karajan retratado por Siegfried Lauterwasser
El próximo 16 de julio se cumplen 25 años de la muerte de Herbert von Karajan. Fue, de eso no cabe duda, un gran director de orquesta. Aunque en su vida hubiera no pocos puntos oscuros y su trayectoria no fuera precisamente santa. "Batuta negra" lo bautizó Pestalozza. Pero una cosa es el comportamiento personal y humano, las relaciones y ambiciones, y otra es el talento; y Karajan era un músico muy dotado; desde que, muy joven, escuchó a Toscanini en Viena y siguió estudios musicológicos en la Universidad con Franz Schalk.Era el típico maestro que quería controlarlo todo. Lo hacía en principio con un gesto verdaderamente sugerente, basado en un movimiento acompasado, dotado en su apariencia regular de una poco acusada pero perceptible oscilación de muñeca. La batuta, pequeña y gruesa, poseía, en todo el recorrido que la amplitud de los brazos, circulares o en caída vertical, le otorgaban, un nerviosismo interior que alimentaba constantemente la pulsación, el latido de la música.
La manera de batir abajo, con tensos y concentrados temblores, antes de iniciar un tutti, era de asombrosa eficacia y causaba auténtico impacto en la audiencia, atónita ante la controlada liberación, sin aparente comedimiento ni previo cálculo, de todas las fuerzas desencadenadas de la orquesta. El muelle revoloteo de las manos modelaba y moldeaba el discurso sin afán de una clarificación que se presumía asumida. El director salzburgués descubrió desde el principio que el tempo viene establecido por el tipo de pulsación. Hay leyes matemáticas al respecto. En la búsqueda del latido interior se localiza el clímax en torno al cual ha de realizarse la arquitectura de la página. Tal planteamiento es posible que haga perder frescura y espontaneidad a la ejecución, sometida desde el principio a una organización demasiado calculada, envuelta en un sostenuto perenne, que para algunos amortigua los sforzandi y empequeñece los dramáticos efectos ocasionados por inesperados modulaciones o cambios de dinámicas.
En la orquesta de nuestro maestro la sonoridad era el resultado de una buena regulación de planos y voces, adecuadamente superpuestos, y de la calidad de su vibración. Por encima del papel que juegan individual y colectivamente en la organización de las tensiones internas que constituyen la esencia profunda de cada composición. He ahí la diferencia que se establecía, por ejemplo, entre la orquesta de Karajan, de tersa y brillante superficie -no exenta de muy germánica densidad-, y la de Furtwängler, más intuitivo, más genial, en la que el colorido aparecía como resultado de un proceso inverso y como producto de la liberación hacia el exterior de los conflictos temáticos. A veces el rubato o el rallentando que aplicaba Karajan hacía aún más ostensible la falta de tensiones internas.
Naturalmente, como es sabido, el músico salzburgués grabó muchísimo, y a veces repetía: hasta cinco veces registró las Sinfonías de Beethoven. Por estos días está saliendo al mercado y distribuyéndose gran parte del legado discográfico de ‘Der Gott', como se lo conocía, dado su omnímodo poder. Warner Classics concluye el lanzamiento de un conjunto de 13 álbumes, procedentes de los archivos EMI, que recoge principalmente música coral y sinfónica grabada entre 1946 y 1984.
Aparecen ahora las últimas cuatro cajas (Haydn, Beethoven, Brahms: música coral; Brahms, Bruckner, Wagner, Richard Strauss, Schmidt; Haydn, Mozart, Schubert; Berlioz, Franck, Debussy, Ravel, Chaikovski, Dvorák, Bartók). Por su parte DG propone, con la leyenda La colección esencial, una suerte de síntesis en 2 CDs y una enorme edición de 38 discos de música sinfónica. También una caja de 5 CDs que contiene las nueve Sinfonías de Beethoven, ensayo de la Novena incluido. Digamos por último, para los amantes de la imagen, que el portal Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín está proyectando desde principios de mes vídeos en alta definición de algunos conciertos escogidos del maestro.