Joan Guinjoan. Foto: Mertxe Alarcón.
Ha querido Josep Pons dedicar la 'Carta Blanca' de la Orquesta y Coro Nacionales de España al compositor catalán Joan Guinjoan, que acaba de cumplir 80 años. Del 2 al 13 de marzo, el Auditorio madrileño ofrecerá una selección de las mejores obras de su catálogo.
En las manos de Joan Guinjoan (Riudoms, 1931) se adivinan el piano y el campo. La postal de su vida abarca el paisaje ancho del Baix Camp y las calles adoquinadas y rectas de Barcelona. Entre estos dos destinos se mueve una música comunicativa y vital, que no ha renunciado nunca a la tierra, al poso de sudor y polvo de su Tarragona natal. "Como hermano mayor estaba llamado a ser el heredero", recuerda con nostalgia el compositor catalán. "Pero a los 25 años me decidí a alquilar en secreto una pensión en Barcelona y, con 700 pesetas en el bolsillo, me despedí de mi madre. Mi padre se enteró después. No tuve el coraje de decírselo".
Ahora el ciclo Carta Blanca del Auditorio madrileño, que organizan la Orquesta y Coro Nacionales de España y su titular Josep Pons, recorrerá, desde hoy y hasta 13 de marzo, la trayectoria compositiva de este músico genuino y tenaz: la ermita de Sant Antoni en la que manipuló por primera vez un acordeón, el Au Père Tranquille parisino donde amenizaba las noches tras el pseudónimo de Gebellí, su carrera pianística, sus días como estudiante de Pierre Wissmer en la Schola Cantorum, su época al frente del conjunto Diábolus in Música y tantos otros capítulos de su biografía.
El programa, diseñado por el propio compositor, recoge una veintena de obras fundamentales: desde la juvenil Tres petites peces de 1965 hasta Sincotrón-Alba: Tercera Sinfonía, estrenada hace sólo dos años. "Un monográfico es una gran oportunidad para darte a conocer pero entraña no pocos peligros. Me refiero a que no creo que se pueda analizar mi obra desde un punto de vista evolutivo tal y como algunos esperan. Se me ha llamado ecléctico cuando en realidad mi música no es una amalgama de recursos sino una síntesis de diferentes lenguajes que he ido asimilando muy lentamente. Si ha de haber evolución en mi música ésta sucede en cada obra, donde la idea se desarrolla y se agota en sí misma. Ésta es la razón por la que después de cada estreno vuelvo a un desierto mental donde nada existe, donde cualquier huella se desvanece, de modo que no haya camino ni frontera posibles en mi música".
Guinjoan es un tomo completo de la vanguardia musical española. "Nunca he estado en contra de los ismos y soy de la opinión de que todo lo que pasó tenía que pasar", asevera. "El piano que Ligeti lanzó por la ventana formaba parte de un proceso de cambio sumamente enriquecedor. Al mismo tiempo reconozco que aquello dificultó mucho el uso de elementos folclóricos, tan fundamentales para mí. Por eso, a pesar de mi afinidad con el dodecafonismo y el serialismo, de mi trabajo exhaustivo del timbre y el ritmo, jamás he renunciado a la melodía". Prueba de su independencia creativa es el Homenaje a Carmen Amaya que dirigirá Nacho de Paz el 6 de marzo o su primer Cuarteto de cuerda, que cierra el ciclo el 13 de marzo en manos del Cuarteto Brodsky. "No busco la espontaneidad sino la autenticidad, en los mismos términos en los que Francisco Fontbona describía las esculturas abstractas de Subirachs. Mi música no es el efecto a un estímulo sino la consecuencia de una idea que persiste".
Compositor original donde los haya, existe un elemento que se repite a lo largo de todas sus creaciones. "Siempre termina aflorando el intervalo de tercera menor. Me gustan los rincones pequeños, dormir con la almohada por encima de la cabeza. No sé si me explico...".
Con motivo de su 80 aniversario, que se celebró el pasado noviembre en la Fundación Autor de Madrid, Guinjoan le ha dedicado un libro al misterio creativo: "A lo largo de una serie de reflexiones me pregunto si sería posible que apareciera hoy otro compositor de raza, acaso un Albéniz o un Falla, un Bartók o un Stravinsky. Me gustaría saber si es viable en el mundo en que vivimos un lenguaje puro. Porque tengo la sensación de que, 30 años después de la publicación Le paradoxe du musicien de Menger, el futuro sigue siendo igual de incierto que entonces". Lo dice ingenuamente, a salvo de cualquier presunción. De hecho, en Ab origine, que así se titula el libro, el compositor confiesa su predilección por lo cotidiano. "Me gusta la música que suena a música. Ya se trate de Schönberg, de los Beatles o de una buena banda sonora". ¿Qué separa entones lo mediocre de lo bueno? "Para eso no necesito el oído. Cuando voy a un concierto y me empieza a doler la espalda, mal asunto", bromea. "Es que algunos compositores piensan que hay que martirizar al oyente para exonerarle de sus pecados. Pero todo aquel que obvia el proceso comunicativo se equivoca". Es algo que aprendió directamente del público en sus años de pianista por las salas de España y Francia, actividad que condicionaría para siempre su estilo como compositor. "Existen dos tipos de intérpretes: el que obedece y el que cree". Lo ha comprobado al calor de las mejores formaciones de músicos del mundo, siempre al lado de su mujer, la francesa Monique Gispert, que es su musa y su norte. "En mi casa somos antinarcisistas. Nos tomamos muy en serio las críticas de los periódicos. Pero, más que ofendernos, buscamos soluciones".
Cuenta Guinjoan en el último tramo de la entrevista que Schönberg ha sido su faro; Boulez, Berio y Dutilleux las olas que han ido rompiendo sobre los escollos de la modernidad. A su verdadero maestro lo cita renglón aparte: "Los compositores catalanes de mi generación estamos en deuda con la sabiduría infinita de Cristofor Taltabull". Sobrepuesto a los achaques de una dura enfermedad, ya no fuma en pipa ni se levanta a las cinco de la mañana para trabajar, pero tampoco le teme al juicio de la historia. "Resulta tentador que mi música pudiera escucharse por los siglos de los siglos, pero tal preocupación habría minado mi libertad para terminar condenándome al autoplagio, que es el peor pecado que existe".
Un falstaff para una vida plena
Tenía Verdi 80 años cuando terminó la partitura de su última ópera. Falstaff fue el colofón de una vida musical plena y también un testimonio de lucidez al final de una carrera. No es de extrañar que la segunda comedia lírica del compositor de Busseto haya pasado a la historia como una de las óperas más "jóvenes" de entre un catálogo de 36 títulos. En 2004, con el estreno de la ópera Gaudí en el Liceo de Barcelona, Guinjoan demostró en su etapa de madurez septuagenaria una gran destreza con las herramientas del género. El 80 aniversario del maestro se presenta como una ocasión excepcional para proponerle el reto de su propio falstaff. Sería un privilegio que Guinjoan recogiera el guante y pudiera estrenar pronto una ópera en clave de humor autobiográfico. Xavier Güell