Un momento de La clemenza di Tito a su paso por París. Foto: Christian Leiber.

Estrenada en plena Revolución Francesa, La clemenza di Tito cuenta la historia de un emperador que perdona a sus traidores. Mortier recupera el martes la última ópera de Mozart con una bella recreación del matrimonio Herrmann.

  • Canal Spotify de El Cultural: escuche la música de este artículo


  • Hace cuatro años subió al Teatro Real de Madrid una feliz producción semiescenificada de La clemenza di Tito firmada por Marco Carniti. Ahora, por voluntad de Mortier, regresa este genial aunque imperfecto título mozartiano, que se dará, a partir del martes, en una antigua pero muy aplaudida recreación de Ursel y Karl-Ernst Herrmann que, proveniente de Bruselas, Salzburgo y París, consigue una muy bella y estilizada puesta en escena.



    El principal atractivo del equipo vocal recae en la mezzo norteamericana Kate Aldrich, de instrumento sedoso y maleable, extensión suficiente y expresividad reconocible, que canta Sesto. A su lado el Tito del francés Yann Beuron, tenor aplicado y musical de escaso metal tímbrico. No olvidemos que el personaje ha de ser cantado por una voz de tenor heroico mozartiano. Embarazada la canadiense Brueggergosman, interpretará a la agresiva y dramática Vitellia otra estadounidense, Amanda Majeski, joven y algo falta de amplitud. Completan el reparto Maria Virginia Savastano, Serena Malfi y Guido Loconsolo en las partes de Servilia, Annio y Publio.



    Un preferido de Mortier, Thomas Hengelbrock, que se ocupó de la descarnada versión de Ifigenia en Tauride, ocupa el foso. Es músico competente. Veremos si en este caso dota a tan hermosa partitura del brillo y dramatismo requeridos y que sin duda proyectan a estratos desconocidos los pentagramas mozartianos. Con esta base sí se puede esclarecer y conceder brío y trascendencia a un libreto original de Pietro Metastasio, adaptado aquí por Caterino Mazzolà. Sólo de esta manera, con el ingenio del salzburgués, se podía acabar con el cliché de la ópera metastasiana y dar vida a los acartonados versos del vate romano. En eso estamos de acuerdo con Mortier.



    Es curioso que durante años el valor musical, la importancia artística e histórica de La clemenza di Tito haya sido puesta en entredicho. Pero las cosas han cambiado y se mira a esta obra, algo encorsetada en el riguroso traje de la ópera seria, de otra manera. La clemenza di Tito, última ópera de Mozart, no posee ni el equilibrio, ni la relevancia musical, ni la enjundia y fluidez dramática de los mejores trabajos del compositor. Se podría decir que es la menos lograda de las compuestas desde Idomeneo, pero ello no la priva de algunos hallazgos, en algún caso inconmensurables. Ya un estudioso tan cercano al compositor como Franz Niemetschek, su primer biógrafo, opinaba en 1798 que "desde un punto de vista estético, Tito, en cuanto que gran obra de arte, puede ser considerado como el trabajo más logrado de Mozart".