Música

Una Aida sobre papel

25 octubre, 2013 02:00

Montaje de Aida con los decorados pintados por Josep Mestres Cabanes. Foto: Antoni Bofill.

El Teatro de la Maestranza de Sevilla abre la temporada de ópera con una llamativa producción de 'Aida' que recupera los decorados en papel pintados por Mestres Cabanes en 1945. Pedro Halffter empuña la batuta en el foso.

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  • El Teatro de la Maestranza recupera una curiosidad en este año Verdi: la producción de Aida en la que colaboraron en 2005 el Liceo, el Campoamor de Oviedo y el Festival de Santander, y que utilizaba los decorados que para unas representaciones de 1945 en el teatro barcelonés habían sido diseñados por el pintor y decorador Josep Mestres Cabanes. El Teatro de las Ramblas volvió a emplear esta producción el año pasado. El trabajo lo constituyen 120 decorados que pintó durante los años posteriores a la guerra civil.

    El material con el que se construyeron se reveló verdaderamente resistente y se conserva muy bien después de que sobreviviera al incendio de 1994. De todos modos hubo que repasarlo. Mestres Cabanes pintó sus decorados siguiendo una estética realista, aunque finamente estilizada, en busca de una recreación poética del Egipto faraónico. Se caracterizan por un espléndido uso de la perspectiva y una luminosidad proverbial. Y ofrecen una insólita verosimilitud. Un problema constante de este montaje su extraordinaria fragilidad. Como explicaba en su día Esperanza Valderrama, ingeniero miembro del equipo del teatro barcelonés, los fragmentos de papel en los que se plasman las pinturas van unidos por unas tiras de tela y están asegurados por unas varillas en los extremos que permiten un fácil almacenaje. Están custodiados en una nave industrial de Bruc (comarca de Anoia), de donde han salido para las representaciones que se desarrollarán en Sevilla entre hoy y el 9 de noviembre.

    Lo admirable de Aida es la habilidad para combinar lo antiguo con lo moderno, hasta el punto de que podríamos afirmar que es, a la vez, una ópera reaccionaria y progresista. Una obra que tiene un planteamiento clásico, similar al de cualquier partitura de los años de galeras. En Aida se aúna todo: tradición, números cerrados, exotismo, espectáculo, lenguaje musical de gran modernidad y un tratamiento poético de situaciones y personajes de alquitarado refinamiento. Advertimos ese toque de exquisitez, por ejemplo, en el empleo del contrapunto, que resplandece ya en el mismo Preludio, en el que se dan cita dos de los grandes temas: el femenino, ascendente y alado, relativo a Aida, y el masculino, descendente y severo, rígido, con entradas en canon, que alude a los sacerdotes. Uno y otro determinan el destino de Radamés y se combinan en el clímax de este fragmento. Encontramos, en paralelo, unas muy cuidadas instrumentación y orquestación, a través de las que Verdi obtiene momentos de bello colorido, pasajes de extrema delicadeza y novedad.

    Son aspectos que podrán disfrutarse en estas representaciones sevillanas con el fondo de ese fastuoso, y raro a día de hoy, escenario por el que se va a mover un grupo de cantantes encabezados por la corpulenta norteamericana Tamara Wilson, en posesión de una voz muy adecuada para la parte de la protagonista: una lírico-spinto con agudos seguros e interesante arte de canto. Su Radamés es el coreano Alfred Kim, de instrumento oscuro y tonante, dotado de un vibrato característico. Amonasro es el estentóreo Mark S. Doss, voz dura y ancha, que en Sevilla cantó la temporada pasada Cavalleria y Sarka. Amneris lo canta la mallorquina María Luisa Corbacho, buen torrente de voz un punto nasal. Y Ramfis, el excelente Dmitri Ulyanov. Pedro Halffter empuña la batuta para un obra que tiene mucho que dirigir y que expresar y en la que es difícil alcanzar el equilibrio arriba comentado. El director de escena es el buen profesional José Antonio Gutiérrez, encargado de darle nueva vida a la producción desde que se exhumó hace casi una década.