David Villanueva, Santiago Auserón, Luis Eduardo Aute y Juan Carlos Mestre, en la grabación en directo de Esclavos del agua.

- Compra aquí el disco Esclavos del agua

Cuando David Villanueva grabó en directo su disco Esclavos del agua, Luis Eduardo Aute subió al escenario para cantar a dúo "De Gris". El veterano cantautor, pintor, escultor, director de cine, actor y poeta dijo sentirse muy identificado con el músico y editor de Demipage, ya que ambos son "personas dedicadas a distintas indisciplinas, pero, en fin, nadie es perfecto". Junto a ellos, comparten esta manera de estar en el mundo otros dos artistas polifacéticos que también empuñaron los micrófonos aquella noche: Santiago Auserón (cantante, compositor, musicólogo, filósofo), que acompañó a Villanueva en "Carnaval", y Juan Carlos Mestre (poeta, grabador, ensayista), que interpretó su conocido poema "Cavalo Morto", dedicado al brasileño Ledo Ivo, con su acordeón y el respaldo de toda la banda.







Mestre conoció a Villanueva por casualidad. "Un azar, esa razón siempre única de lo imaginario, hizo que coincidiéramos en un caravasar años atrás haciendo el itinerario norte de la Ruta de la Seda, hacia Urumchi, al noroeste de China", recuerda el poeta. Luego se perdieron la pista hasta que otro poeta y melómano, Francisco Javier Irazoki, los volvió a poner en contacto. Gracias a este reencuentro, Mestre escribió su primer relato, El zapatero de Stalin, que apareció en el libro colectivo con el que Demipage celebró sus primeros diez años de vida, Diez bicicletas para treinta sonámbulos.



También fue el Villanueva editor el que conoció a Aute y a Auserón, y en el caso del segundo también fue Irazoki el enlace. Éste le recomendó a Auserón que hablara con David para editar en España el libro de su pareja, Catherine François, titulado El árbol ausente. La cosa cuajó, siguieron colaborando en otros proyectos de la editorial y se hicieron amigos. Y la relación de Villanueva con Aute brotó de la publicación de su cortometraje El niño y el basilisco en versión libro más DVD por parte de Demipage.







La confluencia de estos cuatro todoterrenos del arte y la cultura es un brindis por el derribo de los géneros y de los muros de contención creativa. No son una especie en extinción, sino todo lo contrario, opina Aute: "Por lo que sé, hay toda una dinámica de artistas 'transdisciplinares' que tienen cada vez más vigencia". Son, como dice Mestre, "parte singular de esa indisciplina tan simbólica como radicalmente hermosa de los quehaceres de la inteligencia, sin aceptar límites ni corsés".



Nada nuevo, en realidad. "Las humanidades siempre se han caracterizado por la polivalencia y la permeabilidad entre disciplinas", apunta Auserón. Y más cuando hablamos de música y literatura. Mientras tanto, lamenta, "en el terreno de la tecnología y las ciencias aplicadas se fomenta la hiperespecialización tomando como modelo 'la paideia norteamericana'".



Cultivar varias facetas artísticas a la vez suele ser cuestión de vocación, pero también lo es a menudo de supervivencia, sobre todo en época de vacas flacas. Como dice Villanueva, ser un hombre orquesta es "una manera de entender la vida o más bien una manera de acoplarse a la vida, a la situación que se impone, sin perder las áreas a las que quieres dedicar realmente tu tiempo".







"Estamos aquí por puro placer", canta el músico en una de sus canciones. Porque "acoplarse a la situación que se impone" no significa renunciar a la libertad, a la independencia frente a los cánones y las modas que impone la industria cultural. Él se gana la vida como editor y la música es un sueño que quedó varado hasta hace bien poco. El hecho de ganarse los garbanzos con otra actividad le permite lanzarse al vacío en la música. Auserón opina que esto es positivo para el arte: "Es el caso de mucha gente, cada vez más. Intentan dedicarse a la música a tiempo completo unos años y cuando ven que el circuito convencional no les hace hueco, tienen que buscarse otro trabajo y valerse de internet y el boca a boca para salir adelante como músicos. Y ahí encuentran un terreno real, un estímulo. Yo recomiendo a los que quieran dedicarse a esto de verdad que hagan eso. No tenemos que estar tan pendientes de las discográficas ni de las subvenciones", dice quien alcanzó como Juan Perro la libertad que no tuvo con Radio Futura. Auserón empezó, como tantos aficionados a la música, jugando con aparatos musicales en la sala de ensayo. Luego vino lo de firmar contratos y dar la cara en los medios. "Aquello fue una encerrona, la libertad se acabó y todo lo interesante se desvaneció en el aire. Tenía que salir de aquello. Las letras y la filosofía me ayudaron, hasta que me inventé Juan Perro".



Aute dice que siempre ha intentado mantener esa independencia de la que habla Auserón. "Nunca me han obligado por contrato a hacer algo con lo que no estuviera de acuerdo; más bien al revés, he exigido por contrato mis condiciones", presume el autor, aunque reconoce que no ha sido nada fácil. Las cosas nunca lo son para los creyentes del ars gratia artis, pero no saben vivir de otro modo. Volvamos al estribillo, esta vez completo: "Estamos aquí por puro placer... aunque a veces no sé por qué queremos volver".