Chucho Valdés, chucho valdés, Josep Ramón Jové, Michel Camilo y Pedro Ruy-Blas.

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  • Con esfuerzo e imaginación han conseguido sacar adelante nuevas programaciones que a buen seguro animarán el turismo jazzístico. Pero, más allá de la crisis, el impacto de las nuevas tecnológicas, el empleo de fórmulas de financiación privada y la globalización de artistas y estilos ondean en los mástiles de los festivales patrios, así como en los de la industria del jazz en general. Además de la tradicional selección de las mejores citas de este verano, El Cultural ha invitado a distintas personalidades del gremio a reflexionar sobre éstas y otras cuestiones. Los pianistas Chucho Valdés y Michel Camilo, el productor discográfico Josep Ramón Jové (Quadrant Corner Records), el cantante Pedro Ruy-Blas y el contrabajista Charlie Haden nos ayudan a pintar un mapa de certezas e incertidumbres donde poder localizar los problemas y las soluciones que afectan hoy día al género.



    La crisis económica, que en términos de algún que otro programador suena a cosa del hombre del saco, no ha limitado la actuación de los grandes certámenes, dejándose notar, eso sí, en las citas más modestas. La evolución que ha experimentado el formato "festival" en los últimos diez años ha tenido un reflejo directo en todos los profesionales del género, desde público a organizadores, músicos y representantes, directivos discográficos o empresas de luminotecnia y sonido.



    Más allá del impacto de los recortes en la industria cultural, estas citas han venido transformando sus estructuras y fórmulas desde hace una década, en un intento de adaptación a los nuevos tiempos. La tecnología cada día está más presente en los certámenes; la llamada globalización afecta al lenguaje creativo, así como la también denominada sociedad de la información, que genera todo un crisol de soluciones artísticas conectadas a los folclores de cualquier rincón del mundo; la presencia generalizada de otras propuestas musicales ajenas al jazz en sus espacios; la necesidad de un progresivo alejamiento del modelo de festival subvencionado frente a un modelo patrocinado por la empresa privada, estimulada a partir de ayudas fiscales; el apoyo a la educación musical tanto de artistas como de espectadores; la aceptación armoniosa de los nuevos hábitos culturales de ciertos aficionados...



    La apertura de los festivales de jazz a músicos de otros estilos ha sido y es una tendencia al alza. "No veo mal que en ellos se programen otras músicas, pero no como plato principal, sino como complemento", apunta Chucho, el hijo de Bebo Valdés, que este verano ofrecerá un único concierto en el Festival de Jazz de Valencia (14 de julio). "Un festival de jazz tendría que reivindicarse ofreciendo mayoritariamente propuestas de jazz. El resto de músicas nos enriquecen, desde luego, pero el porcentaje del jazz debería ser dominante".



    Más beligerantes se muestran al respecto el contrabajista Charlie Haden y el cantante Pedro Ruy-Blas. Para el que fuera escolta rítmico de Ornette Coleman y fundador de la Liberation Orchestra no le importa "tocar en el mismo escenario que estrellas del pop, pero resulta que el público no va a verte a ti y por lo tanto no tiene ni idea del jazz. Se genera una gran confusión que no beneficia al jazz. No estoy en contra de nadie ni de ningún estilo, pero los responsables de esos festivales de jazz que dan cobijo a otros estilos tendrían que anunciarse de otra manera".



    El líder del legendario grupo Dolores, que fuera la voz emblemática del musical Los miserables, se muestra igual de rotundo, aunque diferenciando el caso norteamericano: "En Estados Unidos los festivales son 100% jazz, como el de Monterrey, donde contratan a cerca de 500 artistas a lo largo de 90 conciertos en 8 escenarios. O el de Newport o Telluride, donde, excepto tres o cuatro figuras hay muchos emergentes. De algún modo, la patente es suya. Otro asunto es el caso español, por ejemplo, donde el jazz no recibe ni aprecio ni ayudas suficientes. Y está claro que para llegar a descubrir y comprender el nuevo talento hace falta... talento". Por su parte, Josep Ramón Jové, director Quadrant Corner Records, una pequeña compañía discográfica independiente que edita una media de quince álbumes al año, cree que "el jazz ha alimentado de forma muy importante a otras músicas y a la inversa. Dicho esto, sería fácil llegar a la conclusión de que esa apertura no es necesariamente perjudicial, aunque me gustaría matizar que el jazz como género debería seguir siendo el mayor protagonista de la programación de los festivales".



    Todas las músicas son bastardas, incluida la clásica, pero el jazz lleva a gala ese pedigrí mestizo. Muchas de las soluciones artísticas que hoy descubren se generan a partir de su contacto con folclores locales. "El jazz en esencia es música mestiza", continúa Jové, "y por tanto debe sentirse cómoda evolucionando en el mestizaje. No creo que se deba juzgar su evolución en parámetros puristas y restrictivos o en cuanto a las fronteras de un estilo. Los veredictos sobre su evolución deberían basarse tanto en la calidad de lo que se nos ofrece como en su grado de honestidad y autenticidad. Luego, sí, uno de los efectos de la llamada globalización podría consistir en que hoy casi todas las programaciones son clónicas".



    Chucho Valdés amplía la reflexión: "La fusión en jazz es algo muy natural, aunque a veces a los periodistas y al público les cueste asumirlo. En este sentido, el contacto con otras músicas es muy positivo, porque te ayuda a crecer artísticamente. Hubo un tiempo en que pensé que expresiones locales, como el jazz cubano podían peligrar y acabar sonando igual. Pero por suerte instituciones académicas como el Berklee College of Music, con un gran peso en nuestra música, han empezado a contratar profesores autóctonos, caso de Giovanni Hidalgo, con lo que la esencia de esas expresiones menos globalizadas no está en peligro de extinción".



    Ruy-Blas, que estos días luce el jazz pergeñado en su último disco Ample, añade: "Lo importante es aceptar que nada es inamovible, eterno, y que es necesario saber aceptar los cambios a la hora de emprender nuevos caminos, saber estar siempre en constante aprendizaje. La música es sublime, llena de misterios que el ser humano jamás podrá entender del todo. La música es Gaia y Gaia es la música". La postura del pianista dominicano Michel Camilo se antoja tan rotunda como reveladora: "La globalización tiene sus ventajas e inconvenientes. Está bien el intercambio de fórmulas, pero yo sin mis raíces no soy nada".



    La irrupción y el impacto de las nuevas tecnologías en el mundo de la creación y en los hábitos culturales de sus consumidores han dado lugar a una compleja ecuación, todavía sin resolver. "Internet es una maravilla", comenta Chucho para después lamentarse: "Ay, si mi generación hubiera tenido toda la información que ofrece... Internet es el gran espejo donde la música se está mirando y acabará mirándose, aunque necesita una regulación. Lo del gratis no gusta a nadie, a los músicos nos cuesta mucho hacer nuestros discos, nuestras obras, por lo que hay que proteger esa propiedad intelectual que generamos. Pero es que con la piratería perdemos todos".



    Las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías y el negocio digital resultan evidentes a los ojos del responsable de Quadrant Corner Records, que destaca las facilidades que ofrecen a la hora de difundir el trabajo de los artistas: "También hay desventajas, como la desaparición gradual del disco físico y, como consecuencia, la progresiva implantación de soportes menos artísticos o archivos sonoros de dudosa calidad, como el mp3. El público del jazz o el folk-rock, estilos principales de Quadrant, valora la calidad del sonido. Eso nos permite mantener nuestras ofertas en un soporte que quizás algunos consideren conservador".



    En opinión de quien es uno de los pioneros de la modernidad del jazz español, Pedro Ruy-Blas, la industria musical jamás volverá a ser la misma: "El culpable de sus desgracias es precisamente la propia industria, sobre todo en nuestro país, en donde vivimos el fenómeno de la piratería de un modo excepcionalmente negativo y peculiar, ante el asombro y la perplejidad del resto de países civilizados que no se explican cómo podemos ser tan cafres".



    El jazz atraviesa una de sus etapas más fructíferas y satisfactorias, pero también más confusas, con respecto a su presente y futuro. "La propia industria musical no da muchas pistas", se excusa Jové, "en tanto que las nuevas tecnologías transforman los hábitos de consumo a la velocidad de la luz. Cuando llegas a un nuevo lugar ya hay otros muchos implantándose en la realidad del mercado". El productor discográfico también pide más apoyo a las salas de música en directo y educación, mucha educación. Ruy-Blas apuntala: "Es frecuente escuchar hoy a los jóvenes tocar con gran técnica, muy intelectuales, pero en ellos echo muchísimo en falta el blues, que para mí es la arteria principal por la que transcurre toda expresión jazzística. Así pues, buena educación, sí, y más sitios donde los jóvenes puedan tocar y desarrollar bien su creatividad".



    Chucho Valdés se posiciona en torno a este punto del debate en argumentos más estrictamente musicales: "Lo que verdaderamente necesita el jazz es una gran revolución musical, es decir, el nacimiento de nuevos John Coltrane, Charlie Parker, Gillespie, Miles Davis… Ésa es la gran carencia de nuestra música", comenta el pianista mientras confiesa que su próximo proyecto discográfico irá en esa línea rompedora y subversiva: "No puedo adelantar nada, pero va a ser algo totalmente nuevo, original, nunca oído".



    Ya en la despedida del debate, una última reflexión, a cargo de Ruy-Blas: "Hay que fomentar la iniciativa privada para que existan promotores y empresarios, y que la cultura y el arte dejen de depender en la mayor medida posible de los gobiernos y la escala de valores de sus políticos, tan alejada por lo general de las realidades sociales". Y musicales, añadiríamos nosotros.