Image: Woody Allen 'filma' Gianni Schicchi

Image: Woody Allen 'filma' Gianni Schicchi

Música

Woody Allen 'filma' Gianni Schicchi

26 junio, 2015 02:00

Tomeu Bilbiloni (Ser Amantio di Nicolao) , Nicola Alaimo (Gianni Schicchi), Elena Zilio (Zitta) y Luis Cansino (Marco) en una escena de Gianni Schicchi. Foto: Javier del Real

El director norteamericano llega al Teatro Real este martes con un montaje de la ópera de Puccini, su primera incursión en el universo lírico. El programa se completa con Goyescas, de Granados, en versión concierto.

El proyecto de presentar en el Teatro Real, en una sola función, Goyescas de Granados y Gianni Schicchi de Puccini, estrenadas en el Met neoyorquino con dos años de diferencia, se ha malogrado en parte. Se anunció, para la primera, una puesta en escena firmada por José Luis Gómez sobre decorados de Eduardo Arroyo. La segunda, venía avalada por el nombre de Woody Allen y contaba en el papel de pícaro con Plácido Domingo, quien había convencido precisamente al cineasta para intervenir en la producción.

Por un lado, la obra del español va interpretarse en versión de concierto a causa de problemas presupuestarios. Por otro, Domingo se ha caído del cartel por motivos personales. En todo caso, podremos apreciar los valores musicales de las dos creaciones y admirar, por ejemplo, la vena melódica, los hallazgos armónicos y la riqueza instrumental de la del compositor catalán, inspirada en los frescos de Goya y que nació de la magistral suite pianística redactada entre 1909 y 1911. La idea de trasladar la partitura a la escena fue del pianista y director de orquesta norteamericano Ernest Schelling. Granados escribió la música, a la que hubo de aplicarse a posteriori el libreto de Periquet, lo que determinó un desequilibrio dramático y acabó por lastrar la obra, tan notable en los aspectos meramente musicales. La historia de celos, amores y muertes, la confrontación entre lo popular y lo aristocrático no termina de funcionar. El estreno se celebró el 28 de enero de 1916 con lisonjero éxito, bien que no se llegaran a ofrecer más que cinco representaciones. Cuando regresaban a España, el trasatlántico en el que viajaban el compositor y su esposa fue torpedeado. Los dos murieron ahogados.

Distinto es, claro, el caso de la tercera ópera del famoso Trittico, estrenado el 14 de diciembre de 1918. Es sin duda más concisa, fluida e inspirada que las otras dos, Il tabarro y Suor Angelica. La gracia, el ritmo casi cinematográfico que el músico de Lucca supo imprimir a esta farsa, que tanto debe al Falstaff verdiano y que fue compuesta en los oscuros años de la I Guerra Mundial, hicieron de ella una obra que puede estimarse maestra. Nada falta, nada sobra en este cuento aleccionador extraído del Inferno de Dante y que requiere un movimiento escénico preciso y fantasioso, claro y ágil.

En su debut operístico Allen ha orientado su visión sobre esta fábula en torno a la codicia desde una estética cercana a la de las comedias cinematográficas italianas de los años 40 y 50. La batuta estará en manos del competente Giuliano Carella, a quien no vemos, de todos modos, en posesión de la gracia, la vitalidad desbordante y la variedad de colores que la obra parece demandar. A sus órdenes se sitúa un muy sólido equipo de cantantes, en su mayoría españoles. La pareja de jóvenes enamorados, Lauretta y Rinuccio, será la formada por Maite Alberola y Albert Casals. La parte de Schicchi se la reparten dos barítonos: el aún tierno Nicola Alaimo -al que vimos en el Real como Don Pasquale- y el más añoso Lucio Gallo.

María Bayo -que grabara la obra en 1996-, Ana Ibarra, Andeka Gorrotxategi y César San Martín componen un reparto español de primer orden que puede servir sin especiales dificultades las nada fáciles partes protagonistas de la ópera de Granados, que será dirigida musicalmente por Guillermo García Calvo, una de las batutas jóvenes españolas más en forma (en el proyecto originario se anunciaba también a Plácido Domingo para afrontar ese cometido).