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Image: Ibrahim Maalouf: "Que nuestros políticos canten fatal es muy revelador"
Ibrahim Maalouf: "Que nuestros políticos canten fatal es muy revelador"
Ibrahim Maalouf
Nacido en Beirut y asentado en la banlieu parisina, es uno de los jazzistas emergentes con un discurso más personal: funde la tradición clásica árabe con un jazz sutil, elegante y emocional. A España llega con su versión más electrónica, la de su último álbum, Red & Black Light, que exhibirá en las Noches del Botánico (20) y en el Jazzaldia (23).
De cómo se ha ido encanallando la convivencia con el Islam en el último siglo sí da fundamentadas razones su tío Amin Maalouf en El desajuste del mundo. Ibrahim suscribe las tesis de este ensayo que reprocha a nuestras democracias el apoyo interesado a sátrapas locales y al mundo árabe su apego irracional a ciertos prejuicios religiosos. "Ofrece una perspectiva muy valiosa porque conoce a fondo ambos bandos. Su literatura es un puente para propiciar el entendimiento y, a su manera, mi música busca lo mismo", explica el trompetista a El Cultural en el Liceo Francés de Madrid.
Y basta escuchar su jazz elegante, exquisito y sutil para confirmarlo: en él converge la tradición clásica europea y la sensualidad oriental. Esa combustión es consecuencia natural de sus bandazos geográficos (huyó de la guerra civil del Líbano y se refugió en la banlieu parisina). El magisterio paterno hizo el resto. Con su padre, el también trompetista Nassim Maalouf, giraba de niño destilando a dúo partituras de Bach, Vivaldi…
Pregunta.- ¿Cómo desembocó en el jazz?
Respuesta.- Al descubrir a Miles Davis, con 15 o 16 años. Me gusta el sonido de la música clásica, claro, pero al ejecutarlo con la trompeta genera agudos muy marcados que pueden ser molestos. Eso me impedía que me encerrara en mi habitación y ensayara, que era algo que me encantaba. Davis me enseñó que la trompeta podía también sonar suave y sutil. Así me enganché al jazz.
P.- ¿Cómo casan las melodías árabes con el jazz?
R.- Muy bien. El jazz viene del blues, que a su vez viene de cantos espirituales y de la música negra africana. La música árabe, si escarbas, también tiene el mismo origen, hay melodías y ritmos comunes en su base. En el blues, además, dominan los cuartos de tono, algo que lo equipara con el folclore árabe.
Para conseguir esos cuartos de tono característicos su padre añadió otro pistón a la trompeta convencional, que tiene tres. El invento le permitió armonizar la fusión. "Él escuchaba mucha música francesa pero, al tocarla, quería llevarla a su terreno. Intentaba inyectarle sus raíces árabes pero la nata no montaba. Algo fallaba. Entonces se sacó de la manga el cuarto pistón. Y montó".Desemboqué en el jazz por Miles Davis. Me enseñó que la trompeta podía sonar suave y sutil, y así podía ensayar en mi habitación"
Aferrado a esa trompeta lo veremos el próximo miércoles (20) en las Noches del Botánico de Madrid y el 23 en el Jazzaldia de San Sebastián, comparecencias en las que lucirá su último disco, Red & Black Light, en el que reincide con la electrónica tras los precedentes de Diasporas y Diachronism. El álbum lo ha concebido como un homenaje a las mujeres de su familia. Ellas le han brindado el concepto sobre el que se sustenta: "Siempre me maravilló su capacidad para simplificar la vida, que me la hicieran fácil a pesar de lo complicada que es. Yo intento hacer algo similar. He construido melodías muy elaboradas pero expresadas a través de ritmos sencillos que incitan a cantar y a bailar".
P.- ¿Qué tiene la trompeta que no tengan otros instrumentos?
R.-Su ambivalencia. Tiene la ventaja de que puede tocarse muy fuerte y aguda y todo lo contrario: suave, casi como si fuera un violín o una flauta. Pocos instrumentos tienen ese espectro tan amplio. Y no muchos músicos han explorado la textura de terciopelo de un instrumento asociado a lo escandaloso pero que puede ser tan melodioso como la voz humana.
P.- ¿Vuelve a Beirut con frecuencia?
R.- Sí, tres o cuatro veces cada año. Tengo muchos familiares allí. Beirut todavía me hace soñar. Y Líbano es el lugar en la tierra en que realmente me siento en casa. Ni la violencia ni todas las circunstancias que hacen a su gente infeliz impedirán que lo siga sintiendo así. Es un país que ha sufrido mucho, está marcado por infinitas cicatrices, pero la vida allí es más espontánea y sencilla que en Occidente.
P.- ¿Estaba en París el día de los atentados?
R.- No, me pilló en un concierto en Ginebra. Al final, cuando empezaba a firmar discos, veía a gente llorando. Alguien me explicó el motivo. Fue una conmoción terrible, un golpe de desesperanza y miedo que temo que se perpetúe. Tenemos que luchar para evitarlo.
P.- ¿Y qué sugerencia les haría a nuestros políticos para rebajar la tensión?
R.- Difícil [rumia unos segundos]. Hay algo que me sucedió que puede ser significativo. Ocurrió en un concierto mío al que acudió el gobierno francés en pleno. Estaba tocando una canción con una melodía y un estribillo sencillitos. En un determinado momento, pedí a todo el público que callara y que sólo cantase la primera fila, la de las autoridades. Lo hicieron fatal, fue un ridículo. Es una tontería pero muy reveladora. Creo que les hace falta más sensibilidad artística. A través del arte ampliarían mucho su contacto con la realidad. Y quién sabe, quizá cantarían un poco mejor [ríe].
@albertoojeda77