Escena del barroco montaje de Livermore. Foto: Tato Baeza

Esta obra maestra del neobelcantismo, de la que hablábamos aquí con motivo de los montajes programados en el Liceo y el Maestranza, se representa a partir del jueves 20 de octubre en el Real, en donde se interpretó en versión de concierto hace seis años, servida ahora por una puesta en escena de Davide Livermore, nacida gracias a la colaboración del teatro madrileño, el Palau de les Arts (que la estrenó el año pasado) y la ABAO. El asunto de la obra es poco original, con el típico triángulo amoroso desarrollado entre druidas y romanos. La aparición de la sacerdotisa protagonista en esa página lunar que es Casta diva marca un ápice en la historia de la ópera romántica y pone a prueba el fiato, la afinación, el sentido del portamento, el dominio de la coloratura y la dicción de una soprano, que debería ser siempre, como lo fue la creadora del personaje en 1831, Giuditta Pasta, una dramática de agilidad, un tipo vocal que hoy no existe.



La primera en salir al ruedo va a ser la italiana Maria Agresta, mezzosoprano en sus inicios y hoy una soprano lírica plena de amplia extensión, timbre fúlgido, agudos penetrantes, no siempre redondeados, pero firmes, buen comportamiento en agilidades y adecuada compostura escénica, con pequeños y pasajeros problemas de afinación. La segunda en discordia es la norteamericana Angela Meade, que tuvo un buen éxito hace pocos meses en el teatro de la Plaza de Oriente como Luisa Miller. Voz caudalosa, de tinte penumbroso, ancha, robusta, de agudos soberanos, vibrato cierto y aseada coloratura. Como Agresta, es hábil en sonidos filados. De muy diferente encarnadura vocal es la veteranísima (68 años) Mariella Devia, soprano lírico-ligera durante casi toda su vida artística, de tintes claros, percutivos ataques, precisas fioriture, espectacular vibración stretta e imbatible musicalidad. La soprano de Liguria no posee el instrumento más adecuado para este cometido belliniano, que sólo canta el día 30 de octubre, pero siempre es un gusto escuchar sus gorjeos y solidez canora.



Maria Agresta como Norma en el montaje que podrá verse en el Teatro Real

También hay tres tenores: el omnipresente Gregory Kunde, que tras la de Otello se viste la coraza de Pollione, ha de emplear su antigua experiencia como belcantista, aunque el timbre, pasajeramente raído, y los medios ya no sean los ideales; Roberto Aronica, cuarentón muy fogueado, lírico en origen, orientado hacia lo lírico-spinto, que acusa desde hace algún tiempo una cierta fatiga, y, para la función del 30, el rumano Stefan Pop, premio Operalia, lustroso de timbre, de vibrato acusado, fácil de agudo. Demasiado ligero para la parte.



Adalgisa tiene también tres defensoras, tres mezzos líricas: la francesa Karin Deshayes, de suaves perfiles, la italiana Veronica Simeoni, de timbre claro y fácil coloratura, y la georgiana Ketevan Kemoklidze, más penumbrosa y vibrante. Tres bajos de distinto tonelaje incorporan a Oroveso: el flexible y belcantista Roberto Tagliavini, el impetuoso y aguerrido Simón Orfila y el compacto y vigoroso Fernando Radò (reciente Ludovico en Otello), de prometedores medios. Un maestro competente, algo irregular a veces en su administración de los tempi, como Roberto Abbado, estará en el foso para esta barroca y vistosa producción.