Uno de los ingenios de Olbeter para El sueño de Gulliver. Foto: Albert Claret

Roland Olbeter lleva al Grec El sueño de Gulliver, un espectáculo en el que el artista utiliza sus conocimientos de ingeniería, robótica y programación para llevar al personaje de Swift a los confines del universo.

Los caminos del teatro lírico son variados, inesperados y a menudo insondables. Hace años habría sido impensable una ópera como la que programa el festival barcelonés del Grec, en el Teatre Lliure de Montjuïc, los días 8, 9 y 10 de julio con el título El sueño de Gulliver, "ópera mecánica para marionetas robotizadas", que lleva la firma de Roland Olbeter, autor de la idea, la dirección y el libreto. Un artista completo: violinista, ingeniero naval, escenógrafo, creador de robots, programador y autor de instalaciones móviles y sonoras.



Es constructor de complejos mecanismos electrónicos y un sagaz hombre de teatro. Escuchemos sus palabras en relación con esta nueva obra: "La idea de hacer la ópera mecánica El sueño de Gulliver surgió hace unos diez años cuando me topé con una bonita edición ilustrada del libro de Jonathan Swift. Llevaba tiempo con la idea de hacer una obra de marionetas automatizadas en la línea de mi trabajo de máquinas y artefactos robotizados. Su contenido muchas veces surrealista, pero también su carácter universal y su humanismo, lo predestinaban a ser una ópera mecánica".



En ella se nos presenta al científico Gulliver, investigador de los misterios del espacio. Ya viejo, tiene un último sueño y se sube a una nave espacial que le llevará hasta los confines del universo. Cada uno de los cuatro actos de la obra representa una etapa de su viaje: la primera transcurre en el planeta de los liliputienses; la segunda en el planeta de los sentidos, junto a la bella Glumdalklitsch; la tercera se sitúa en la luna de los inmortales y la cuarta se enmarca en el centro del universo, lugar donde se decide el destino de los seres y las cosas. La razón fundamental del viaje del héroe es, pues, encontrar el sentido de la vida. La música es fiel reflejo de la heterodoxia de la obra y ha sido previamente grabada por diez cantantes líricos y 10 instrumentos robotizados creados por Olbeter.



Pistones neumáticos

Todos los elementos del espectáculo -marionetas, vídeo, luces, sonido, efectos especiales- se manipulan mediante un show control, un cerebro que centraliza el movimiento de los muñecos con servomotores y pistones neumáticos. Con todo ello se busca una sincronización y reproducción óptimas.



La autora de la partitura es Elena Kats-Chernin, nacida en Uzbekistán en 1968, pero nacionalizada australiana en 1975. Posee una muy amplia formación y tuvo entre sus maestros a Lachenmann, aunque su estética va por derroteros bien distintos. Sus pentagramas son de raíz minimalista, bien ordenados, fantasiosos en los timbres, excelentemente desarrollados, si se quiere en la línea de un Pärt o incluso un Adams. No es la primera obra escénica que compone, pues cuenta ya en su haber con otras seis partituras destinadas a las tablas, la última The Divorce, de 2015, para la cadena ABC de televisión.



Debemos dar los nombres de algunos de los colaboradores del proyecto: Nico Nubiola, escultor de marionetas; Esterina Zarrillo, directora de vídeo. Y, muy importante para casar todo ello, Carlos Fesser, director musical y barítono sevillano que viene trabajando con Olbeter y sus instrumentos robóticos desde 2003. Su voz aparece en la grabación al lado de la de cantantes tan solventes como el barítono Joan Martín-Royo, el tenor Antoni Comas y la mezzo Claudia Schneider.