Image: Mortier tutea a Monteverdi

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Música

Mortier tutea a Monteverdi

El Teatro Real estrena el martes Poppea e Nerone

8 junio, 2012 02:00

Un momento del montaje de Poppea e Nerone de Warlikowski. Foto: Javier del Real.


El Teatro Real estrena el martes 'Poppea e Nerone', orquestación del compositor belga Philippe Boesmans de la última ópera de Monteverdi. Para la ocasión, Gerard Mortier ha convocado en el foso a Sylvain Cambreling y al Klangforum de Viena. Tras la resaca capitalista de 'El rey Roger', Krzysztof Warlikowski opta ahora por una sobriedad neoclásica.

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  • Trescientos setenta años separan el estreno en Venecia de L'incoronazione di Poppea del montaje que se estrena el próximo martes en el Teatro Real. No le ha importado a Gerard Mortier que la última ópera de Claudio Monteverdi se viera en Madrid hace sólo dos temporadas. A diferencia de aquella Poppea historicista de Pier Luigi Pizzi y William Christie, en esta ocasión el compositor belga Philippe Boesmans (1936) se ha tomado la libertad de orquestar el manuscrito original, como ya hicieran en su momento Luciano Berio con L'Orfeo y Hans Werner Henze con Il ritorno d'Ulisse in patria, también de Monteverdi. La primera versión de la partitura de Boesmans se escuchó en La Monnaie de Bruselas en 1989 y llega ahora al Real en un montaje revisionista del polaco Krzysztof Warlikowski. En el foso, el director francés Sylvain Cambreling y los 24 músicos del Klangforum de Viena terciarán en el contrapunto estilístico a las lecturas barrocas de Nikolaus Harnoncourt, René Jacobs o Alan Curtis así como a las aproximaciones más románticas de Herbert von Karajan o Raymond Leppard. "Todas igual de válidas, si tenemos en cuenta que no existe orquestación alguna", sostiene Boesmans, que se ha limitado a "respetar la dramaturgia melódica y rítmica del manuscrito, pero utilizando instrumentos totalmente ajenos a la época en que fue compuesta, como el clarinete, el piano, el armonio o el sintetizador, y sin dejar de ser fiel a la dramaturgia shakespeariana de la orquesta". Todo está trabajado "de manera mucho más camerística que en la producción de Luc Bondy de Bruselas".

    Se reafirma una vez más Mortier en su idea de una ópera contraconsumista "que obligue a pensar y que requiera un esfuerzo" y en su empeño por convertir el teatro en un espacio político. No en vano la propuesta escénica de Warlikowski se desarrolla en una única localización llena de pupitres dirigidos al público. "Hablamos de la primera ópera política de la historia", aclara Mortier. "No podemos obviar su descarnada violencia ni su hipnótico erotismo en aras de un conservadurismo musicológico mal entendido". Una vez más, quiere demostrar que la vigencia del libreto sigue intacta y que apunta directamente a la vida de los espectadores. "De la misma manera que hoy la gente elige a sus gobernantes entre una nómina de actores de Hollywood, en la ópera Nerón es aclamado como una estrella de rock mientras Roma arde en llamas".

    Esta vez el último emperador de la dinastía Julio-Claudia no será interpretado por un contratenor (como ocurrió con Philippe Jaroussky en 2010) sino por el tenor neoyorquino Charles Castronovo. "Se trata de un rol que requiere de una gran destreza vocal pero, sobre todo, de mucha fuerza y de una gran presencia sobre el escenario. No basta con saber interpretar al emperador. Tienes que llegar a creértelo". De Popea se encargará la soprano alemana Nadja Michael, aguerrida Salomé y digna Giulietta de los últimos Cuentos de Hoffmann del Real.

    Poppea e Nerone es la sexta ópera de Boesmans, compositor autodidacta y gran conocedor de la música renacentista y barroca. Estrenó sus primeras obras en pleno auge de la vanguardia postserialista, pero tan pronto entró en contacto con el mundo de la ópera descartó la música atonal a favor de una escritura, dice, más expresiva: "Me vi obligado a cambiar mi estilo para poder hablar con precisión del amplio espectro de sentimientos humanos. En ese sentido, la música atonal me resultaba demasiado abstracta. Mi idea era que la gente fuera a la ópera como quien va a ver una obra de teatro". Para ello ha reducido las cuerdas y ha confrontado las sonoridades antiguas con las actuales a fin de dotar de mayor ambigüedad a los personajes. Sobre todo a Popea, que "no es sólo una mujer sedienta de poder, sino también una víctima del amor más puro y sincero".

    Para Cambreling, el interés de Poppea e Nerone reside en la trascendencia instrumental y dramatúrgica de los personajes. "Monteverdi compuso una música distinta para cada una de las voces. Boesmans aprovecha todos esos modos y giros melódicos en su nueva orquestación y Warlikowski los traduce en diferentes perfiles psicológicos". Asegura el director francés que no es capaz de concebir la música sin la idea de un drama, sin un contexto y un diálogo sobre la experiencia humana. "Para mí es fundamental vivir la música contemporánea sobre un escenario y en contacto con artistas de muy diferentes disciplinas". Es la primera vez que Cambreling colabora con Krzysztof Warlikowski en la búsqueda de lo que él llama "la verdad existencial". Tras la resaca capitalista y alucinógena de El rey Roger de la temporada pasada, el director polaco y su colaboradora, la escenógrafa y figurinista Malgorzata Szczesniak, vuelven al Teatro Real con un nuevo registro que sitúa la acción en una universidad fascista de la Italia de los años treinta.

    En esta ocasión la pareja ha optado por la sobriedad neoclásica de un aula de paredes sólidas y columnas robustas de madera noble para destilar el conflicto moral de las dictaduras del siglo XX. A pesar de que este dramma in musica en un prólogo y tres actos dura algo más de cuatro horas (descansos incluidos), todo transcurre en un solo día, a un ritmo trepidante, lo que favorece la sensación de realidad. "No quiero que el escenario funcione como un agujero que se traga las miradas de la gente -comenta Warlikowski- sino como un espejo nítido que les enfrenta a sus propios conflictos y temores".

    Antes de la aparición de Otón (antiguo amante de Popea) en el primer acto, Warlikowski ha incluido un prólogo teatral en el que un profesor de filosofía imparte su última clase. "El ambiente universitario simboliza la esperanza por un mundo mejor. Los estudiantes creen más que nadie en la justicia, en la belleza y también en Dios. Sin embargo, este profesor percibe de alguna manera la decadencia generacional en sus alumnos". La ópera arranca seis años después en el mismo lugar que un día sirvió para el debate y el intercambio de ideas. En el libreto original de Busenello, Séneca instruye a sus amigos para que le preparen el baño del suicidio impuesto por Nerón. "Su único delito fue pensar y actuar de acuerdo a sus convicciones", asevera Mortier. "¿Cuántos morirían hoy por una causa tan noble?".