'The Indian Queen' en el Teatro Real. Foto: Aleksey Gushchin

El regista estadounidense reinventa la composición de Henry Purcell. Aparte de introducir 'anthems' y otras músicas del autor británico, sostiene literariamente el espectáculo en la novela 'La niña blanca y los pájaros sin pies', de la autora nicaragüense Rosario Aguilar.

Tras La conquista de México de Rihm, toca el turno ahora, en el desarrollo de la mirada de Mortier en torno a la epopeya del descubrimiento de América, a la semi-ópera de Purcell The Indian Queen, su última obra escénica. No se sabe si el compositor, fallecido1695, llegó a ver el estreno en el Drury Lane Theatre de Londres, acaecido en fecha indeterminada, entre la primavera y el otoño de ese mismo año. El éxito de Dido y Eneas en 1689, única ópera en sentido estricto del compositor, determinó que éste se lanzara de nuevo al ruedo teatral, pero con otras miras. El público prefería los espectáculos con música también llamados pastiches o masques, en los que abundaba el diálogo hablado. En esta línea se situarían King Arthur, presentada en 1691, y la más elaborada The Fairy Queen, de 1693, el éxito más grande del compositor, cuya última muestra escénica sería precisamente The Indian Queen, montada sobre libreto de John Dryden y de Robert Howard. Un texto de 1664.



Como era norma en este tipo de obras, los papeles principales no eran cantados y la música se situaba más o menos estratégicamente y con frecuencia, de manera un tanto inconexa, a lo largo de una prolija narración cuajada de incorrecciones e incoherencias que se desarrolla durante la guerra entre los mexicanos (aztecas) y los peruanos en años anteriores a la presencia de los españoles. Una complicada y turbulenta trama que contempla los amores de Moctezuma hacia una princesa inca. Se juega con la presencia de una reina usurpadora, Zempoalla, el concurso de un mago, Ismeron, y otros varios elementos que sirven de pretexto a la música. La última sección de la partitura, ocupada por una masque, fue compuesta por el hermano de Purcell, Daniel. El prólogo está totalmente puesto en música, cosa inhabitual en esta clase de espectáculos. La escena del encantamiento es quizá la más importante y contiene, según el viajero Burney, el mejor recitativo de la lengua inglesa, adjudicado al mago, encarnado en el estreno por el que luego sería famoso bajo Richard Leveridge. Cromatismos melódicos y una atmósfera triste son los rasgos definitorios para Marco Emanuele. En la partitura figuran asimismo una obertura, tonadas y dos canciones para soprano. Como sucede con otros fragmentos, la colocación en el drama es un tanto aleatoria.



Estamos por tanto ante una composición muy abierta, en la que cabe aplicar la fantasía y soluciones varias en cuanto al orden e interpretación. Y muy abierta va a ser la producción del Real, que lleva adosada la expresión "una versión fresca e inédita de Peter Sellars". El regista norteamericano, que ya sabemos que no se arredra a la hora de meter mano a cualquier ópera para poner de su cosecha, ha campado aquí por sus respetos, tal y como él mismo asevera. Introduce anthems y otras músicas de Purcell para reforzar una acción que inventa y que se aleja del original sosteniendo literariamente el espectáculo sobre fragmentos de la novela La niña blanca y los pájaros sin pies de la escritora nicaragüense Rosario Aguilar, que cuenta la historia de seis mujeres en la época de la integración del nuevo y viejo mundo. Según Sellars, son la féminas las que crean una nueva cultura mestiza.



Pero la novela se centra en las tribus de Tlaxcalan que ayudaron a los españoles y aborda la cuestión del colaboracionismo, lo que en principio sitúa el foco narrativo en un punto ajeno a la historia original ilustrada por Purcell, en la que no aparecen los españoles. Lo exótico, lo pagano, las fronteras que separan a la muerte de la vida, la magia, las esquemáticas diferencias entre hombres y mujeres han tentado a Sellars, que sin duda se ha dejado llevar por su calenturienta imaginación. En todo caso, el espectáculo está asegurado por cuanto además el director musical es el inevitable Teodor Currentzis, que aquí actúa al frente de su grupo MusicaAeterna, constituido por el Coro y la Orquesta de la ciudad rusa de Perm, en donde él es titular (el 18 de noviembre ofrecerá con ellos una versión concertante de Dido y Eneas). Los escenarios y figurines son del artista chicano Gronk, muy estimado por Mortier, alguno de cuyos trabajos hemos conocido en el Real. Entre los principales cantantes, que representan a personajes que no aparecen en el original, figuran Vince Yi, Julia Bullock, Markus Brutscher, Nadine Koutcher y Noah Stewart. Moctezuma y todos los demás protagonistas han desaparecido.