Anna Netrebko. Foto: Bill Cooper

Reunir de una sola tacada a cuatro de las voces más importantes de la actualidad en los cuatro fundamentales registros, los heredados de la antigua disposición polifónica -cantus o superius, altus, tenor y bassus-, no es cualquier cosa. Es lo que ha conseguido, en estos tórridos días, el Palau de la Música Catalana, que anuncia, para el próximo día 13, un concierto cuajado de atractivos para los mejores paladares. El plantel es realmente apetitoso. En primer lugar, la soprano de moda, la rusa Anna Netrebko, una lírica que ha ido evolucionando paulatinamente hacia el espectro de lo lírico-spinto. En modo alguno al de una dramática o una dramática de agilidad verdiana, para lo que le falta consistencia, metal y hechuras, como está demostrando en su abordaje de papeles de la enjundia de Lady Macbeth. Creemos que su satinado timbre continúa, en efecto, siendo esencialmente lírico, y lo ha evidenciado hace poco en el Covent Garden encarnando a una vistosa Mimi. Y a ese repertorio se dirige su bien cincelada técnica, su fraseo elegante y su nítida dicción.



La segunda en discordia, también rusa, es la mezzo Ekaterina Gubanova, bien conocida en nuestro país. Posee una amplia voz de mezzo, robusta, sonora, extensa, con tintes levemente nasales. Ha de empastar estupendamente con la materia vocal de Netrebko. Musical y dotada de excelente formación, esta antigua pianista se ha colocado en envidiable posición en los últimos cinco años. La hemos visto en Madrid cantando Brangania y en Barcelona como Adalgisa.



Frente a estos dos instrumentos femeninos, dos masculinos de muchos quilates. El primero el del tenor letón Alexandrs Antonenko, uno de los más fornidos de los últimos años: oscuro, consistente, compacto, rocoso, algo fibroso, de agudos trabajados y a veces trabajosos de enorme potencia y densidad; atributos que le han permitido adentrarse con éxito en un personaje clave de su literatura como el Otello verdiano, para el que quizá le falte alguna más cuidada veta lírica. Su gran envergadura y su poderoso físico acaban por convertirlo en uno de los Moros de referencia a día de hoy.



El ruso Ildar Abdrazakov, un año más joven, es un bajo cantante de carácter más bien lírico, de emisión muy cuidada e igual, de técnica muy sólida. Pese a su tinte penumbroso goza de una sorprendente agilidad y es muy hábil para colorear, regular y expresar los papeles más dispares de los más opuestos repertorios. También ha cantado varias veces en España y mostrado, así en Semiramide de Rossini, una especial disposición para el fraseo claro y preciso. El timbre es singularmente atractivo y sensual. Actor de técnica muy pulida y de amplia gama de registros y de recursos.



Esas cuatro magníficas voces interpretarán arias, dúos, tríos, quizá cuartetos de unas cuantas obras maestras de la ópera. El concierto, que se encuadra en el ciclo titulado Palau 100 Grandes Voces, circulará por las sendas del éxito por cuanto como sostén figura la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña dirigida por el solvente Marco Armiliato.