Videocreación que se proyectará en Idomeneo. Foto: P.A.
Idomeneo, primera obra maestra absoluta de Mozart en el reino de la ópera, es obra poco frecuentada entre nosotros. Por eso cuando se programa, como se hace a partir del jueves (21) en el Palau de les Arts, se aviva la curiosidad para penetrar en sus entresijos y conectar con sus bellezas. Es indiscutible que Wolfgang Amadeus consiguió una ópera de un vigor, de una plasticidad y de un sabor trágico excepcionales. Cosa sorprendente si se tiene en cuenta lo acartonado del libreto de Varesco.La originalidad mozartiana se ve de continuo en este intento de dar un lustre desconocido a una sui generis tragedia lírica. Es milagroso el equilibrio resultante de la soldadura de números, que se alternan sin prácticas cesuras y que llevaban a sus últimas consecuencias lo predicado Gluck. En la primera escena del primer acto, por ejemplo, protagonizada por una Ilia que nos narra sus sinsabores, el recitativo accompagnato inicial, que emana sin solución de continuidad de la obertura, es sucedido por un arioso, éste por el aria da capo y ésta por un recitativo secco. La página viene así construida de un solo trazo por un contrastado accompagnato, Quando avran fine omai l'aspre sventure mie?, un aria maravillosa, Padre, germani, addio! (n° 1) y el recitativo Ecco, Idamante, que se funde con aquélla en singular efecto dramático.
Porque el talento de Mozart se muestra una y otra vez y se aprecia en muchos de los compases de la partitura; siempre en busca del camino más recto hacia la expresión intensa. Tanta belleza, decía Dent, llega a eclipsar en ocasiones la pasión humana. El coro es un auténtico protagonista, al modo de la tragedia griega. En el n° 24, Oh voto tremendo!, de bellísima línea melódica, hallamos un hálito romántico anticipador de páginas de Bellini o Verdi. Y el n° 17 se puede conectar con el coro de la tempestad del Otello de este último. Para que todo concuerde, Mozart realiza un trabajo muy importante en lo orquestal y en lo vocal.
El protagonista ha de ser un tenor lírico de cierta plenitud, en la línea del cantante que lo estrenó en 1781, Anton Raaff, aunque, con más de 60 años, no estuviera ya para muchos trotes. Difícil es el papel de Elettra, que precisa una voz de soprano dramática de agilidad, la voz ideal para la Reina de la noche de La flauta mágica o Vitellia de La clemencia de Tito. Ilia es soprano lírica o lírico-ligera, mientras que Idamante, creada para el castrato Vincenzo del Prato, a día de hoy lo suelen cantar mezzos. Mozart lo reescribió para tenor.
Tiene atractivos el reparto de Valencia. Idomeneo será Gregory Kunde, ya un habitual en nuestros escenarios. Su voz, oscura y compacta, quizá en exceso, puede convenir al personaje siempre que su canto esté presidido por la elegancia, el noble fraseo y la aplicación del legato justo. La despechada Elettra es Carmen Romeu, de instrumento cada vez más fornido y dotado para la compleja coloratura. Ilia se ha asignado a la brasileña, aún en pleno crecimiento, Lina Mendes e Idamante a la mezzo Monica Bacelli. La batuta elástica, acompasada, respetuosa del estilo, flamígera cuando viene a cuento, de Fabio Biondi, estará en el foso. La escena es, en esta nueva producción, de Davide Livermore, actual hombre fuerte del Palau y artista de muchos recursos.