Image: Filarmónica de Viena, el sonido de cristal

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Música

Filarmónica de Viena, el sonido de cristal

24 junio, 2016 02:00

Orozco Estrada. Foto: Werner Ktmetitsch

La histórica formación comparece, de la mano de Ibermúsica, en el Auditorio Nacional este viernes y el domingo. Jonathan Nott y Orozco Estrada estarán en el podio. Al segundo lo acompañará Javier Perianes, que debuta con la orquesta.

Comienza la temporada 2016-2017 para la infatigable Ibermúsica, que sigue adelante contra viento y marea tras una meritoria reorganización. Abre el fuego con dos conciertos de la ilustre Filarmónica de Viena, uno este viernes, otro el próximo domingo, ambos en el Auditorio Nacional. Nueva oportunidad, pues, de escuchar a esta legendaria falange, tanto tiempo ausente de nuestras salas de concierto y en los últimos años, gracias a esta sociedad de conciertos, muy presente en ellas.

Recordemos que la orquesta vienesa se fundó con su actual denominación en 1842 de la mano del compositor Otto Nicolai, que consiguió agrupar a unos cuantos instrumentistas de la Ópera de Viena. Aunque las raíces se situaban, según los estudiosos, en 1288, año en el que se fundó la llamada Hermandad de San Nicolás. Nicolai estuvo hasta 1848 y desde entonces se han sucedido en el podio nombres como los de Carl Eckert, Otto Dessoff, Hans Richter, Gustav Mahler, Joseph Hellmesberger hijo y Felix Weingartner, que dejó la agrupación en 1927.

Ya Weingartner había impuesto un modo de relacionarse con el conjunto, sin estar atado por completo a él. Tras su marcha, la Filarmónica prefirió no tener un director titular fijo, sino trabajar con invitados regulares: Wilhelm Furtwängler, Clemens Krauss, Bruno Walter, el citado Karl Böhm, Carl Schuricht, Erich Kleiber, Herbert von Karajan, Istvan Kertesz, Claudio Abbado, Lorin Maazel, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Carlos Kleiber, Seiji Ozawa… Con tales nombres al frente se ha venido realizando una copiosa labor en los estudios de grabación -hoy se sigue más la técnica de la toma en vivo-, que empezó a adquirir importancia real con Furtwängler y que se desarrolló ampliamente con Karajan.

Incluso a través de sus discos se aprecian las cualidades únicas de la orquesta

Fue con el primero, uno de los más significados y originales artistas de la batuta, con quien se comenzó a difundir la legendaria sonoridad de la formación, tan apta para ser recogida por los micrófonos y que podemos admirar en tantas y tantas memorables grabaciones. Aun a través del disco, en efecto, nos apercibimos de la calidez, sedosidad y transparencia de las cuerdas, del terciopelo de las maderas, del timbre áureo de los metales. El equilibrio, la finura, el sabor de una secular tradición, que ha venido siendo forjada a lo largo de los siglos y que tiene la impronta de las rancias escuelas instrumentales vienesas otorgan esa rara personalidad de cristal al sonido.

Arrebato frente a sobriedad

En esta visita tendremos ocasión de ver en el podio a dos maestros de distintas generaciones, el británico Jonathan Nott (1962), que tantas veces nos ha visitado con la Sinfónica de Bamberg, y el colombiano Andrés Orozco Estrada (1977), una de las luminarias de hoy. Frente a la solidez del primero, artista sobrio, analítico, de amplia y sugerente técnica gestual, elegante y cuidadoso, elástico y armonioso, opone el suramericano un mayor arrebato, una vigorosa expresividad, una estimulante nerviosidad -de las que dejó huella en su etapa al frente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi- y un temperamento muy propio de su tierra, todo lo cual transmitido a través de una mímica fácil y vibrante.

En atriles obras de repertorio: obertura Coriolano de Beethoven, Muerte y transfiguración de Strauss, Primera Sinfonía de Brahms, con el inglés en el podio; Danzas de Galanta de Kodály, Concierto n° 4 de Beethoven, con el inefable Javier Perianes al piano, y Danzas Sin fónicas de Rajmáninov, con el de Medellín al frente.