Alberto Iglesias, durante una grabación. Foto: Cristina Hortiguela.
Cuatro genuinos profesionales de la banda sonora como John Williams (Tintín, War Horse), Howard Shore (Hugo), Ludovic Bource (The Artist) y el español Alberto Iglesias (El topo) aspiran al Oscar a la mejor música fílmica en una reñidísima final.
Todavía Hollywood puede asombrarnos: este 2012 lo hace con su apuesta por la calidad en su selección de nominaciones para la mejor música fílmica de la campaña. Frente al desopilante culto al cutrerío, que desde hace una década ha practicado la Academia de Los Ángeles, este año cualquiera de las cinco opciones propuestas es digna de ganar un Oscar, primer punto (aunque unos sean mejor que otros), y, segundo dato, insólito, los cuatro compositores nominados -uno tiene dos películas en liza- son genuinos profesionales de la banda sonora, y no advenedizos llegados al medio como esturión en la cosecha del avellano... aunque estos últimos hayan sido los generalmente galardonados en las últimas ediciones.
Uno no va a ganar, el mejor de todos ellos: el veterano John Williams, con sus 80 abriles a las espaldas. Motivo: no por justicia distributiva, ya que es el más multi-premiado de los concurrentes, sino por llevar dos nominaciones, en dos películas de Spielberg, Las aventuras de Tintín y Caballo de batalla. Una extraña ley no escrita establece que si un músico llega a la gala de los Oscar con dos apuestas bajo el brazo, se va a casa de vacío. Fue lo que acaeció con Thomas Newman con su plural candidatura por Mujercitas y Cadena perpetua (1995), le pasó a James Horner con Apolo 13 y Braveheart (1996), le ocurrió a Hans Zimmer con su doblete para El príncipe de Egipto y La delgada línea roja (2000), y le ha sucedido dos veces al propio Williams: en 2002 con Inteligencia artificial y el primer Harry Potter, y cuatro años más tarde a propósito de Memorias de una geisha y Munich.
La música de Tintín es chispeante, festiva y sapiente, con el marchamo o la firma Williams omnipresente en cada compás. Pero la de War Horse es una obra maestra, idílica sin sacarina cuando la historia lo requiere y turbadora en su amplio tramo bélico, en donde el poliédrico músico se viste de Ligeti o Penderecki, aunque dejando claro que la referencia es sólo traje, que el interior o contenido es su poderoso lenguaje orquestal, signo de identidad de su obra. Pero la doble militancia juega en su contra, y, como veremos, el efecto dominó de El artista también.
A por la vencida
El maestro canadiense Howard Shore no ha brillado en los últimos tiempos tanto como sería exigible al creador sonoro de la trilogía de El señor de los anillos, pero su trabajo para Scorsese en La invención de Hugo es un buen punto a favor, aunque la insistencia en lo "parisino" de la obra, con acordeón persistente, pueda ser algo irritante. Caso excepcional, y no es para menos: por cuarta vez un español llega a las nominaciones, y en tres de esas ocasiones la partitura la ha firmado Alberto Iglesias (la otra le pertenece a Javier Navarrete por El laberinto del fauno). ¡Qué composiciones tan distintas han signado la concurrencia al Oscar de este artista camaleónico!, que el domingo pasado se hacía con el Goya por la banda sonora de La piel que habito de Almodóvar. En 2006 las resonancias africanas de El jardinero fiel, en 2008 un viaje sonoro hasta Afganistán para Cometas en el cielo, y ahora una sorprendente propuesta (para El topo de Tomas Alfredson), casi camerística, lindando con el jazz, para reflejar el universo completamente british del George Smiley creado por Le Carré.
Pero el ganador será, con toda probabilidad, el francés Ludovic Bource, ya que The Artist, película de Michel Hazanavicius para la que ha escrito más de 80 minutos de música, va a arrasar en la ceremonia del 26 al 27 de enero, y cuando un filme acapara estatuillas suele incluir entre estas la musical: sucedió con Titanic, con Slumdog Millionaire, con La lista de Schindler o con El Señor de los anillos, 3ª parte, y es predecible que vuelva a ocurrir. El trabajo de Bource es ocurrente, divertido y brillante, perfecta ilustración de la muda acción fílmica. Ya obtuvo el Globo de Oro: no es el mejor, pero es previsible que venza. Y no será un premio indigno.