Joan Matabosch en el Teatro Real. Foto: Javier del Real.

Especial: Lo mejor del año

Como es costumbre el Teatro Real ha sido fuente de noticias, originadas en buena parte por la esquinada personalidad de Mortier, ahora asesor del nuevo director artístico, Joan Matabosch. El relevo, pactado desde hacía meses para 2016, se adelantó por unas intempestivas declaraciones y por su grave enfermedad.



El teatro se enfrenta a una situación nada fácil, en medio además de dificultades económicas. Se confía en que el conocido talante abierto de Matabosch abra vías y que su habitual eclecticismo pueda llevar la incoherente programación a las sendas de la proporción, el didactismo y la racionalidad. Por otra parte, hay que recuperar abonados, muchos de ellos en fuga. El nuevo director, tantos años en el Liceu, conoce bien la aguja de marear de un coliseo español. Es necesario restituir la perdida consideración en nuestros cantantes, dejados en su mayoría de la mano de Dios durante la etapa morteriana.



Lo mejor del año 2013 en el Real vino dado por el espectacular y bien realizado montaje de Così fan tutte de Mozart de Haneke, aunque al firmante no le gustara por traicionar tanto al compositor como a su libretista Da Ponte. Fue lucido el Wozzeck de Marthaler, dirigido con conocimiento por Cambreling, mejor aquí que en la ópera anterior; pero el planteamiento me pareció erróneo. Eso sí, con un estupendo Keenlyside en el papel estelar. De la temporada presente destacó la fuerza de la música y de la puesta en escena de La conquista de México de Rihm, mejor que la aplaudida The Indian Queen, una travesura de Sellars sobre música de Purcell. Veremos qué nos depara el futuro porque de hecho Mortier no tenía cerradas para las dos próximas temporadas más que tres producciones.



Lo que más me gustó de entre los montajes operísticos realizadas en nuestro país fue, en mucha mayor medida que la alabada Rusalka firmada por Herheim para el Liceu, Pepita Jiménez de Albéniz, llevada a la escena del Canal por Bieito, que ofreció una visión negra y desolada, crítica y llena de poderosos simbolismos. El Festival Mozart de La Coruña programó una espléndida Fanciulla del West de Puccini dirigida soberbiamente por Maazel. En ese capítulo, cabe destacar la desenfadada y sustanciosa Agrippina de Haendel del Campoamor de Oviedo en visión muy original de Clément. Con dificultades, pero sin tirar la toalla, se bandean, junto a este teatro, la ABAO, el Maestranza y otros autonómicos, algunos de muy modesta actividad. A la que va a volver pronto el desaparecido Villamarta de Jerez. Y continúa la del Palau de les Arts de Valencia, que brindó un meritorio Otello cantado por Kunde. No hay que olvidar la labor, tan renovada, del Teatro de la Zarzuela, que acogió la reposición de la obrita de Falla Los amores de la Inés.



En busca de nuevas vías de expresión, la Orquesta Nacional ha afinado el ingenio y ha planteado nuevas propuestas bajo el epígrafe Viajes lejanos (bien recibidas). Y ha movido el banquillo de directores. Sólidos maestros como Bychkov o Eschenbach han dejado ya su impronta. Afkham vendrá con frecuencia a partir del año próximo, ya como titular de verdad. La RTVE ha continuado su marcha ascendente con Kalmar, y la Orcam ha recibido con los brazos abiertos a Víctor Pablo Pérez, que ha empezado ya a actuar provechosamente.



No para el CNDM, que cada temporada aumenta su cuota de actividades, tan ricas y tan variadas, y que ha tenido en junio un día dedicado sólo a Beethoven, en el que, entre otras cosas, se interpretaron las nueve sinfonías; con cuatro orquestas diferentes y la batuta de López Cobos. También el Instituto Italiano aumentó sus actividades y organizó cinco conciertos verdianos, amén de seguir con su ciclo Scarlatti. Y el reducto del Liceo de Cámara no claudica. Como no lo hace la temporada de lied del Teatro de la Zarzuela. La Fundación Scherzo mantiene su importante serie de Grandes Intérpretes pianísticos -con una estupenda Uchida y un magnífico Sokolov- y la sociedad de conciertos La Filarmónica pudo traer a la Sinfónica de Bamberg con Knott y a la Nacional de Francia con Gatti en una de las no demasiadas citas Wagner/Verdi. Claro que en el campo de los grandes conciertos sinfónicos la palma ha de llevársela Ibermúsica, que en 2013 contó con las orquestas Philharmonia, Sinfónica de Londres, Filarmónica de Berlín o Mozart, dirigidas por grandes de la batutas como Rattle y Abbado.



Las orquestas luchan contra la crisis y se exprimen para programar de manera interesante, incluidas nuevas composiciones y estrenos. Mientras hay vida, hay esperanza. En la apertura hacia nuevas músicas ha seguido en primera línea el CNDM. A su lado, la Fundación BBVA mantiene su ciclo habitual, con la mirada hacia lo más significativo de las músicas del XX y XXI. Y la Fundación Juan March, dispuesta a abrir el repertorio más allá de los nombres canónicos. Fundamental también la labor de la Fundación Albéniz con la cantera a través de la Escuela Reina Sofía. Sus frutos son cada vez más numerosos, y valiosos.