Raquel García-Tomás en las Històries elèctriques de L'Auditori de Barcelona
Componer la música del futuro. Es la responsabilidad, el desafío y el privilegio de jóvenes como Raquel García-Tomás, Iñigo Giner, Óscar Escudero, Rafael Murillo y Tomás Virgós. Sus partituras híbridas, polifacéticas, omnívoras, digitales y videoanimadas sonarán este miércoles (7) en la Fundación Juan March. Hablamos con ellos para testar el estado de la composición en España y conocer algunas de las infinitas referencias de las que se alimentan.
La paradoja de la diferencia
Miguel Ángel Marín, director de la programación musical de la Juan March, aclara que es imposible detectar una serie de rasgos recurrentes que agrupen a estos creadores. "La única característica que comparten es que no comparten ninguna característica", apunta a El Cultural. "Esa diversidad es el signo de los tiempos y contrasta con lo que sucedió en algunos periodos del siglo XX, sobre todo en los años 60 y 70, cuando dos instituciones como el Ircam francés [con Boulez al frente] y la Escuela Darmstadt alemana [con Stockhaussen como santón] marcaban unas pautas muy rígidas y dominantes. Y si te salías de ellas, eras despreciado". Esos dogmas han saltado en añicos y lo más importante es que, añade Marín, "se ha normalizado la convivencia entre estilos dispares que oscilan desde la tonalidad clásica a la electroacústica. El collage goza de total aceptación"."Nos une la huida del purismo y de la vanguardia como la hemos conocido en el siglo precedente", afirma Tomás Virgós (Tarragona, 1984), cuya trayectoria trasciende el marco académico y se mezcla con el rock, el jazz, la electrónica, la artes audiovisuales... "Conozco a otros compositores en esa situación híbrida y eso es lo que nos emparenta: el eclecticismo, la ruptura de prejuicios y de corsés estéticos". El otro factor aglutinante es la ausencia de arraigo local. Forman parte de una generación viajera. Por vocación y por imposición: ya conocemos los estragos de la pertinaz recesión.
Óscar Escudero (Alcázar de San Juan, 1992) lo describe así: "A nuestra generación le ha marcado haber mirado a España desde fuera y la búsqueda de una identidad que no tiene tanto que ver con lo estético como con lo ‘vivencial'. Hace poco se presentó en el Auditorio 400 del Reina Sofía y en L'Auditori el programa Spanish Paradox por el Ensemble Crossing Lines, formado por compositores que, a pesar del colapso institucional en el mundo de la cultura, han desarrollado voces propias y de gran originalidad. Con esa generación me identifico, con la generación de la crisis". A ella también se adscribe Raquel García-Tomás (Barcelona, 1984), coautora con Joan Magrané de la ópera de cámara disPLACE, que veremos/escucharemos en los Teatros del Canal a partir del 17 de febrero. Califica esta hornada como "altamente preparada". Y reivindica su fuerte sentido comunitario: "Los compositores españoles nacidos en los 70, en los 80 y, cada vez más, en los 90 hemos establecido unos lazos muy sanos. Compartimos conocimientos y nos alegramos por los méritos de nuestros compañeros".
Íñigo Giner y Óscar Escudero
Eso sí, por su cosmopolitismo incesante, esta promoción ya no suena a España. "Ese es otro fenómeno actual. Cada vez es menos atinado aplicar etiquetas locales a los músicos; decir de un pianista, por ejemplo, que es de la escuela rusa o francesa. Igual ocurre con estos compositores jóvenes, cuyas señas sonoras son muy difíciles de ubicar", señala Marín. Algunos sí reconocen la ascendencia de figuras como Sánchez Verdú, Jesús Rueda, Elena Mendoza, Agustín Charles, José Manuel López López, Alberto Posadas... Pero, por supuesto, rechazan cualquier tipo de seguidismo emulador. "Para mí -dice Rafael Murillo-, son referentes en lo personal y en lo musical. Pero, como me enseñaron ellos mismos, no tiendo a imitarles. Estoy en las antípodas de lo que hacen aunque tengan toda mi admiración".Viajar por vocación e imposición
A lo largo de ese perpetuo nomadismo hay una escala en la que casi todos confluyen: Alemania. Allí sienten un respeto y un aprecio que no siempre encuentran en España. "Es complicado determinar cuál es el territorio idílico para los compositores pero Alemania es uno de los países que mejor han valorado mi trabajo", reconoce Raquel García-Tomás, que en la actualidad reside en Londres, donde desarrolla una investigación doctoral en el Royal College of Music de la capital británica y donde ha colaborado con el English National Ballet, la Royal British Society of Sculptors y la Royal Academy of Arts. En el país germano reside Iñigo Giner (Bilbao, 1980), que se formó en la Universität der Künste de Berlín, la academia de arte más grande de Europa. "Los alemanes tienen otra relación con la música, como país y como cultura. Hay más oportunidades y un compromiso con la clásica, y la contemporánea dentro de ella, que va más allá del puro reparto de subvenciones aquí y allá. Forma parte integral de su cultura".En Berlín Giner experimenta nuevas fórmulas de concierto con su ensemble DieOrdnungDerDinge. En sus apariciones públicas ensayan formatos que engloban el teatro documental, el interactivo y las instalaciones. "Mi música se abre mucho a las artes escénicas y a lo visual. Mi trabajo en el teatro ha cambiado la forma de entender el concierto y, por ende, la música", explica Giner. Con los espectáculos de su grupo crea cierta confusión: "La verdad es que son poco clasificables como ‘conciertos' o como ‘obras de teatro'". En esa línea mestiza se mueve también Drama!, la formación que se encargará en la Juan March de interpretar los poliédricos pentagramas de estos autores. Son propuestas que, de algún modo, están retando el modelo de concierto consabido, que apenas ha variado desde las primeras décadas del siglo XIX. "Están surgiendo muchos interrogantes sobre cuál es la manera adecuada de presentar la música hoy. Creo que el formato heredado sigue siendo válido pero no puede ser el único. Los programadores tenemos la responsabilidad de continuar investigando", señala Marín.
Tomás Virgós y Rafael Murillo Rosado
La meca del sónar
En el escenario madrileño cohabitarán el violonchelo de Erica Lauren Wise y el piano de Lluïsa Espigolé con torres de altavoces, pantallas donde se proyectarán videoanimaciones, efectos lumínicos sincronizados con las notas musicales... Un planteamiento que choca con el conservadurismo del ritual concertístico imperante todavía en nuestros auditorios. Es como si la Fundación Juan March, por un día, se convirtiera en una sede periférica del Sónar de Barcelona. La difuminación de las fronteras es asumida con naturalidad por estos compositores. La ven como una consecuencia lógica e inaplazable. "Uno puede atreverse a afirmar que lo único que separa la música culta contemporánea y la electrónica son los ámbitos en que se materializan y las reacciones que se esperan de los asistentes", argumenta Escudero, becado este curso por la Residencia de Estudiantes. "Pero el continente no debe tomarse por el contenido, y con respecto a este segundo, si por ‘culto' se entiende el producto de una reflexión estética profunda, confrontada con un conocimiento de la tradición, espacios como el Festival Sónar atestiguan que nos hayamos inmersos en otra época".Es un momento crucial en la historia de la composición musical. Estamos asistiendo al ensamblaje de dos mundos. Y el resultado inevitablemente ofrecerá (ofrece ya) novedades. "El código ha cambiado o, al menos, se ha visto fuertemente modificado", advierte Virgós, que ha recibido el magisterio de popes de la experimentación como Helmut Lachennman y Georges Aperghis. El uso de ingenios digitales inevitablemente altera la escritura sobre los pentagramas. "Es difícil calibrar el alcance del cambio, porque son hechos que están ocurriendo ahora. No tenemos perspectiva. Pero las nuevas herramientas determinan una nueva estética: las obras híbridas entre el vídeo, el teatro y la música de Michael Beil o la estética del glitch son sólo algunos ejemplos", dice Raf Mur Ros, nombre artístico de Rafael Murillo Rosado, fundador e ideólogo de Drama!, que considera "inevitable" la convergencia de la composición con el arte sonoro, campo creativo en el que se centra Escuchar con los ojos, la exposición comisariada por Manuel Fontán del Junco, José Iges y José Luis Maire que puede verse hasta el 21 de enero en la propia Fundación Juan March.
Pero no sólo en el arte sonoro ‘picotean' estos músicos omnívoros y polifacéticos. Murillo se nutre de los cómics y del mundo de la ilustración. Menciona algunos nombres: José JaJaJa, Vandenbroucke, Harkman… Virgós no oculta su querencia por la veta popular en algunas de sus piezas: el rock progresivo y el ruidismo (Life inside a Valve), los temas más experimentales de The Beatles (Semolina Plichard), el punk y la psicodelia (Post Punk Suite) y, cómo no, la electrónica (Beat Repeat). Por su parte, Óscar Escudero saca a relucir el media art y el vídeo arte de Candice Britz o Ed Atkins, que, en su opinión, "han supuesto un gran cambio en la morfología musical y han establecido una gramática". Todos siguen sumando referencias, hasta conformar una ensalada tan rica y variada que es imposible de servir en un solo reportaje. Pero sí queda claro que el sustrato en el que arraiga su música es realmente fértil. Lo que lleva a concluir que vivimos un periodo de efervescencia a pesar de la endeblez estructural del sector. "En la creación artística española más joven (no sólo en la musical) aprecio una búsqueda de la elocuencia que está generando aura", sentencia Escudero. Hay razones pues para el optimismo.
@albertoojeda77