ORTVE, guiño al Puccini primerizo
El director de la ORTVE Miguel Ángel Gómez Martínez. Foto: ORTVE
Miguel Ángel Gómez Martínez, al frente de la Orquesta de Radio Televisión Española, abre el curso el jueves con Edgar, segunda ópera del compositor italiano. Y para cerrarlo, acometerá Le villi, su primer título. Ocasión óptima para analizar los cimientos de su maestría.
Pese a sus excesos y ciertas banalidades, y a despecho de lo lamentable e increíble del libreto de Ferdinando Fontana -que cuenta una improbable historia medieval con trío amoroso, asesinatos y suplantaciones inspirada en un drama de Alfred de Musset-, esta obra posee instantes de verdadero e incluso refinado lirismo y pasajes en los que se aprecia el ingenio, el talento del compositor, en el que el editor Giulio Ricordi creyó a pesar de las duras críticas recibidas tras el estreno milanés de la primitiva versión en cuatro actos. Aquí nos hemos de referir a la estructurada en tres, cuya primera redacción se estrenó en el Teatro Comunale de Ferrara el 28 de enero de 1892 (pocos meses después lo haría en el Real). La definitiva, bastante desequilibrada y exenta de simetría, la que escucharemos, se presentó en Buenos Aires el 8 de julio de 1905.
Influencias wagnerianas
Puccini no estaba todavía en posesión de un estilo del todo propio y reconocible y no disimulaba sus herencias, lógicas en ese punto, cuando se movía en Europa una corriente que miraba hacia al exterior. Así, encontramos en la partitura influencias hasta cierto punto wagnerianas, fórmulas verdianas y francesas derivadas de Bizet, Gounod, Thomas o Delibes. Al lado de todo ello, por supuesto, aflora la calidez de la fluente melodía pucciniana y la fuerza de algunos de sus planteamientos, más allá de pasajeras ingenuidades y repeticiones. Y, sin duda, una indudable flexibilidad de las líneas vocales y una evidente plasticidad de los recitativos.La crítica no fue especialmente favorable tras el estreno. Esto decía Claudio Sartori: "Es una ópera que en la producción de un artista se reconoce como perfectamente inútil. No tiene nada que decir y no dice nada. Musicalmente los personajes no son caracterizados y se busca en vano una página que posea una mínima impronta personal". Frente a este juicio tan duro podemos citar el de Claudio Casini, que veía alguna cosa de interés: "En Edgar aparecen técnicamente bien configuradas las partes corales, particularmente las de ambientación religiosa. Hay instantes vocales de relieve; los recitativos son tratados con una notable densidad dramática". Y Roman Vlad iba aún más lejos cuando afirmaba que "con Edgar Puccini prepara el camino para Debussy, Ravel, Stravinski, Bartók y faculta a Schönberg para mencionar al músico italiano, en su Harmonielehre, como un no lejano pariente".