés (hasta un máximo de 320kbps).

2. Catálogo. Universal, Sony-BMG y Warner ya han volcado sus éxitos en Spotify, Google Music y otros canales. La conquista del repertorio clásico pasa ya también por Naxos y muchos sellos independientes.

3. Movilidad. Las aplicaciones sirven tanto para el ordenador como para dispositivos móviles con acceso a red de datos. También se puede activar el modo "sin conexión" en un número máximo de canciones.

4. Precio. Las "tarifas planas" rondan los 10 euros mensuales, mientras que las cuentas de pago "sin movilidad" (sólo desde el ordenador) se quedan en la mitad. Funciona gratis con cuñas de publicidad y banners.

5. Aplicaciones. ¿Quieren leer la letra de una canción mientras la escuchan o consultar la crítica del New York Times del disco de marras? Todo esto, además de un amplio surtido de aplicaciones, ya es posible.

6. Experiencia social. Los usuarios de Spotify que estén dados de alta en Facebook podrán saber lo que escuchan sus "amigos" y compartir enlaces, recomendaciones y listas de reproducción.

7. Conciertos en directo. Aplicaciones como Songkick (para Spotify) rastrean automáticamente la agenda de conciertos de nuestros artistas favoritos y nos conectan en directo (HD) con la sala de concierto.