La estilizada y elegante escenografía de Carmen Laffón, hito artístico de la Maestranza. Foto: Guillermo Mendo
El Teatro de la Maestranza recupera, casi 20 años después, El barbero de Sevilla ideado escénicamente por Carmen Laffón. Celebra así el bicentenario del tormentoso estreno romano de la obra maestra de Rossini. Serán cinco funciones que arrancan este lunes (8).
Los ritmos ostinati, las veloces strette, las cavatinas enhebradas por Rossini se integran así en un todo armónico y armonioso, tan sutil como diáfano. El barbero de Sevilla, casi sin pretenderlo el autor, que, como todos, casi prefería el triunfo en la ópera llamada seria o dramática -ya había hecho cosas importantes en ese campo-, es una obra maestra en su género. Y eso que fue compuesta en unos 20 días. El músico de Pésaro aprovechó durante un corto período de creación materiales anteriores, dispersos, casi de derribo, y logró un producto de singular coherencia y homogeneidad. Hasta un 40% de la música de la ópera proviene de otras obras anteriores del propio músico: Aureliano en Palmira, Elisabetta, Sigismondo... Rossini en cualquier caso fue mucho más allá que Cimarosa o Paisiello.
Una pátina realista, unos personajes muy cercanos, una impresionante finura psicológica, una aplicación del ritmo de rara precisión y una innegable belleza melódica hicieron que pronto este Barbero cobrara celebridad. La obra posee una construcción equilibrada, geométrica y presenta numerosas novedades en la escritura de las voces y de la orquesta. Las vocalizaciones, las fioriture fueron escritas por el mismo Rossini, que prefería las suyas a las que, según costumbre, se inventaban los cantantes, a veces inexpertos, a veces demasiado narcisistas. Son necesarias cualidades tales como respiración, flexibilidad, colorido y lo que se llama canto rubato; es decir, no cuadrado, flexible, que roba partes de un compás para pasarlas al siguiente. La línea vocal se va igualando insensiblemente y adquiere así una mayor elasticidad.
En aquellas representaciones sevillanas de 1998 se contó con la dirección musical de una autoridad como Alberto Zedda, responsable de la revisión y de la moderna edición de la partitura, en la que se recuperan algunos números eliminados por la tradición. En esta oportunidad se situará en el foso del teatro andaluz el italiano Giuseppe Finzi, actual titular de la Ópera de San Francisco y antiguo colaborador de Muti. Es justamente El barbero una de sus óperas preferidas y la ha dirigido muchas veces con provecho. Ya ha tenido, de seguro, como Almaviva, al tenor estadounidense Michele Angelini, que es quien actúa en Sevilla. Un lírico-ligero en la línea de Flórez, aunque sin su solidez técnica ni su cristalinidad. Pero es fácil en el agudo y animoso en la exposición. Desde luego, y eso es lo normal hoy, no tiene la entidad vocal, la voz oscura, la dimensión del tipo de tenor para el que se destinó la parte.
Marina Comparato, Rosina, es una estupenda mezzo lírica, bien coloreada y homogénea, diestra en agilidades, pero no la contralto coloratura ideal. Recordamos con agrado su Cherubino de las mozartianas Bodas de Fígaro de hace años en el Real. Enfermo el barítono canadiense Elliot Madore, lo sustituye el italiano Davide Luciano, de instrumento más timbrado, aunque de relativa limpieza emisora y en fase de maduración. Dmitry Ulianov, oscuro y pleno, será un tonante Basilio y Renato Girolami, buen caricato, un pertinente Bartolo. Susana Cordón, una soprano, que es lo que se pide,ya sabemos que canta muy bien Berta.