La sala Libertad 8 fue fundada un año después de la muerte de Franco, en un momento en el que se avanzaba hacia la vanguardia absoluta en el modo de concebir el concepto de ocio. La moda cambió el blanco y negro por la orgía de colores y la música rechazó la barba y el pelo cano para incorporarse a los sonidos eléctricos y la estética provocadora. Luis Eduardo Aute, Pablo Guerrero, Luis Pastor o Lluís Llach no cabían en la propuesta de la Movida, así que tuvieron que ser otros los que esperaran a los 90 para resucitar a la canción de autor. Ismael Serrano, Tontxu, Quique González y Pedro Guerra sentaron las bases que en el siglo XXI renovarían Andrés Suárez, Marwan o Rozalén. Sea como sea, la música de autor sigue viva, aunque siga sin desprenderse de multitud de prejuicios.

No es que la canción social haya dejado de ser imprescindible. No es que no haya motivos para cantar a la "libertad sin ira" o para seguir clamando que "tiene que llover". La cuestión es que la temática reivindicativa se ha desenraizado de la personalidad del nuevo cantautor. El régimen franquista adoptaba unos contornos mucho más visibles y, por tanto, más susceptibles de crítica desde el punto de vista artístico que el sistema capitalista actual. Los nuevos cantautores cantan y cuentan historias cotidianas que les ocurren a la gente común. Su mayor obstinación pasa por que su público se identifique en sus canciones. Que sientan que aquello que les cuentan también les ha pasado a ellos. No obstante, y aunque sea éste el punto de partida si se va a hablar de canciones escritas por alguien, no puede ser el único atributo a analizar. La evolución de la canción de autor desde los últimos años del franquismo hasta la actualidad responde a multitud de criterios que dependen, por supuesto, de la modificación de los modelos sociales y económicos a lo largo de los años.

La clandestinidad o el exilio por el que pasaron autores como Joan Manuel Serrat, Lluís Llach o Luis Eduardo Aute deben entenderse como una razón social ineludible a la hora de establecer comparaciones. Tras la muerte de Franco, la crispación política y social contrastaba con el deseo de desinhibirse por parte de la juventud. Así, la temática social perdió protagonismo en favor de los nuevos movimientos musicales, que proponían letras tan directas como vacías de contenido. Entre el rebaño, ovejas negras como Antonio Vega, Enrique Urquijo o Manolo Tena -asociados a la Movida Madrileña- prefirieron parecerse más a Sabina, Krahe o Antonio Flores en el concepto de su obra. Cada cual con su proyecto, lograron reivindicar su propio espacio dentro de la música, pese a que en aquel momento la Movida rechazara sus "sermones". Lluís Llach asegura que "los 80 suponen una etapa de negatividad hacia este género; éramos incómodos incluso para los socialistas, porque éramos gente crítica".

Marwan (Madrid, 1979), de padre palestino y madre española, es una de las caras más visibles de la nueva generación y reconoce sin tapujos que "tenemos una deuda muy importante con la canción social", a pesar de ser uno de los nuevos autores que más se ha comprometido con letras reivindicativas. No obstante, justifica su propio caso con un "temor personal de no caer en el panfleto". María Rozalén (Albacete, 1986), quizás la figura más exitosa de esta generación, también es partidaria de "poner un altavoz a la voz del pueblo", mientras que Rebeca Jiménez (Segovia, 1975) y Diego Cantero "Funambulista" (Murcia, 1982) creen que no hay que forzar lo que no se siente en un momento determinado. En el caso de la cantautora, que precisamente incluye en su nuevo disco Nadie se salva, una canción de temática social, cree que puede hacer "20 discos más que no hablen de esto porque no es imprescindible". Funambulista, por su parte, reconoce que "hay motivos para ser críticos pero yo me encierro en mi estudio y no me sale hablar de política".

Cuarenta años de la sala Libertad 8

La sala Libertad 8, cuna de los cantautores en castellano más importantes de las últimas décadas, abrió sus puertas en 1976. Ubicado en la antigua Vaquería, la sala que este año celebra su 40 aniversario era un bar de intelectuales que fue destruido por una bomba, colocada supuestamente por un grupo de ultraderecha en la Transición. En 1989, Luis Pastor propuso al nuevo gerente, Julián Herráiz, la idea de hacer conciertos, y así resucitó la música de autor en este país. Una generación de nombres nuevos como Pedro Guerra, Ismael Serrano o Javier Álvarez comenzaba a dar que hablar por sus actuaciones en un escenario que no levanta tres palmos del suelo. Desde entonces, los cantautores tienen un sitio donde hibernar; un refugio que es un punto de encuentro de dos generaciones que dejaron de cantar "para la libertad" en el 8 de la calle que lleva el mismo nombre. "Nacimos a la sombra de la generación del 90", reconoce Funambulista. "Ellos empezaron a preocuparse por la música y concretamente por la producción", celebra Diego, que tuvo en Pedro Guerra a su principal referente.

Vicky Gastelo y Rozalén en Libertad 8

Ismael Serrano, miembro de la generación de los 90, reconoce que los suyos eran "mejores tiempos" desde el punto de vista de la industria musical. Por su parte, Vicky Gastelo (Santander, 1975), licenciada en magisterio, llegó a la música cuando bostezaba el nuevo siglo y asume que no era un buen momento, con Operación Triunfo colapsando las listas de ventas y la piratería amenazando el sector, pero, a día de hoy, su lectura es positiva: "Podría haber ido todo mucho mejor al comienzo, pero quizás no era tan feliz como ahora", dice. En este sentido se expresa Marwan, que siempre creyó en sus canciones pero reconoce que hubo un tiempo en el que "yo veía que fichaban a todos y a mí no". Ahora que acaba de firmar con Sony, presume de pertenecer a una generación que sabe "lo que vale un peine".

Para bien o para mal, es ineludible aceptar que los modelos de producción y distribución han sido modificados por las exigencias del sector. La crisis económica y la feroz competencia en el circuito musical han determinado el posicionamiento de las multinacionales, que apuestan por productos cadenciosos y, a menudo, lejanos a lo que ofrecen estos autores. No obstante, artistas procedentes de esta generación como Andrés Suárez (Ferrol, 1983), que el pasado 4 de noviembre conseguía llenar el Barclaycard Center de Madrid (antiguo Palacio de los Deportes), o Rozalén, han encontrado un hueco en una industria de la que, no mucho tiempo atrás, desconfiaban. "Yo era de los que maldecían a las discográficas en los bares", reconoce Suárez, quien tuvo que arrepentirse después de comprobar, como Rozalén, que nunca trataron de cambiar su personalidad artística. Rebeca Jiménez, por su parte, ha tomado el camino inverso. Sus dos primeros discos fueron publicados bajo el sello de una multinacional y hoy, que acaba de presentar su nuevo trabajo, Tormenta y mezcal, cuenta para El Cultural que ha roto con su discográfica para crear su propio sello porque "creo que es el futuro".

En cualquier caso, esta generación, surgida en los albores de la comunicación por redes sociales, ha crecido y sobrevivido al margen de apoyos económicos sólidos. Como consecuencia, el ascenso paulatino de cada uno de sus miembros ha afianzado una trayectoria cuyo origen fue la incertidumbre. "Cada paso que hemos dado tiene una firmeza que quizás no tenga una proyección meteórica", cuenta orgulloso Funambulista. Es inevitable mirar atrás para explicar esto. El catalán Rafa Pons (Barcelona, 1978) también convirtió en resistente un suelo de arenas movedizas, pero recuerda que los inicios de esta generación estuvieron marcados por la improvisación, pues poco se sabía de la nueva herramienta que cambiaría el mundo: Internet. "Vivo de la música gracias al boca a boca y a las redes sociales, que son el mejor acelerador de partículas", reconoce el cantautor, aunque "no se puede estar en todas las fotos". Han aprendido a desenvolverse con los nuevos canales a medida que sus carreras crecían. Así, Luis Ramiro (Madrid, 1976) entiende que es una parte fundamental de su trabajo "aunque te quita mucho tiempo para componer". Gastelo, que sabe bien del esfuerzo que hay que sacrificar para sobrevivir en esta industria, asume que "no se puede hacer todo bien".

Nuevos tiempos, más estilos

Si se acepta que las redes sociales son el parche que suple las carencias en promoción que supuestamente deberían cubrir las discográficas, habrá que celebrar también la riqueza musical que se deriva del poder comunicativo de internet. Nadie mejor que esta generación ha sabido convertir las redes en una herramienta tan competitiva. Y esto ha favorecido, además, la construcción de puentes entre los distintos géneros musicales. Marwan, que ha colaborado con raperos como Nach o Rayden, afirma que "la globalización ha conseguido que un chaval pueda tener en la misma lista de reproducción del iPod a Michael Jackson y a alguien como yo". Aunque no hay que irse tan lejos para establecer relaciones. Precisamente los nuevos cantautores son muy distintos entre sí en cuanto al estilo musical, más si cabe que los miembros de la generación que les precede. En este caso, el abanico no sólo se ve enriquecido por las influencias anteriores -Serrat, Sabina, Pedro Guerra, Ismael Serrano, Quique González o Carlos Chaouen conviven en casi todas sus listas de referentes-, sino también por las de sus propios compañeros. Rebeca Jiménez confiesa que Rozalén, rumbera, funky y pop-coplera, no deja de proponerle un dúo rockero, al estilo americano de la segoviana.

Marwan, Funambulista y Andrés Suárez juntos en concierto

Asimismo, extraña asistir a un concierto en la capital de Luis Ramiro en el que no colabore Marwan; tanto como si Andrés Suárez se desplaza a Barcelona y no cuenta con Rafa Pons. La música del catalán, que propone un tipo de canción casi narrativa de un modo tan desinhibido como talentoso, poco tiene que ver con el trabajo del gallego pero, según su criterio, "las etiquetas no le importan un carajo a nadie". El mar y el lirismo de los versos de Suárez contrasta con el vocabulario urbano y directo de las potentes letras de Marwan. La frescura de Rozalén se opone al intimismo de Gastelo y, sin embargo, la fusión en contadísimas ocasiones de sus voces consigue que la música alcance cotas más altas. En definitiva, sería casi imposible encontrar una combinación de dos cantautores citados en esta nueva generación que no hayan colaborado juntos en alguna ocasión.

La solidaridad existe porque "todos venimos de la trinchera", tal y como argumenta Gastelo. "Ahora esta generación está teniendo eco y reconocimiento pero durante mucho tiempo hemos estado muy solos", comenta Pons, que coincide con Luis Ramiro en el agradecimiento a los que lo ayudaron a él cuando comenzaba su andadura. El madrileño recuerda que Chaouen lo invitó en Libertad 8 y Diego Cantero no olvidará el momento en el que Ismael Serrano fue a tocar a Murcia y le llamó "desinteresadamente" para que hiciera un tema en su concierto. Además de las colaboraciones, la camaradería se extiende incluso hasta una llamada para preguntar por cuestiones técnicas referentes a la distribución o para informarse sobre salas donde tocar fuera de Madrid. Por ende, la regularidad con la que han viajado por España los miembros de esta generación ha ido tejiendo una red de salas que ofertan música en directo asociada a la canción de autor. Desde las madrileñas Libertad 8, Búho Real, Rincón del Arte Nuevo o La Fídula hasta el L´Oncle Jack o Luz de Gas en Barcelona, pasando por La puerta falsa de Murcia, El Corrillo de Salamanca, La Estación de Sevilla o La Tertulia de Granada, entre otras.

Hasta todos esos lugares se han desplazado otros cantautores como El Kanka, Jorge Marazu, Zahara, Lucas, Fran Fernández, Alejandro Martínez, Fredi Leis, Carlos Bueso, Fito Mansilla, Carmen Boza, David Moya, Luis Quintana, Pedro Pastor Guerra, Rubén Fuentes, Patricia Lázaro, Antílopez, Alberto Alcalá o Andrés Sudón. También forman parte de esta generación de artistas entre los 25 y los 40 años, pertenecen a proyectos musicales muy distintos entre sí y, como todos los citados, buscan su sitio a golpe de concierto, de autopromoción y de canciones. Es cierto que la temática social ha dejado de ser inherente a la figura del nuevo cantautor, pero la evolución musical es incuestionable. Luis Pastor, el mismo que propuso a Julián, de Libertad 8, la idea de hacer conciertos en la sala que ahora acoge a los nuevos artistas, afirma que sí hay una generación nueva de cantautores. Y además "tienen en sus manos volver a hacer de la canción de autor algo tangible". Pese a la incomprensible subida del IVA cultural, a la sospechosa figura de la SGAE, siempre envuelta en polémicas por sus dudosas prácticas, al cierre de salas de música en directo y a los prejuicios, infundados a estas alturas del cuento, sobre el cantautor-cantapenas, la música de autor en español sigue viva. Y, por muchos años, renovada.

@JaimeCedilloMar

El cantautor ecléctico

Quien se quede quieto no sale en la foto. Esto debió pensar Marwan justo antes de publicar su primer libro de poemas, La triste historia de tu cuerpo sobre el mío. O Diego Cantero cuando comenzó a producir discos de sus compañeros, como ya lo hizo Tontxu con Andrés Suárez en su primer EP. Mientras que los opositores a la dictadura se dedicaron a cantar tratando de agitar a las masas, los de los 90 consiguieron afianzar un género de autor muy abierto musicalmente. La nueva generación ha seguido la estela de quienes les preceden, y además han avanzado hacia otras disciplinas. Luis Ramiro, que el 23 de noviembre publicaba su tercer libro de poemas, Te quiero como siempre quise odiarte, participa en recitales con Marwan y otros poetas tan consagrados como Luis García Montero, prologuista de su libro. Rebeca Jiménez realiza espectáculos junto a Rubén Pozo, también músico, y Benjamín Prado, poeta. Otros cantautores como Fran Fernández y Diego Ojeda han publicado libros de poemas con un gran éxito de ventas, mientras que Rafa Pons tiene en su haber un libro de relatos, A cuento de nada, publicado por la editorial Frida.