El Cuarteto Casals. Foto: Felix Broede.

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  • Comparar al Cuarteto Casals con la Selección Española de Fútbol resulta algo oportunista, pero lo cierto es que el buque insignia de la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid lleva años defendiendo desde los atriles los mismos ideales que han triunfado en la pasada Eurocopa. Comparten la Roja y los casals un juego de toque, un planteamiento solidario y democrático del trabajo en equipo y, sobre todo, un estilo decididamente desacomplejado de hacer las cosas. Ni los abdominales de la Balotelli ni el cartel "no hay entradas" en el Wigmore Hall han impedido a unos y a otros sacar a relucir su talento en los momentos clave. De tal manera que hasta el más rancio de los tópicos se ha tenido que rendir a la evidencia: en la cuestión futbolística (paradigmático el Insubmersible Espagne de la portada de L'Equipe) y en la musical (no hay orquesta internacional que no cuente ya con un español entre sus filas). Quince años después de su creación, podemos atribuir al Cuarteto Casals buena parte del mérito de que España haya superado su complejo de cuerdas.



    Coincidiendo con la cabalgata de los jugadores de la Selección por las calles de Madrid, Vera Martínez Mehner (violín), Abel Tomàs Realp (violín), Jonathan Brown (viola) y Arnau Tomàs Realp (violonchelo) ofrecerán esta tarde el último concierto del programa Contrapunto de Verano que organiza en la Sala del Cámara del Auditorio el Centro Nacional de Difusión Musical. Juntos se han propuesto profundizar en los paralelismos ocultos de dos compositores tan aparentemente irreconciliables como Franz Schubert y Anton Webern. Para ello han programado los catorce Cuartetos que Schubert llegó a completar más los dos imprescindibles y necesarios Quintetos, y varias obras esenciales de las escritas por Webern para la formación cuartetística. Esta tarde se despiden con el Cuarteto de cuerda (movimiento de cuarteto) n.12 en do menor D 703 y el Quinteto para cuerda en do mayor D. 596 de Schubert y el Cuarteto de cuerda op. 28 de Webern.



    Pregunta.- ¿En qué consiste el paralelismo, el contrapunto que plantea este programa?

    Respuesta.- El proyecto surgió a raíz de una serie de conciertos sobre la integral de los Cuartetos de Schubert que teníamos programados para la temporada 2012/2013. Visitaremos Florencia, la Schubertiade, Lisboa, el Wigmore Hall de Londres...El caso es que nuestra agenda llegó a oídos de Antonio Moral, que quiso incorporarlo a su temporada en Madrid, pero con un pero. Quería que combináramos este mismo programa con una serie de obras de Webern que sirvieran de contraste y contrapunto. Nos pareció un acierto.



    P.- El ciclo trata de arrojar luz sobre la evolución del lenguaje musical y hacer más comprensible las aportaciones del pasado siglo. ¿Cuánto ha cambiado la interpretación?

    R.- Digamos que en los últimos años hemos experimentado una evolución estética, que tiene mucho que ver con la cultura gestual que introdujeron en los años setenta directores historicistas como Harnoncourt. Como él, muchos otros trataron de potenciar los valores del clasicismo de Mozart, Bach y Haydn, que suponía una vuelta a las esencias de la retórica (sujeto y predicado) y la polaridad (equilibrio entre contrarios: mayor-menor, masculino-femenino...) en los pentagramas.



    P.- ¿Es por eso que desde hace un tiempo utilizan también arcos barrocos?

    R.- Utilizamos el arco barroco para cierto tipo de repertorio, como los primeros cuartetos de Schubert y los últimos de Beethoven. El arco moderno nos parece demasiado pesado y turbio para algunos pasajes. El barroco potencia más la articulación, las consonantes de la música, y resulta mucho más trasparente. Aunque es cierto que funciona peor en los armónicos oscuros.



    P.- El ritual de la música hoy ¿sigue siendo el mismo que el de la Viena de Schubert y Webern?

    R.- En absoluto. Tenemos que tener en cuenta que en la época de Schubert el 80% de la música que se programaba era de estreno. La gente estaba acostumbrada a enfrentarse a lo nuevo, por lo que el compositor era el centro de toda su atención. El intérprete no era más que un mediador, una especie de sofisticada minicadena. Con el auge de los intérpretes, sobre todo a lo largo del siglo XX, la música se ha convertido en un museo. La gente recurre una y otra vez a ese 20% del catálogo...



    P.- Se cumplen 15 años de la formación. ¿Qué balance hacen de este tiempo transcurrido?

    R.- Quince años dan para muchas etapas. En un primer momento lo que nos obsesionaba era crear un instrumento compacto a base de ensayos, ensayos y más ensayos. Desde hace un tiempo hemos cambiado nuestra filosofía de vida. Lo que no quiere decir que ensayemos menos, pero sí que damos más margen al disfrute. De alguna manera, hemos aprendido a interiorizar la música.



    P.- ¿Qué importancia ha tenido el trato humano, la buena relación entre los músicos, en el éxito del Casals?

    R.- Ha sido y sigue siendo fundamental. Somos un cuarteto extremadamente democrático. Todo se vota, todo se consulta. Esta forma de trabajo tiene sus ventajas y también sus inconvenientes. Es cuestión de adaptarse.