Elisabeth Leonskaja. Foto: CNDM

Se abre de nuevo una de las parcelas de mayor abolengo en la programación del CNDM, aquella que lleva por título Contrapunto de verano, en la que, tradicionalmente, se suelen unir músicas alejadas en el tiempo, que corren en paralelo en busca del establecimiento de lazos estilísticos, de conexiones singulares, de semejanzas en algún caso paradójicas. Con el protagonismo del piano, discurre el ciclo en esta oportunidad.



Bajo el epígrafe Viena 1800-1900, dos escuelas, dos mundos, se dispone la audición conjunta y bien organizada de 18 de las 23 Sonatas de Schubert (en la ordenación de Halbreich), en programación alternativa con la producción para el teclado de los tres principales protagonistas de la segunda escuela vienesa: Schönberg y sus dos discípulos, Berg y Webern (que aparece por segunda vez en este cartellone).



Hay otro dato que contribuye a reforzar el interés de esta convocatoria, que se inicia este viernes (29) y que, a lo largo de otras cinco sesiones, se extiende hasta el próximo 30 de junio: la intérprete elegida es la georgiana Elisabeth Leonskaja (Tiflis, 1945), artista siempre refinada, elegante, musical, a veces de sorprendentes giros acentuales en busca de una expresión fidedigna. Uno de los atributos que en mayor medida la definen es su espectro sonoro, la pátina que sabe imprimir a sus frases, nimbadas por lo común de una melodiosa y armoniosa fluidez y de una belleza tímbrica hija de un ataque muelle, progresivo y un estupendo manejo del pedal, de una minuciosidad reconocible; lo que otorga a su canto una cadenciosidad ejemplar y a sus planteamientos dinámicos una amplitud que nunca bordean lo altisonante, lo melodramático. Sus modos son muy naturales y su forma de exponer, altamente lógica.



La pianista consigue un medido, y al tiempo libre, juego lleno de sutilezas y, a menudo, curiosas inflexiones. Es admirable la cantabilità de su piano, sólo muy ocasionalmente enturbiado por ciertos defectos de digitación. Un piano eminentemente apto para la música de Schubert, con el que tiene algún tipo de diabólico pacto para dar siempre en la diana de su almendra expresiva y dramática y de quien ha grabado un buen puñado de premiados CDs, todos de alto nivel.



Jacob Milstein fue su maestro en el Conservatorio de Moscú. Enseguida empezó a ganar premios, entre ellos los de los concursos de Bucarest, París y Bruselas. Viena, que es en donde vive actualmente, fue precisamente su lugar de destino tras dejar la unión Soviética. En nuestro país hemos podido verla en distintas ciudades y en diversos ciclos. Madrid es uno de sus campos de actuación preferido. El Liceo de Cámara o los Grandes Intérpretes de Scherzo la conocen bien. La transparencia conceptual de la intérprete, que penetra muy directamente en la entraña de las estructuras musicales, de la manera más comunicativa, más dulce, más femenina y templada, puede depararnos horas de elevado disfrute.