Julio Gergely, al frente de la Sociedad Coral de Bilbao. Foto: E. Moreno Esquibel.
Desde hoy y hasta el domingo, el Palacio Euskalduna de Bilbao acoge los 69 conciertos del XII Festival Musika-Música. Las batutas de Günter Neuhold, Ros Marbá y Rubén Gimeno recuperan el nacionalismo musical ruso.
Ya son una tradición estos encuentros musicales bilbaínos, que se van a desarrollar en el Palacio Euskalduna este fin de semana y que son herencia de las famosas journées nacidas hace ya más de una década en Nantes. Cada año se trata un tema monográfico, sobre el cual se edifica una siempre sustanciosa y didáctica programación servida por intérpretes de calidad contrastada. En esta edición, organizada por la Fundación Bilbao 700-Tercer milenio, el tema se acoge al significativo título de El esplendor ruso y se centra en tres de los más importantes compositores de esa nacionalidad: Rimski-Korsakov, Tchaikovsky y Rachmaninov, a los que acompañan muchos otros colegas de la amplia falange de músicos nacidos al otro lado de los Urales.
El despliegue es sin duda monumental, ya que se trata de atender un copioso calendario de 69 conciertos, en gran parte desarrollados simultáneamente, distribuidos en cinco salas diferentes, bautizadas para la ocasión con los nombres de los literatos Pushkin, Dostoievski, Tolstói, Chéjov y Turgénev. La monumental muestra comienza hoy en la sala Pushkin, con la Sinfonía Varsovia dirigida por el antiguo violinista, unos años titular de la Orquesta Ciudad de Granada, Jean-Jacques Kantorow. En atriles una obra emblemática, la Patética de Tchaikovsky. Al mismo tiempo, en la sala Dostoievski, Anus Cividian al piano con la Sociedad Coral de Bilbao dirigida por Julio Gergely interpreta obras corales del mismo compositor, de sus dos compañeros protagonistas y de Glinka. En la Tolstói actúan el clarinetista José Luis Estellés y el Cuarteto Arriaga (Tchaikovsky, Borodin), en la Chéjov el Hermitage Academic Ensemble (Tchaikovsky) y en la Turgénev el chelista Iagoba Fanlo y el pianista Iván Martín (Glinka, Rachmaninov, Borodin, Tchaikovsky).
Esta enumeración nos da idea de lo ambicioso del programa y de que se cuenta con intérpretes de valía, si bien no con figuras situadas en lo más alto del firmamento de nuestros días. Pero el nivel es muy digno. Además de los señalados, podemos enumerar, entre las orquestas, a la Sinfónica de Bilbao, con su titular Günter Neuhold, Música Viva, con Alexander Rudin al frente, la Filharmonia de Galicia, gobernada por Ros Marbà (con el chelista Asier Polo para las Variaciones Rococó de Tchaikovsky), y la Sinfónica del Vallés, dirigida por Rubén Gimeno. Un buen plantel. No está nada mal el de los coros. Aparte la citada coral bilbaína: Coro del Patriarcado Ruso de Moscú, bajo el mando de Anatoli Grindenko, y Coro de la Capella de San Petersburgo, presidido por Vladislav Chernouschenko. Buenos pianistas de casa: Luis Fernando Pérez, el mencionado Martín, Marta Zabaleta, Judith Jáuregui. Y también de fuera: Abdel Rahman El Bacha, Alexei Volodin, David Kadouch (forjado en la Reina Sofía)... Y algunos conjuntos de cámara de rango: Cuarteto Prazak, el citado Arriaga, Trío Wanderer...
Hay que resaltar de nuevo lo ambicioso del empeño, que va a permitir seguir la mayoría de la producción de los principales creadores rusos del romanticismo y postromanticismo. Igualmente importante es la presencia de músicos de menor relieve, como Tchesnokov, Gretchaninov, Bortnianski, Sveshnikov, Fliarkovsky, Novikov (obras corales), Weinberg (Sonata para chelo solo), Taneiev, Balakirev. Tampoco se olvidan de otro tan signficativo como Scriabin, del que se tocan algunas de sus más importantes piezas pianísticas. Una gran fiesta, de eso no cabe ninguna duda.