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  • El Teatro Real se despide hasta septiembre con Ainadamar, ópera del compositor argentino Osvaldo Golijov que narra la relación de Lorca con Margarita Xirgu, a la que pone voz Nuria Espert. Peter Sellars firma la puesta en escena.

    El Teatro Real cierra su temporada con la ópera Ainadamar del argentino Osvaldo Golijov (La Plata, 1960), estrenada en 2003 y presentada en España en el pasado Festival de Granada en una producción dirigida escénicamente por el mexicano Luis de Tavira. La que exhibirá el teatro madrileño, del 8 al 22 de julio, viene firmada por Peter Sellars, un regista más afamado e imaginativo que aquél. El tema de las relaciones entre Margarita Xirgu y Lorca con el fondo de Mariana Pineda y el desenlace de la muerte del poeta puede dar juego muy distinto. "Se trata de un homenaje a la memoria colectiva y universal de Lorca", explica el director norteamericano. La producción, procedente de la Ópera de Santa Fe, cuenta con la escenografía del artista californiano Gronk, a base de ilustraciones abstractas de colores y formas.







    El papel de Margarita Xirgu, destinado en principio a una soprano, se divide en dos partes: una cantada, en este caso por la estadounidense Jessica Rivera, y otra hablada, a cargo de la actriz Nuria Espert. El personaje del poeta será encarnado también por una mezzo, la también norteamericana Kelley O'Connor, que ya lo ha interpretado y grabado. El papel de Nuria, la alumna de Xirgu, lo viste aquí Nuria Rial. El torvo Ruiz Alonso, quien arrestara a Lorca, es el cantaor Jesús Montoya. En el foso estará el solvente Alejo Pérez, reciente defensor de Rienzi.



    La hábil música del compositor judío, no hace mucho implicado en una polémica por plagio, aparece usualmente envuelta en ropajes muy atractivos, que nacen de una adecuada y vistosa utilización de los timbres y de una precisa aplicación del ritmo. En ella se escuchan rasgos temáticos provenientes de la tradición yiddish, que permean las texturas, y fragancias biensonantes un tanto sacarinosas, melodías pegadizas y complacientes muy afines a las creaciones más o menos descriptivas destinadas al celuloide. Con frecuencia mezcla en sus pentagramas el flamenco, el jazz y otras fuentes con abundancia de melismas y ostinati rítmicos.



    Ainadamar significa "fuente de las lágrimas,", la situada cerca del paraje donde el poeta fue asesinado el 18 de agosto de 1936. Golijov se enfrenta al tema lorquiano sin timideces, aunque con munición desfasada, pasada de rosca y de tiempo, en una suerte de collage que trata de situar los múltiples cuadros esbozados con escasa habilidad por el libretista David Henry Hwang, que plantea una acción algo dislocada y no exenta de tópicos, lugares comunes y obviedades que no pudieron ser defendidos en las representaciones granadinas. La música, muy de oficio, siguiendo la acción puntillosamente, acaba por hacerse un tanto cargante por su epidérmico manejo de los palos y de un rosario de temas árabes, judíos, gitanos o de procedencia cristiana: poca o ninguna estilización y bastante mezcolanza enhebrada a través de un amplio instrumental con episódicas y líricas cantilenas, habaneras y otros aires de ese tipo. Lo que a la postre, y en contra de lo que se postula, evidencia escasa originalidad y efectos muy previsibles. Prueba de ello son las guitarras flamencas que se escuchan cuando aparece Federico, que, como se ha podido deducir, es un papel travestido, lo que no me parece precisamente una idea brillante. Todo lo cual aleja, creo, a la obra de la almendra dramática que evoca tan acertadamente el especialista lorquiano Andrés Soria.